O2 - Más de un problema

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02/01/19

Estoy acostada sobre el pecho desnudo de Gonzalo, en una posición tan cómoda que sé que en cualquier momento me voy a quedar dormida. Siento que él ya lo hizo. Su respiración es tranquila, su pecho sube y baja lentamente, pero algunas caricias suyas me dan a entender que sigue despierto.

—Amor —me dice en un hilo de voz, se nota que el sueño ya lo está ganando.

Sus sobrinos siguen dando vueltas por el edificio, al igual que su hermana, y se podría decir que la idea era esperar a que se vayan para hacer lo que quisiéramos, pero la vida no siempre sale como nos gustaría. Después de que su hermana subió a la pileta, Gonzalo se sacó la remera y se tiró a la cama. Yo hice lo mismo, pero no me saqué nada. Y ahora estamos así, cansados de hacer nada, esperando a estar finalmente solos.

—¿Sí? —respondo y comienzo a acariciar la piel de su panza.

—Quiero que conozcas a mi familia —me dice luego de bostezar. Lo escupe como si fuera algo normal, pero a mí se me paraliza el cuerpo.

Es cierto que lo tenemos pendiente desde el año pasado, pero no esperaba que me lo dijera tan pronto.

—Ya conozco a tu familia, Gon —bromeo, aunque en parte es cierto. Las caras de su hermana y sus sobrinos me las sé de memoria.

—Mis papás te quieren conocer —agrega casi sin reaccionar a mi comentario anterior.

Dejo salir un suspiro y me resigno.

—Bueno, no hay problema.

—¿Te parece esta noche? 

La puta madre.

—¿A vos te parece? —pregunto con miedo. No es nada en contra de su familia, pero estoy fatal después del vuelo. Mareada, cansada y con ganas de estar sola con él.

Él me mira y asiente con la cabeza.

—Estaba pensando en ir a cenar con ellos... pero si no querés, está todo bien.

—No, vamos sí —finalizo y me levanto de la cama—. Voy a aprovechar para bañarme. Te uso una toalla, ¿sabés?

No lo escucho levantarse, pero siento su pecho pegarse a mi espalda y sus manos se posan sobre mi estómago.

—Te amo —susurra contra mi cuello, y termina comprándome.

A eso de las ocho, nos subimos al auto. La hermana y los sobrinos de Gonza van atrás, y adentro no vuela una mosca. 

A mí  me mata la cabeza, y lo único que puedo hacer es cerrar los ojos y recostarla para tratar de que se me vaya el mareo. En cada semáforo en rojo, Gonza aprovecha para acariciarme la pierna. Sabe cómo me siento, y esta es su manera de hacerme saber que está conmigo. Mi cuerpo tiembla un poquito cada vez que pienso en cómo va a ser la presentación con sus papás. 

—Te van a adorar —me dice Montiel como si pudiera leer mis pensamientos.

Miro por el retrovisor y noto que su hermana no nos está prestando mucha atención, está perdida en la pantalla de su celular. Sus sobrinos, por el contrario, no se quedan quietos ni un segundo, y comentan todo lo que ven en la calle.

El viaje hacia Ezeiza es bastante largo y aburrido, lo único que se escuchan son las vocecitas de los sobrinos de Gonza y cada tanto a su hermana que manda audios. Cuando por fin llegamos, noto que en realidad me había quedado dormida unos minutos porque Gonzalo me sacude suavemente para que despierte cuando el resto ya se bajó del auto.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Donde viven las historias. Descúbrelo ahora