O4 - La verdad y una llave

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03/01/2019

Por la mañana me despierto bastante temprano. No suele pasar, pero quizás mi reloj biológico está alterado, aunque mi medida de tiempo entiende por "temprano" a despertarme antes que Gonzalo. Si me despierto después, ya es tarde.

Él está dormido, su respiración es lenta y tranquila, y está de espaldas a mí, en la misma posición en la que se acomodó anoche. No lo quiero despertar, seguramente necesita descansar, pero tampoco quiero quedarme acostada por más tiempo, así que decido levantarme y prepararme un desayuno con lo que sea que tenga Gonza en su casa.

Después de pasar por el baño, camino hasta la cocina. Son más o menos las 8 de la mañana, pero el calor se siente como si fuera pleno mediodía. Como si estuviera en mi casa, busco el control del aire y lo pongo en 24, solamente para que el ambiente se sienta más agradable. Mientras mi café se prepara, cierro las cortinas para que no entre el sol. Prendo la tele y busco alguna serie en Netflix. Algo tiene que haber.

El pote de queso untable que Gonza guarda en la heladera ya está vacío. Bueno, un café solo por hoy.

Unos veinte minutos después, en lo que espero que mi desayuno se enfríe un poco porque soy una maricona que no se banca tomar cosas muy calientes, escucho la puerta de la habitación, y sé que Montiel ya se despertó. Se encierra en el baño un rato, y después lo veo aparecer por el pasillo.

—Buen día —me dice frotándose un ojo y bostezando.

—Buenas —contesto con el control en la mano, todavía buscando algo para ver.

—Qué rico olor a café.

—Quedó en la cafetera, si querés.

Lo escucho servirse un poco en una taza, y después se acerca a sentarse al lado mío.

—¿Cómo dormiste? —me pregunta dándole un sorbo a su taza. Luego la deja sobre la mesita ratona que se encuentra frente a nosotros y pasa su brazo por mis hombros. Me atrae hacia su cuerpo y me besa el costado de la frente.

En mi interior, respiro con calma. Al parecer, el enojo no le duró mucho.

—Necesito que me pases el número de tu casa —pido sin contestar su pregunta anterior. Él frunce el ceño.

—¿De esta?

—No, la de tus papás mejor dicho. Quiero llamarlos.

Su expresión se confunde aún más.

—¿Para qué?

—Quiero llamarlos y pedirles disculpas por lo de anoche.

Él hace un gesto como restándole importancia y estrala la bola.

—Ya fue eso, seguro ni se dieron cuenta. Dejá, la próxima que vayamos te portás mejor y listo —me dice con una sonrisa y me guiña el ojo. Luego de eso, me saca la taza de las manos y la deja junto a la suya. Con un movimiento rápido hace que me acomode sobre él, cara a cara—. No sé si era para enojarme tanto anoche, perdón.

Y por primera vez en el día, le doy un beso en la boca, sintiendo sus caricias sobre mis piernas, pero al instante hago que nos separemos, recordando la noche anterior.

—Arturo me llamó anoche —escupo, y noto un cambio total en su actitud.

Se endereza sobre el sofá, frunce el ceño nuevamente y sus manos aprietan la piel de mis piernas.

—¿En qué momento? —pregunta visiblemente molesto.

—Antes de la cena.

Su rostro cada vez se endurece más, y llego a preguntarme si fue buena idea decirle.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Where stories live. Discover now