28 - Final

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» 27 de diciembre de 2018

No quería venir, pero lograron convencerme entre tres: Romina, Exequiel y Franco. Y ahora estoy como la primera vez, totalmente asqueada, en el mismo lugar en el que empezó todo, con la diferencia de que esta vez, no festejamos el cumpleaños de Exequiel, festejamos a River campeón.

Es otra de esas fiestas clandestinas que al equipo le gusta organizar, y por eso hay poca gente, la más allegada a los jugadores. Esta vez, la fiesta no está prohibida, así que Nahuel no tiene que preocuparse por los videos que se puedan filtrar y que pueda ver Marcelo Gallardo. Todo está en calma... o algo así.

Sé que Gonzalo me vio, pero de lejos, no se acercó a saludarme, y creo que es justificable. En mi interior, ya le pedí perdón mil veces por haber venido, porque me había dicho que no quería volver a verme "ni en las fiestas de Pala". Bueno, esta no es una fiesta exclusiva de Pala, pero yo sabía que él iba a estar. De todas formas no lo noto molesto. Es imposible que le importe mi presencia después de haber ganado algo tan grande como la Libertadores. No se compara con nada.

Yo, en cambio, me siento como si la hubiera perdido dos veces contra mi clásico rival. Devastada. No puedo mirarlo fijo por más de unos segundos porque lo veo festejar y lo único que quiero es ir y abrazarlo, pero no me da el cuerpo para eso.

Después de aceptar venir a este festejo le dije a mi familia que no iría a pasar con ellos en Navidad "por trabajo". Las cosas que hago por vos, Gonzalo. De todas formas, el 29 tengo un vuelo a casa. Necesito un poco de paz. Dos días después de eso viene el cumpleaños de Montiel, y no quiero estar acá. Quiero estar lo más lejos posible de él porque me conozco y sé que con un par de tragos soy capaz incluso de ir a felicitarlo a la casa, y eso solo significaría arruinarle el día.

Sí, es mejor no estar.

Y como la primera vez, comienzo a arrepentirme de haber venido. Este edificio me trae recuerdos malos y buenos, y la mezcla no es agradable. La mezcla de comidas, descompone. La mezcla de bebidas, te emborracha. La mezcla de recuerdos puede terminar matándote.

Algunos de los chicos y sus esposas o novias me saludan cuando me ven, y es cuando deseo nunca haber formado parte de este mundo. Todo se siente tan distante por momentos. Pero nada tan distante como tener a Gonzalo a menos de un metro de distancia y tener que fingir que no lo conozco, y peor, ver como él finge que no me conoce.

Necesito un poco de aire. Necesito subir y hacer de cuenta que esta gente no está acá, que yo no estoy acá, que esto solo es un sueño y en cualquier momento me voy a despertar.

— Voy a la terraza un rato. No aguanto este calor —le digo a Romina mientras me abanico con la mano.

— Por favor, no vayas a fumar —me pide pero lo descarto. Voy a subir exclusivamente para eso.

Busco un vaso con cerveza y salgo lo más rápido posible de ahí.

Una vez más, la vista de la terraza me quita el aliento. Es cuando pienso que vale la pena vivir en esta ciudad, a pesar de todo. Las luces de los edificios, de cada ventana, me hace imaginar las miles de historias que deben tener esas personas que viven ahí, seguramente con problemas mucho más complicados que los míos. Pero es que haber perdido a Montiel no se compara con nada, al menos para mí.

Elena, la gente que vive en la calle debe estar pensando que sos una reverenda hija de puta.

Bueno, sí. Hay cosas peores que ser ignorada por la persona que amás.

Dejo mi vaso de cerveza y busco un cigarrillo y el encendedor en la cajita. Ya casi se me terminan. Tengo que comprar más. Quizás si dejara de fumar podría usar esa plata para algo que realmente me sirva, pero el problema está en cómo mierda hacer para dejar de fumar.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Where stories live. Discover now