10 - Dos rayitas

1.9K 123 28
                                    

6/03/2019

—Las cosas entre Gonzalo y yo se calmaron bastante, sobre todo cuando le conté que intenté hacer la denuncia por las fotos pero los de la policía por poco se me cagaron de risa en la cara.

Estoy apoyada contra el marco de la puerta de la cocina mientras Romi prepara dos tazas de café. Por estos días me quedé en el departamento porque Gonza tenía que viajar a Perú por un partido y no tenía ganas de estar sola, así que preferí mudarme con mi amiga para también hacerle compañía.

—Qué raro los policías, nunca te quieren tomar una puta denuncia.

—Sí, no sé. Me dijeron que como no había ninguna amenaza concreta, no podían hacer nada. Además no está comprobado que sea Arturo...

—Para ellos —me interrumpe mi amiga pasándome una de las tazas—, porque vos y yo sabemos bien que fue él.

Asiento con la cabeza mientras caminamos juntas hacia el sofá.

—Obvio, pero ya fue. Sinceramente lo único que quiero ahora es un poco de paz. Mientras no aparezca, por mí está bien.

Cuando pienso en que quizás lo seguía molestando a Gonzalo, se me retuerce el estómago. La simple idea de imaginarme a Gonza volviendo de Perú y contándome que volvió a recibir mensajes de Arturo me molesta tanto que no la puedo aguantar, pero intento respirar profundo y olvidarme de eso. No tengo que preocuparme por algo que ni siquiera pasó.

—¿No lo viste más a Exequiel? —pregunta Romina, creo que para sacar otro tema.

Le digo que la última vez que lo vi fue en el cumpleaños de Javi, y casi se me va la lengua para contarle sobre su pase a Alemania, pero algo dentro mío me dice que no lo haga, que podría estar tirando de un cable para desatar un caos, y lo que menos quiero es más quilombo en la vida. Ya me bastan.

—Yo estoy conociendo a alguien.

—No me digas —le respondo animada y tomo un sorbo del café.

Ella asiente con una sonrisa y comienza a hablarme de él. Esta vez, por suerte, ya no es de Tinder. Lo conoció por una compañera del trabajo.

—No sabés lo que es. Ya nos vimos un par de veces.

Mi expresión cambia a seria y ella se me adelanta.

—Acá no —aclara—, no te preocupes, no lo traje nunca. Fui a su casa, salimos a comer. Es súper tierno y...

No puedo dejarla terminar porque de un momento a otro siento la urgente necesidad de correr al baño. Dejo la taza sobre la mesa y corro, tapándome la boca. Ella corre detrás mío preocupada, preguntándome qué pasó, y se arrodilla a mi lado para sostenerme el cabello mientras vomito como si hubiera comido tres caballos en descomposición.

—¿Boluda, qué mierda tenía ese café? —pregunto y vuelvo a sentir arcadas.

—No sé, café —me responde balbuceando en tono de preocupación.

Ya hace varios días que estoy un poco descompuesta, pero no pensé que iba a terminar así por un simple café. Luego de lavarme la boca, noto que ella está ahí, observándome con sospecha.

—¿Qué te pasa? —pregunto mirándome al espejo.

—¿Qué comiste anoche? 

—Nada, me dolía la panza.

—Nunca antes te había hecho vomitar un café, y eso que a veces te llegás a tomar como tres por día.

Me seco las manos y la esquivo para salir del baño.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora