O8 - Fracaso

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» 21 de octubre de 2018

GONZALO

Ella se bajó rápido y corrió hacia el interior de la torre. Yo tardé un poco más porque demoré pagándole al taxista. Entramos y nos metimos directamente en el ascensor. No me había dicho nada durante el viaje, por eso me tomó por sorpresa cuando se me acercó y recostó su cabeza contra mi pecho. Me dijo que estaba cansada, o algo así. Casi no la escuché porque, por los nervios, mis oídos zumbaban fuertemente.

Contenete, no hagas nada que lo arruine.

Cuando entramos a mi departamento se sacó los zapatos inmediatamente.

— Ay, al fin. Me estaban matando los pies —se quejó y me miró sonriendo.

— No sé cómo aguantan con esas cosas.

Me dirigí a la alacena y saqué dos botellas de vino.

— Tengo tinto o blanco. Decime cuál preferís.

— Rosado —respondió al instante, y después soltó una risa—. Mentira, el tinto está bien.

— ¿Segura? 

Asintió repetidas veces y se me acercó mientras servía las copas. Tomó rápidamente una de ellas y le dio un sorbo.

— Pensé que me ibas a dejar sola otra vez —me dijo tomándome desprevenido. No esperaba ese pase de factura.

— ¿Por qué?

— Te fuiste con esa chica —caminó lentamente con la copa en la mano hacia la puerta ventana que daba al balcón—, como el finde pasado.

No pude evitar soltar una carcajada.

— Belén es una amiga de hace años. No me pasa nada con ella. Nunca me pasó. Justo coincidimos porque ella trabaja en ese salón.

No contestó nada. Me acerqué hacia ella y choqué mi copa con la suya.

— Estoy interesado en alguien más.

Sus ojos brillaron cuando chocaron con los míos. Como si hubiera dicho las palabras mágicas.

— ¿En quién? —preguntó entre emocionada y curiosa—, ¿La conozco?

— Mmmm... puede ser. Pero, ¿y vos? 

— ¿Yo qué? —sus ojos se perdieron en el tumulto de edificios que se veían desde mi departamento.

— ¿Te gusta alguien?

Le sonrió a la nada y asintió.

— Si juego a adivinarlo ¿prometés ser sincera?

Se rió a carcajadas y tuve que contenerme para no besarla en ese mismísimo instante. Me encantaba su forma de reír.

— Sí, lo prometo.

— ¿Es Enzo Pérez? Te vi cómo lo mirabas.

Puso cara de disgusto y de nuevo se rió fuerte.

— Está casado. No miro hombres casados.

Estaba bien, en realidad sabía que no era Enzo. Tenía otro nombre en mente que me daba miedo pronunciar.

— Entonces... el pulpo.

— ¿Franco? ¿Qué parte de "no miro hombres casados" no te entró en la cabeza? —me sacó la copa de vino—. Esto ya te está haciendo mal. Además es como mi primo, jamás lo miraría de otra forma.

— Bueno, bueno —volví a agarrar mi copa y le di un sorbo. A diferencia de la mía, la de ella ya estaba casi vacía. Me armé de valor y decidí soltarle el nombre que tanto me asustaba—. Julián Álvarez.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Donde viven las historias. Descúbrelo ahora