16 - Invitación

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» 14 de noviembre de 2018

Romina me avisa que se va a quedar a dormir en lo de Pala. No me modifica en nada, al contrario, me beneficia. Yo estoy llegando al departamento de Gonzalo, como hago siempre que ella se va a ver a su novio. Todavía no le conté nada, por eso aprovecho cuando sé que no va a estar en el departamento, para que no me controle los horarios de salida y llegada.

En la entrada me encuentro con mi amigo Víctor, el guardia de seguridad. Me deja pasar sin siquiera preguntarme a qué vengo. Elijo creer que es porque ya me conoce, pero en realidad sé que Gonzalo avisó que venía y solo por eso me está dejando entrar sin problemas.

El trayecto en el ascensor parece eterno, y cuando abre la puerta, el 29 de River me abraza con fuerza y me besa como si me hubiese extrañado toda la vida, a pesar de que nos venimos viendo casi todos los días.

— Hoy sí que no podés estar más hermosa —pronuncia contra mis labios porque tengo puesta la chomba blanca que me regaló hace unos días.

No puedo evitar sonreír. Le doy un beso más y me separo para entrar. El departamento, como siempre, impecable y con su olor. Estoy enamorada del lugar en donde vive, quizás porque adentro se respira Gonzalo Montiel por todos lados.

Le pregunto cómo se siente después del partido contra Boca y me dice que está tranquilo. No vi el partido pero sé, por los gritos de mis vecinos, que habían empatado. Me cuenta que este fin de semana sintió más nervios que en cualquier otro momento, primero porque iban a jugar el Sábado, pero se llovió la vida, y lo pasaron para el Domingo. Las piernas le temblaban, según él, hasta que comenzó a correr el reloj y se olvidó de todo. Todo esto me cuenta sentado en el sillón, con el televisor prendido y mi cabeza recostada sobre su regazo. Mientras me acaricia el pelo dice que al que más bronca le tiene es a Benedetto. Me río. Ni idea quién es Benedetto.

— Ah, no te dije. Pedí empanadas —agrega y se mete de lleno en un partido que están pasando en la televisión.

No me molesta ver fútbol, por más que no conozca a los equipos y mucho menos a los jugadores. Siento cómo el cuerpo de Gonzalo se tensa cada vez que cualquiera de los dos equipos se acerca al arco rival. Me causa gracia, y es lo único que me mantiene despierta, porque sus caricias me relajan tanto que mis párpados empiezan a caer. Me despabilo cuando se mueve un poco para que me levante. El delivery ya llegó, y aprovecho que él baja a recibirlo para buscar unas copas y un vino.

— ¿Un vino a mitad de semana? —me pregunta Montiel al verme con la botella en la mano y siento un poquito de vergüenza.

— Solo si me acompañás —respondo y le paso una copa servida.

Él la acepta diciendo que una copita de vino hace bien al corazón. Yo quiero tomar más de una copita, pero es muy Miércoles. Guardo la botella y, con la copa en mano, vuelvo a sentarme junto a él en el sillón.

Noto que estamos muy silenciosos. Él casi no habla por el partido que está mirando, así que comienzo a hacerle preguntas sobre eso. Verlo hablar de fútbol con tanta emoción me entusiasma aún más. Me recuesto nuevamente sobre su regazo, esta vez mirándolo a él, encantada por la forma en la que le brillan los ojos cada vez que me explica sobre las cosas que no entiendo. Quizás podría empezar a prestarle más atención a este deporte.

— ¿Te va otra copa? —me pregunta luego de un rato de silencio. Su voz suena cansada y puedo intuir que la noche ya se está terminando.

Rápidamente me levanto del sillón y busco la botella. Estas propuestas hay que aprovecharlas. Lleno las dos copas y me acerco de nuevo a su lugar, pero él no me deja sentarme a su lado, toma mi mano y hace que me siente a horcajadas sobre él, y apaga el televisor.

» CULPABLE - Gonzalo Montiel « Where stories live. Discover now