La luz despues del tunel

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Su nombre es Mandy, estudia criminología. Tiene, veintitrés años pronto viente cuadro. Todos sus logros, su vida en un papel. Debía hablar con Theo y Caro. Así lo hice no tardaron en llegar. Caro lloro mucho, Theo y yo la apoyamos. Conseguí la información de los responsables de sus agresión.

Esa noche, fuimos a por ellos, Theo les dio una paliza junto a un grupo de personas. Luego los entregamos a la policía con pruebas. Caro debía ir a juicio, pero así lo decidimos, era hora de enfrentarlo.

Theo nos llevo a un lugar a destrozar cosas. Se sintió tan bien, expulsamos todo. Les conté sobre toda mi tragedia y aceptaron ayudarme en mi plan. Mañana sería el día.

Me puse en contacto con Mandy, acepto que nos viéramos. Era muy temprano, me aliste y salí a nuestro encuentro. Estaba en la cafetería asustada, tal vez ella me odie, no la culparía.

—¿Eres Maddie? —tocaron mi hombro.

Me levanté volteándome. No lo podía creer. Era ella. Media casi lo mismo que yo, su cabello era negro al igual que sus ojos. Tenia pecas en su pómulos y no lleva maquillaje, era muy linda. Me sorprendió el parecido, aunque ya la había visto en fotos.

—Hola, ¿cómo estás?, ¿que quieres de beber? —me emocione.

—Un té está bien, gracias —me sonrió.

Me contó su historia. Cómo vivió en un orfanato por un año, luego fue adoptada y al cumplir los dieciocho sus padres adoptivos murieron. Ya que eran señores de tercera edad. Le dejaron todo. Aún así continuó, ella sintió curiosidad por su familia adoptiva y decidió buscar. Así llegó a nosotros. Me contó sobre lo mucho que le gustaba su carrera y yo le conté cómo me iba. No la verdad cruda, solo la mejor parte.

Me sentí aliviada de que esta bien, le hice saber que podía contar conmigo y que estuviéramos en contacto. Le conté que nadie sabía que nos veríamos, le conté mi plan y la invité a mi casa hoy para la gala. Acepto, me dio su dirección, le envié ropa para hoy y maquillaje, por si algo.

Volví a mi casa para alistarme. Theo, Caro y Lucas están al día sobre el plan de hoy. No armaría un escándalo. Solo debían saber mis padres. Los apartaríamos en silencio.

Llegó un mensaje.

–Estoy al frente de tu casa, ¿estás?

Sonreí y salí hacia la puerta.

—¿Se le ofrece algo, señor? —me burle.

—Eso fue rápido.

—Por supuesto, el servicio aquí es lo mejor.

—¿También tiene buen servicio con muestras de afecto?, me interesa —extendió sus brazos.

Lo abrace —¿que haces aquí? Deberías estar preparándote para la gala —lo regañe.

—Soy hombre, ¿recuerdas? —cierto, no demora ni media hora —te vine a llevar a una cita.

—¿Ahora?, ¿hoy?, Debiste avisarme —lo regañe.

—Se que tienes mucho en la cabeza, pero por esa misma razón —me saco de la casa y cerró la puerta.

—Espera, no saque nada. Sabes, todo lo que veas cuesta dinero —me iba a devolver.

Pero me yo o de la mano, caminando.

—Yo invitó, si digo que te llevaré a una cita, es porque yo pagaré. Todo, sin reproches —iba a reprochar, pero abrió la puerta del auto y entre.

Fuimos a un centro comercial, el más grande de la ciudad. Terminamos en los juegos de un Arcade. Cual de los dos fuera más competitivo, jugamos la mayoría de los juegos. La pase muy bien, hace tiempo no lo hacía, como se concentraba jugando, sus gestos eran tiernos y chistosos.

—¿Te divertiste? —estábamos en la fila para reclamar un premio con los pases que ganamos.

—Por supuesto, gracias, en serio —apreté sus cachetes y hizo un puchero.

—Lo haré todas las veces que pueda, con el mayor placer —arrugue mi nariz sonriendo —bonita.

Ay! Mi estómago.

Nuestra atención se fue a la de un niño que lloraba adelante de nosotros. Había ido a ver la vitrina y sus puntos no alcanzaban para el juguete que quería. Debía elegir otra cosa o salir de la fila. Los papás estaban desesperados por su rabieta.

—¿Puedo preguntar cuantos te faltan? —me agache, llamando la atención del niño.

—Diez —sorbió su nariz.

Conté los nuestro. Teníamos doce, le di los Díez.

—No tiene por que, en serio —la mamá se apresuró.

—No pasa nada, el seguro lo quiere más que yo —le sonreí.

El niño se limpio las lágrimas y los tomo. Agradeciéndome. Salto y le dio los tickets a la señora recibiendo su juguete. Se giró y se despidió de mi moviendo su mano. Hice lo mismo.

—Lo siento, no te pregunte —mire a Lucas apretando mis labios.

—No pasa nada, tienes razón. El lo quería más —asentí y nos acercamos a la vitrina —yo ya tengo lo que quiero. No necesito más.

Empuje su brazo con el mío. Elegimos una manilla, solo nos alcanzaba para eso. Fuimos por helados, mientras entrábamos a tiendas a ver cosas.

—Ya vengo voy al baño un segundo —asintió, me acerque a la chica que tenía un morral —Que pena, pero podrías prestarme un marcador o un bolígrafo, Por favor?

Salí del baño enseguida.

—¿Que ves? Lindo —me acerque a Lucas, tomando su mano.

—¿Que es eso? —le ponía la manilla que ganamos.

—Cuando me extrañes, solo cuando lo hagas en realidad, quítatela y ve el mensaje —la apreté muy fuerte.

Era una manilla negra, delgada y sencilla, por suerte la chica tenía plumón plateado.

Asintió extrañado.

—Espera justo aquí —entrando a la tienda, espere unos minutos, salió enseguida.

Tomó mi mano y puso un llavero en ella.

Lo mire, era un piano, sonreí. Era muy lindo. Seguro costo más que la manilla que el tiene. Maldición.

—¿Te gusta?

—Me encanta, muchas gracias —me incline y le di un pico en el cachete.

—Cuando haces cosas así. Me dan ganas de meterte en una caja y guardarte.

—Que cursi, señor Wellsley —me burlé y pellizco mis cachetes, tuve que quejarme.

Luego me dejo en mi casa. Me arregle y salimos para la gala. Tania y yo. Me puse el vestido que Tania no me dejo usar el día de la boda. El rojo. Hoy sería una noche muy caótica y que mejor que vestirse bien para una tragedia.

Deadly LoveWhere stories live. Discover now