20 - Caos

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» 24 de noviembre de 2018

Romina está sentada frente al televisor, como hipnotizada, mirando fijamente la pantalla. Cada tanto chequea su celular y putea porque Exequiel no le contesta. Hace zapping por varios canales, pero todos hablan de lo mismo. Una polémica, un escándalo: un grupo de hinchas de River apedrearon el micro de Boca cuando llegaba al Monumental. La policía respondió con gases lacrimógenos y se produjo el caos. Como si Gonza tuviera la capacidad de predecir el futuro.

Al final suspendieron la idea de jugar el partido con público visitante, pero de todas formas, el sector del estadio parece una zona de guerra. Todos los canales pasan videos de los incidentes y comentan que estos sucesos son una vergüenza. Yo no le presto mucha atención. Estoy trabajando en la computadora y solo levanto mi vista para ver si Romina sigue viva.

— La concha de tu hermana, Exequiel contestame —murmura entre dientes mientras golpea la pantalla del celular con su dedo índice.

— Romi, no te va a contestar. ¿No ves el desastre que se armó? Capaz ni siquiera tiene el teléfono con él.

— Estoy preocupada, Elena. ¿Y si le pasó algo?

Hago un gesto como restándole importancia. Los noticieros solo hablan de los jugadores de Boca, por eso intuyo que a los de River no les pasó nada.

— ¿Qué le va a pasar? Está en su cancha, con su gente. Deben estar super protegidos. Bajá un cambio. Mirá —digo señalando el televisor—, el que peor la está pasando es Pedro Pérez.

— Pablo Pérez —me corrige.

Me da igual.

La verdad es que no quiero que me contagie la ansiedad, pero yo también estoy comenzando a ponerme nerviosa por todo esto y tengo que contenerme las ganas de salir a fumar. Romina lo odia, solo por eso, y además estoy tratando de dejarlo. Varias veces me repito a mí misma que Gonzalo debe estar bien. Estoy segura de que lo está, el problema es que las imágenes de los noticieros no ayudan, y no recibir señales de ellos, tampoco. Como quien no quiere la cosa, busco en mi celular el número de Gonza y le escribo un mensaje. No pretendo que me responda al instante, solo quiero que me diga que está todo bien cuando pueda.

El partido, claramente, se posterga. Los hinchas sin entradas intentan romper un vallado y las fuerzas de seguridad los reprimen con gases y balas de goma. Realmente agradezco no estar ahí, porque ya estaría teniendo un ataque de nervios. Adentro del estadio, los jugadores de Boca se quejan frente a toda cámara y micrófono que encuentran. Algunos están muy afectados.

En el departamento el clima está tan tenso que podría cortarse con tijera. Las horas pasan y Romina no deja de moverse de acá para allá, revisando el celular cada dos segundos. Me tiene las pelotas por el piso. Al final, después de cuatro horas, confirman que el partido se va a jugar al día siguiente, a las cinco de la tarde. Romina apaga el televisor y se encierra en su cuarto. Segundos más tarde siento que vibra mi teléfono. Un mensaje cortísimo de Gonzalo diciendo que está bien se muestra en mi pantalla. Vuelvo a respirar. Al menos no le pasó nada.

» 25 de noviembre de 2018

Ya es casi medianoche, y estoy en el departamento de Gonzalo, sentada en su sillón con mis piernas apoyadas sobre las suyas, mirando la tele. El partido se volvió a suspender hasta nuevo aviso porque los equipos no estaban en igualdad de condiciones y, ni bien llegó a su casa, Gonza me preguntó si quería pasar la noche con él. Y obvio que quería. 

Hace zapping por algunos canales. La mayoría habla de la superfinal suspendida. No veo la hora de que la corten con este tema, pero sé que se va a seguir comentando por meses. 

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Donde viven las historias. Descúbrelo ahora