O2 - Confusión

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» 5 de octubre de 2018

— Gracias —digo mientras lo veo sentarse a mi lado.

Hace un gesto como restándole importancia a la situación. Busco mi caja de cigarrillos para sacar uno nuevo y se la ofrezco, como si fuera una especie de tributo o pago. Él niega con la cabeza.

— No fumo.

Hace una pausa en lo que llevo mi cigarrillo a la boca y lo prendo. Luego continúa:

— Te vi salir y supuse que iban a pedirte que volvieras al salón. Solo podés estar acá con alguien que viva en el edificio.

— Ah, vos también estabas en esa fiesta.

Él asiente. Lo noto nervioso por la forma en la que juega con sus dedos y se golpea la rodilla.

— Sí, vivo acá. Pedí el salón para Pala.

— Felicidades, tenés un edificio muy lindo.

Él ríe.

— Gracias. Igual soy nuevo. Me mudé hace poco.

Igual que yo.

— ¿Por qué te mudaste? —interpelo como si me importara. La verdad es que me da igual, ni siquiera sé con quién estoy hablando y mis ganas de conversar con él no son tantas, pero ya estamos acá y él me había "salvado", por así decirlo. Me siento un poco obligada a conversarle, no quiero ser cortante después del favor que me había hecho.

— Para estar más cerca del trabajo.

Noto un tonito como de chiste en sus palabras y me pregunto por qué. Como si hubiera una complicidad implícita en la situación. No entiendo.

— ¿En dónde trabajas? —pregunto y él me mira fijo a los ojos de una forma extraña. Hace una pausa larga que comienza a ponerme incómoda otra vez.

— En River —responde serio, casi frunciendo el ceño.

Tanto misterio para esto.

— Bien por vos —le dedico una sonrisa bastante fingida y miro al frente. Aunque cada tanto vuelvo a posar mi vista en su cara. No se ve nada mal.

— Me... me llamo Gonzalo —dice y me extiende su mano.

¿Qué persona normal de este siglo sigue presentándose con un apretón de manos en situaciones informales?

— Lena —tomo su mano con suavidad. El tacto me pone nerviosa y la alejo rápidamente.

— ¿Lena? —repite.

— Elena —aclaro—. Pero me dicen así.

Él asiente otra vez y me sonríe. Sus sonrisas son amplias y cálidas. No parece haber maldad en este chico.

Pero Lena, otra vez sacando conclusiones apuradas sobre la gente. No aprendés más.

Gonzalo se acomoda en el sillón y dice que tengo un acento raro. Ni que fuera de Rusia, querido. Le explico que no soy de Buenos Aires, que me mudé hace casi un año y el acento, por suerte, todavía no se me pegó. Me dice que ojalá nunca se me pegue, que a él le gusta mi forma de hablar. Me sonrojo. Nunca antes me habían dicho algo así y me parece tierno en cierto punto. Nos quedamos así, uno al lado del otro, hablando de pavadas, de la vida en la ciudad, de lo horribles que son los subtes en hora pico.

— Ah, no sé —se encoge de hombros—, yo ando siempre en auto.

— Bueno, Gonzalo, te pido perdón por ser tan pobre y no estar a tu altura.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Where stories live. Discover now