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GONZALO

25/02/19

—Hola, perdón por tardar —me dijo una voz a mi lado, sacándome de mi momento de distracción con el celular. Levanté la vista y ahí estaba ella, acercándose a mi cara para saludarme con un beso en la mejilla. Su perfume automáticamente invadió el lugar.

La seguí con la mirada mientras se sentaba frente a mí. Tenía el pelo largo y suelto, y estaba maquillada como para salir a bailar. Dejó su billetera encima de la mesa junto con su teléfono, y me encaró con una sonrisa.

—Gracias por venir igual —le dije mientras guardaba el celular en el bolsillo. 

—Gonza, sabés que siempre que me necesites voy a estar. ¿Está todo bien?

Sin prestar atención a su pregunta, desvié mi mirada hacia la mesera que estaba terminando de atender a los chicos de al lado.

—Disculpá —la llamé, el llamado universal para los meseros—, ¿pueden ser dos cervezas? 

Ella asintió y se fue.

Tras un suspiro, volví a mirar a Karina.

Venía hablando con ella durante aproximadamente un mes, y sinceramente me parecía una mina divertida y con la que podías hablar de cualquier cosa. Desde siempre habíamos tenido buena onda porque era amiga de mi hermana desde hace algunos años, pero últimamente veníamos hablando casi todos los días, siempre me preguntaba cómo estaba, y hoy no había sido la excepción.

Y yo en cierto modo necesitaba conversar sobre esto con alguien que no tuviera nada que ver con el fútbol, ni con Elena, y me pareció necesario salir a tomar una cerveza con esta piba. 

—¿Estás bien, Gonza? Ya empezás a asustarme.

No decidí responderle, sino que saqué el celular y busqué las capturas que había tomado de las fotos de Elena.

Cuando se lo pasé, su expresión se sorprendió, y se tapó la boca mientras esbozaba una sonrisa.

—No le veo lo gracioso —le dije en tono tranquilo, y ella me miró.

—¿No las sacaste vos? —me preguntó.

Negué con la cabeza.

—Me llegaron esta tarde, mientras entrenaba.

Ella se sorprendió aún más, y se quedó petrificada mirándome.

En ese momento, apareció la mesera con dos botellas de cerveza y nos dejó una a cada uno.

—Pero esta es tu novia... —me dijo confundida.

Con un gesto, afirmé lo que decía, y ella se mordió el labio inferior.

—No sé si te conté, pero si no lo hice, necesito que te calles esto.

—¿Que me calle qué? 

—Lo que te voy a contar, boluda pará... —le dije con una pequeña sonrisa, que a ella también le hizo sonreír—. Por favor, no se lo cuentes a nadie —pedí, y al notar que ella no me diría nada, continué—. Elena y yo empezamos a salir el año pasado, en octubre más o menos. No teníamos una relación seria, pero estábamos juntos y nos veíamos seguido. En noviembre, durante la cena de la fundación, ella se fue a ver a su ex que estaba en Buenos Aires, y terminaron garchando.

—¡Me estás jodiendo! —gritó, y yo la hice callar casi matándola con la mirada.

Ella se tapó la boca, se rió y me pidió perdón.

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