No digas que no

13 1 0
                                    


—Bien, vamos más lejos. Sabías que tu amiga —tomó una foto del tablero y me la acercó —fue violada, bueno abusaron de ella.

Pero que caraj...

—¡Oye! imbécil es conmigo no con ella —se acercó muy rápido y me tomó del cuello, apretando ligeramente de él.

—¿Crees que miento? aunque cualquiera lo haría muy bien, no? Todos en este pueblucho de quinta lo hacen muy bien, nadie se salva y es muy curioso cuando comienzas a buscar, lo fascinante que puedes encontrar si eres lo suficientemente astuto.

¿Pueblucho de quinta?

—¿Que mierda acabas de decir? es estúpido esa declaración, ella no ha sido tocada a menos que ella así lo permita.

—Cuida tu boquita y el cómo me hablas, no olvides que tu eres la que está amarrada y yo soy el que te secuestró, por ende no te conviene desobedecer.

Bufé y aparte la vista.

Luego de un rato me soltó y habló nuevamente.

—Te llegaran regalos y llamadas. Si no haces lo que digo una persona pagará el precio, desconocido, familia, amigos, puede ser cualquiera.

Pero qué dice, ok, cálmate y piensa.

No creo que esté solo en esto, no, debe haber alguien más, detrás de todo esto.

—¿Por qué haces esto?, ¿No lo haces solo verdad? —.me ignoró y siguió buscando en el tablero algo.

Se detuvo de golpe, al parecer encontró lo que buscaba.

—Bingo, mira la cara de tu amiga...

Mostró una foto donde no era muy clara y la iluminación no era la mejor, era ella. Mucho más joven, debió ser hace años. Su rostro estaba del lado donde la foto fue tomada, pero no mirando en ella. Sus ojos estaban ligeramente apretados y su cara era de disgusto, asco. La cara del hombre no se podía ver, sólo su cabello ya que su rostro estaba enterrado en su cuello.

—Caro...

—Ya ves que no miento —Dejo la foto en mis pierna, desapareciendo de mi visión.

Caro jamás me contó.

Aunque la entiendo, ella no sabía todo de mi y al parecer yo no sabía muchas cosas de Caro.

—Ya me aburrí, por hoy nos vemos, linda, dulces sueños.

Mi amigo el trapo me ayudó a dormir como un bebé. Desperté en el bosque, con mareo y partes de mi cuerpo palpitando de dolor. Me levanté de apoco mirando a todos lados. Después de unos dos minutos vi una luz era mi celular justo donde lo había dejado. Lo tomé rápido y me fui trotando.

Al llegar al auto arranque de una vez y cuando están lo suficientemente lejos me detuve.

Pero que carajos acaba de pasar?

Deje caer mi cabeza en el volante. Al llegar a casa me deshice de mi ropa y me mire en el espejo. Las pequeñas cortadas aún tenía sangre seca, mi cabello estaba lleno de tierra y mis muñecas y tobillos tenían marcas de las ataduras. Me duché.

Los recuerdos me llegaron de golpe.

Mis manos estaban ensangrentadas, su cuerpo yacía en el suelo y yo estaba arrodillada justo a su lado. Un charco de sangre lo rodea, sus ojos están perdidos en el vacío con sus pupilas dilatas y sus labios entreabiertos, tratando de tomar más aire. El rojo carmesí manchaba gran parte de mi cuerpo, cara, manos, mi vestido ya no era blanco, era rojo, todo rojo. Mis lágrimas caían en su cuerpo y las de él se perdían en el suelo. Parpadee varias veces y traté de dormirme. Pronto recordé que no podría, fui por una pastilla para dormir. Me tomé la pastilla y ya en la cama recordé una de las muchas cosas que me dijo el enmascarado.

"En una de las tantas habitaciones de tu grandiosa casa encontrarás la primera pista, solo debes saber buscar."

Al despertar me sentía calmada y mejor, gracias a la pastilla no tuve pesadillas y agradecí eso. Necesito buscar en cada habitación por esa pista.

—Oh, Tania estás aquí.

—No me llames así —bufo y tomó de su vaso de agua.

—Así te llamas, cambia de nombre y te llamo por otro —ella casi se ahoga en sí vaso de agua y yo aguante para no reí.

—Cómo sea. Hoy tienes que buscar el vestido para ir a la boda, no me mires así eso es tema cerrado.

—¿Por qué tengo que buscar un vestido? No puedo ponerme solo uno que tenga ya, es patético.

—No, debes dar una buena impresión y si me entero que no la diste atente a las consecuencias.

—Tienes que dar una buena impresión, blah blah —,susurre

El enmascarado, las habitaciones. Que no se me olvide.

—Bien, tu ganas —me dio una mirada de advertencia —lo prometo —le di mi mejor sonrisa.

—Bien, vamos que nos esperan. Desayuna, la modista te espera.

—Maddie linda, que gusto.

—¿Cómo estás?, Verónica.

—No perdamos tiempo. Ahorrémonos los saludos y el ser cordial. Necesitamos un vestido ya.

Soy grosera, se enojan. Soy cordial y dicen que me lo ahorre.

Quién las entiende, yo no. Ahh, si. Se me olvida, son mujeres.

Comenzaron hacerme probar vestidos.

—Cariño, que te paso?

Mierda. Las cortadas.

—Solo fue un accidente en la fiesta de Caro, no te preocupes —,trágate el cuento, trágatelo.

Dejó que pasara y continuamos cosa que agradecí.

Solo nos quedamos con dos vestidos, uno rojo muy bello, con la pierna afuera y un escote en la parte del pecho, ese era mi favorito. Solo porque a Tania le molestaba que pensara llevar ese. Y otro verde aguamarina, largo y de tiras. Era lindo y sencillo.

—Nos quedamos con el verde.

—No, a mi me gustó el rojo —su mirada me quería tragar —Bien el verde, pero me quedo con el rojo.

Por primera vez en mucho tiempo Tania sonreía gustosa porque estuviéramos de acuerdo.

Cuando se fue la modista y Tania salió con Nadine. Encontré mi momento y salí corriendo hacia las habitaciones. Comencé una por una, buscando en las mesas, cajones, debajo de las camas. Una tras otra habitación hasta que recordé algo que mi madre me dijo una vez, hace mucho que casi lo olvido.

Maddie, querida no puedes entrar nunca en esa habitación ok? ¿Prometes no entrar?

Ja! Gracia cabeza, hasta que te dignas a ayudarme.

Casi en lo último del pasillo llegué, la habitación a la cual no me dejaban entrar desde pequeña. Decían que era peligroso, que nada bueno había ahí y que estaba vacía. Hasta me mintieron diciendo que la abuela murió ahí y eso me daba miedo, que su fantasma me espantara. Hasta que crecí y descubrí que la abuela murió en el hospital, pero ya para ese entonces había olvidado la habitación. Bueno era hora de volver y descubrir qué era lo que ocultaba esa dichosa habitación a la que no me permitían entrar. Estaba un poco aterrada, no por lo que encontrará, si no porque no encontrará nada.

Deadly LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora