O6 - El vapor empañó los vidrios

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Ya está oscureciendo cuando empiezo a recibir mensajes de Gonzalo preguntándome si volvería a su departamento. En todo el día solo salí una vez, caminé una cuadra y me metí en McDonald's a comprar dos combos para llevar y comerlos en la cama con Romi mientras mirábamos series.

Ahora, ella se está quedando dormida, por suerte ya pudo dejar de llorar, deja su celular a un costado, que no para de vibrar por los mensajes de Exequiel.

—Deberías bloquearlo —le digo mientras la veo acomodarse.

—Nah, quiero ver cuánto tiempo pasa hasta que se canse de llorarme.

Muy en mi interior creo que él no la está llorando, pero no se lo pienso decir. Aprovecho un momento en el que se queda dormida para juntar mis cosas, pedirme un taxi y dirigirme al departamento de Gonza. Y es que a Romina la banco, pero no quiero pasar mi noche sola escuchando sus ronquidos y llantos, si puedo pasarla con Gonzalo. No hay mucho para pensar. 

Cuando llego, lo encuentro tirado en el sofá, mirando un partido de fútbol y tomando una cerveza. Solo se gira cuando escucha que cierro la puerta y dejo la llave en la mesa junto a las suyas. Sin apagar el televisor, se pone de pie, viene hacia mí y me abraza, preguntándome cómo estaba todo.

Me encojo de hombros.

—Normal, no sé. Está bajoneada, pero no sé si es peor que la última vez, creo que no.

—¿Y vos cómo estás? —pregunta acariciándome la cara.

Le sonrío.

—Bien. Vine porque no quería quedarme allá.

Él asiente.

—Me parece bien.

Entonces se acerca y comienza a besarme el cuello, y yo le dejo, pero cuando mete sus manos dentro de mi short, doy un saltito.

—Gonza, me tengo que bañar.

—El baño puede esperar —pronuncia contra la piel de mis hombros mientras va dejando besos cortos sobre ella.

Tomo sus manos y las aparto suavemente. Le doy un beso corto en la boca y niego con la cabeza.

—Estoy cansada, dejame darme un baño y después vemos qué hacemos —le digo acariciando la piel de su nuca. Él bufa, pero no le queda otra más que aceptar.

Se acomoda el pelo y vuelve a su posición en el sillón, mientras yo voy a su cuarto a buscar dos toallas y ropa que había traído en una mochila. A pesar de que hace calor en esta época del año, no aguanto bañarme con agua fría, tardo un poco en regular la temperatura de la ducha y mientras espero, busco una lista de música y me meto a bañar en cuanto suena la primera canción.

Un poco de shampoo en el pelo, cantando y bailando al ritmo de la música, con los ojos cerrados, casi ajena a todo lo que sucede. Estoy totalmente inmersa en mis pensamientos cuando me pongo el shampoo por segunda vez. Enjuago, el piso de la ducha se llena de espuma. Ahora, acondicionador, y el concierto que estoy dando es monumental.

Estoy tan distraída que pego un grito cuando siento que alguien se mete a la ducha conmigo.

—¡La puta que te parió, Gonzalo, me asustaste!

—¿Esperabas a alguien más? —me pregunta divertido.

Y no esperaba a nadie, pero me quedo dura como una piedra cuando lo veo ahí, completamente desnudo, con algunas gotas salpicándole la piel del pecho. Y cuando mis ojos bajan a su entrepierna, compruebo que no soy la única que está dura.

—¿Te jode si me baño con vos? —me pregunta tomando mi barbilla y haciendo que lo mire. Luego me empuja contra la pared fría de azulejos, me presiona contra ella con su cuerpo y comienza a besarme apasionadamente.

Sus manos en mi cintura, las mías enredadas en su cuello, y nuestros movimientos al compás, con la música de fondo.

El cuerpo de Gonzalo comienza a mojarse más y más por el agua de la ducha, y el mío también, no solo por el agua.

Su cuerpo se vuelve cada vez más cálido y comienza a jadear sin parar de besarme. Cuando se separa de mí, me mira con ojos intensos, y yo me siento tan indefensa ante su mirada masculina, que no puedo hacer nada más que rendirme, porque es imposible resistirme a él.

Gonzalo comienza a acariciar mi cuerpo, borrando todo rastro de espuma, y masajea una de mis piernas para luego levantarla, haciendo que la coloque a la altura de su cintura. El calor del agua hace que sus mejillas estén coloradas, y me sonríe cuando se acerca a besar mi cuello. Estiro la cabeza hacia atrás y cierro los ojos. Siento su pecho caliente contra el mío, no puedo esperar más a sentirlo adentro, pero él se hace desear, como si me estuviera castigando por haber elegido darme un baño en lugar de quedarme con él.

Vuelve a besar mi boca sin mover ni un centímetro su cadera. Bajo una mano y la apoyo ahí, esperando que entienda la indirecta, y él me sonríe a mitad del beso. La entendió.

Entonces me levanta ligeramente y me apoya sobre él, penetrándome con facilidad, quizás por lo mojados que están nuestros cuerpos. Comienzo a moverme lentamente y lo siento gemir. Se muerde el labio inferior y cierra los ojos. Lo está disfrutando tanto como yo, y eso me encanta.

Con sus manos sobre mi cadera, vuelve a levantarme y a dejarme caer, y el placer que siento es incomparable.

—Sí, Gonza —gimo sin poder aguantar. Eso parece activar algo en él, y vuelve a contener mis gemidos con sus besos mientras se mueve adentro mío.

Con embestidas firmes llega hasta el fondo, y va acrecentando el ritmo a medida que mis gemidos son más y más fuertes. Él me suspira al oído con voz ronca, y escucharlo así me estimula mucho más.

—No pares, Gonzalo —ruego en un hilo de voz.

Sus roces me llenan de calor más que el agua de la ducha, y él está completamente bañado en transpiración. El vapor del agua ya empañó el espejo y los vidrios, y adentro del baño solo se escuchan nuestros gemidos mezclados con el agua de la ducha y la música.

—No puedo más —me dice después de un rato moviéndose rápidamente, y llega al clímax adentro mío, haciéndome llegar también.

Presiona con fuerza mi cadera contra su cuerpo, y se mueve lentamente para arrancar los últimos suspiros de placer de mi cuerpo. Las piernas me tiemblan y tengo que sostenerme de él para no caer. Jadeando y con la respiración entrecortada, nos miramos sonriendo y Gonzalo me abraza y me besa, logrando que me apoye contra su cuerpo para recuperar el aliento.

Nuestros pechos suben y bajan, ambos estamos cansados, y no sé cómo vamos a hacer para terminar de bañarnos. Él vuelve a besarme, esta vez un beso lento y largo, y cuando se separa, me dice:

—Tenemos que hacer esto más seguido.


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