11 - Descartable

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» 2 de noviembre de 2018

Romina está encerrada en su habitación desde temprano. Sé que no está muerta porque la estoy escuchando llorar y putear a Exequiel cada tanto. Lleva una semana así. Tanto que uno de sus compañeros de trabajo me expresó su preocupación por ella. La verdad es que ya estoy acostumbrada y sé que en unos días se va a venir la etapa de volver a usar sus apps de citas. De todas formas, eso no quita que esta situación sea horrible. Necesito que vuelva la Romina alegre de siempre, ya no soporto a esta reencarnación de la llorona.

Ahora ya son casi las 12 de la noche y yo estoy haciendo zapping cuando escucho que tocan el timbre y pego un salto del susto. Siempre vi películas de terror, no son mis favoritas pero las veo, y sé que todo lo malo empieza cuando el asesino llega a la puerta en la mitad de la noche y la boluda de turno abre sin preguntar. Por eso me aseguro de fijarme por la mirilla quién está del otro lado.

¿Exequiel Palacios?

¿Qué mierda hace este tipo acá?

Hace días que no sabemos nada de él. Ni de Exequiel, ni de Gonzalo. Romina ya no lo nombra más. Gonzalo me sigue escribiendo, pero por respeto a mi amiga no contesto sus mensajes. La realidad es que tengo ganas de hablarle, de atender sus llamadas o mínimamente decirle que está todo bien, pero si Romina se llega a enterar de que estoy hablando con Gonzalo, me mata. Hace ya varios días me pidió por favor que no nombremos a Exequiel, que no hagamos nada que tuviera que ver ni con él, ni con River, ni con el fútbol, y eso incluye dejar atrás a Gonzalo Montiel.

Por eso me sorprende ver a Palacios al otro lado de la puerta. No tengo idea de qué viene a buscar acá pero estoy segura de que Romina le pidió que no se acercara nunca más, le dijo que no quería volver a verle la cara, así que me armo de valor y abro la puerta con todas las ganas de decirle lo que nunca tuve la oportunidad de decir. Muero de ganas de putearlo.

— ¿Qué mierda estás haciendo acá a la mitad de la noche? ¿No te das cuenta de que eso es algo que hacen los psicópatas no más? 

Sí, ni un "hola", ni un "cómo te va, tanto tiempo". Nadie se espera que te abran la puerta diciendo algo así, y Palacios no es la excepción, porque se queda quieto mirándome fijo, como intentando contextualizarse en la escena.

— Vengo a hablar con Romi —responde seco, como si no me conociera.

— No creo que Romi quiera hablar con vos. Estoy súper segura de que te repitió mil veces que no quiere volver a verte.

— Por favor, Elena. Dejame pasar —ruega mientras niego con la cabeza—. Yo sé que me mandé una cagada pero necesito explicarle. La extraño muchísimo —la voz se le quiebra al decir eso último, pero no estoy dispuesta a dejarme llevar por su cara de sufrimiento barato. 

— Bueno lo hubieses pensado antes de cogerte a Karen.

— Sí, ya lo sé. Sé que lo que hice estuvo mal pero por favor, vengo a tratar de arreglarlo.

— No, Exequiel. No te puedo dejar pasar. Si te dejo, Romina me mata y te mata a vos. Ya fuiste, entendelo.

Estoy a punto de cerrar la puerta pero él me detiene. Claramente tiene más fuerza que yo, porque la sostiene con facilidad, en comparación con el esfuerzo extra que tengo que hacer para que no se meta en el departamento.

— Elena, haceme un favor, déjame sólo con ella dos minutos —pide con firmeza.

— ¿Y adónde pretendés que vaya? —pregunto hastiada. Intento no levantar mucho la voz y mantenerlo afuera a la vez para que Romina no lo escuche.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Donde viven las historias. Descúbrelo ahora