Encuentros no deseados.

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Entrando a la primera habitación que vi.

—¿Les arruinaste la noche? —su voz de burla. Me hizo sonreír.

—Casi —camino hacia el, pero mi tobillo se dobla ligeramente.

Me sostiene de los brazos, agradezco que estuviera ahí, si no. Me hubiera caído. Me duelen los pies y ebria. No puedo. Su colonia era fuerte, sus brazos se sentían fuertes en mi. Me acerque y alejo sus brazos.

—Estás muy ebria, deberías tomar algo o comer —.sugirió.

—Es chistoso, Tania no le dejo comer en todo el día, mala idea tomar sin comer —sonreí.

—¿Quien es Tania?

—Mi madre —,luego ella pasó a un segundo plano —Lucas...

—¿Necesitas algo? —me miro preocupado.

Asentí —¿Me dirás qué quieres? —se encogió de hombros.

—¿En serio quieres saber qué es lo que quiero?

Sí, no. No se.

—¿Por qué creer que lo preguntaría?

—Es curioso, siempre contestas una pregunta con otra, cuando te sientes acorralada.

No dije nada y él se acercó, con sus manos en sus bolsillo.

Estas bajo el efecto de un poco de alcohol, no mucho, pero si lo suficiente para hacer algo de lo que te puedes arrepentir o no, quién sabe.

—No lo sé, quieres tú, que yo sepa que quieres? —Me encogí de hombros, ahora siguiendo su juego.

—Lo que quiera ahora, tal vez no puedas dármelo.

—Pruébame —lo rete.

Claro, no te podías tragar tus palabras, tenías que abrir tu bocotá. Es que la niña, nunca se calla y le molesta perder.

Su sonrisa apareció y se remojó sus labios dejándolos rosados y húmedos.

No me moví ni un sentimiento y no sé por qué. Mi corazón, no sabía si se detuvo o corría rápido, quería moverme, ¿pero que haría? Tomo mi cuello y se acercó más, privándome de mi espacio personal. Podía ver sus ojos grises dilatados, sus pequeños lunares que estaban regados por toda sus cara, siendo visibles ahora. Al tocarme mi piel se erizo, pero su tacto cálido la calmó de inmediato.

—Eres muy narcisista —fue casi como un susurro —No te soporto.

Levantó su comisura derecha un poco.

—Lo soy, lo se —respondió de igual forma, susurrando, su aliento a menta invadió mi espacio.

No se que me pasó, juro, juro, juro que él sería el que me besaría o que solo me provocaría más, solo para molestarme.

Cómo ninguno hacía nada, no sé por qué lo hice, tal vez por dejarme llevar del momento, por su cercanía, por mis hormonas o el alcohol. Tomé su corbata acercándolo bruscamente y no lo pensé dos veces, estampe mis labios sobre los suyos. Al principio se tenso y pensé que no haría nada, pero luego de unos segundos, me llevo contra la pared y comenzó a mover sus labios contra los míos. No fue un beso lindo, delicado, no, fue lleno de deseo, lujuria, salvaje.

Sus labios se sentía tan cálidos, suaves, húmedos y me apetecía cada vez más. Sus manos ágiles tomaron mi espalda, luego mi trasero, dando apretones y cada uno eran acompañados de gemidos reprimidos. Tomó mis muslos, me levantó colocándose entre mis piernas, tenía mis piernas enganchas a sí. Mis manos pasaron a su cabello desordenándolo. Su lengua aterciopelada rozó con la mía, seguido le dio un pequeño mordisco a mi labio y descendió por mi cuello dejando besos húmedos, pequeñas mordidas y lamidas en el.

Nuestras respiraciones eran un completo desastre, le dio un pequeño mordisco al óvulo de mi oreja y involuntariamente levante mi rostro, mirando el techo con hermosos adornos, luego no veía nada, cerraba mis ojos y, hacía mucho calor, Dios, que calor! esto se siente tan bien!, Pero está tan mal. Lo sé, como me enfada, algún día no me importara ser altruista, pero eso es en muy pocas ocaciones.

No perdió tiempo y me beso una vez más, esta ves más lento, suave y su mano apretaba levemente mi muslo. Ese acto me hacia perder la cabeza y desear mas.

—Debemos parar...

—¿Deberíamos? —su voz sonó ronca y aterciopelada.

Era tan complicado, no escuchaba nada de lo que trataba de decir, aunque mi mente decía que estaba mal y debía reaccionar, mi cuerpo no cedía, eso era obvio.

Puse mis manos en su pecho apartando lo cuidadosamente, sus ojos se abrieron dejando ver sus pupilas dilatadas, sus labios entreabiertos y rosados, y su cabello demasiado revuelto lo hacía ver bien, lo admito. Solo por un momento nuestras respiraciones hacían eco en aquella habitación hasta poder organizar mi mente y saber que es lo que diría.

—No creo que esto esté del todo bien.

Con su dedo pulgar rozó mi labio inferior llevándolo unos centímetros abajo, nuevamente mi cuerpo me fallo y estos se abrieron, cuando me di cuenta estaba viendo sus labios y la sonrisa llena de lujuria que provenía de éstos, pasando mi vista a sus ojos.

—¿Y cuándo has seguido las reglas tú? —rebatió.

No lo puedo creer, hasta sus comentarios no pedidos suenan bien viniendo de él.

Estúpida, ¿qué te pasa?, todo es tú culpa, alcohol.

—Muy chistoso, ahora será mejor que me vaya antes de hacer una locura.

Ya lo estoy ocasionando.

—¿Siempre huyes? —su pregunta me desconcertó por completo.

—No siempre —me apoye en sus hombros y baje mis piernas tocando el suelo y quite mis manos.

No quería que esto siguiera, o tal vez si lo quería, pero no era el momento y solo lo estaría usando y por más que eso me ayudará por un momento, no lo haría.

—¿Por qué huyes ahora? —remojo sus labios y menee la cabeza.

—Te importaría si te pregunto algo muy personal?—se encogió de hombros negando —¿Cómo haces para vivir con padres separados en la misma casa?

Lo pensó, esperaba que explotara o me insultara. No lo hizo.

—No es tan malo, casi nunca los veo y nunca se ven entre ellos.

Estaba serio, pero no enojado.

—¿Te llevas bien con alguno?

—Mi madre —asintió.

—Que bien. ¿Cómo es ella? —ya no estaba mareada.

—Es la mamá que todos deberían tener.

—Que suerte tienes —le sonreí.

Si la vuelta y salí antes de seguir con esa conversación.

Deadly LoveOnde histórias criam vida. Descubra agora