Capítulo 2: Detrás de ti

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Jean •
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—¡Jean Kirschtein!

Al principio no reconocí esa voz, pero sabía que la había escuchado antes, y resultaba muy familiar pronunciando mi nombre. Me giré para saber quién me llamaba, y entonces la vi ahí, tras de mí.

—Rose...

—Ah, me recuerdas —dijo con una sonrisa mientras ladeaba un poco su cabeza.

—Y tú a mí —respondí sonriendo igual.

—Claro, cómo olvidar a aquel que causa un efecto mágico en las chicas.

Desvié la mirada, recordando lo vergonzoso de esa vez. Aquel día, cuando llegamos de regreso a nuestros dormitorios, Connie se encargó de contarle a todos los chicos en la cabaña el ridículo que hice frente a Rose, causando que le diera un buen golpe. Aunque, la verdad es que no me había desanimado cómo resultaron las cosas en esa ocasión, después de todo, ella dijo que me vería una próxima vez.

Y aquí estaba, mirando hacia mí divertida, con unos ojos risueños y el cabello en una coleta despeinada, llevando puesto un vestido largo que parecía quedarle algo grande, con un par de cestas en las manos y una mochila a la espalda. No había terminado de observarla, cuando interrumpió mis pensamientos y me devolvió a la realidad.

—Bueno, ya puedes dejar de verme así. Sólo era un chiste —dijo, ahora con una expresión confundida en su rostro.

—Lo siento..., estaba recordando algo...

—¡Jean! ¿No vienes? —Marco y los demás ya habían avanzado por los puestos.

—Tú sigue Marco, ahorita los alcanzo —volteé de nuevo hacia Rose, quien ahora parecía no saber qué hacer— ¿Vas a comprar también?, podemos hablar mientras caminamos.

—Ah, sí... —volvió a relajarse y comenzó a avanzar con una sonrisa despreocupada— Vamos.

Empezamos a caminar por el mercado hablando de cosas sin importancia, como el aumento en el precio de la carne, la rivalidad entre algunos locales de la calle, las tareas que nos encargaban a los cadetes y las rarezas de la gente del Culto de las Murallas. Seguíamos platicando tranquilamente y diciendo tonterías hasta que un grito nos distrajo.

—¡Niña, suelta eso! ¡Vas a tener que pagarlas! —al otro lado de la calle una señora sacudía las manos intentando alejar a Sasha de unas bandejas con galletas.

—Lo lamento, ella normalmente no es así —dijo un Armin nervioso apartando a Sasha del local y sacando unas monedas de su bolsillo— Tome, ya nos vamos.

—Entonces... ¿esos son tus amigos, cierto? —dijo Rose con una sonrisa mientras paseaba la mirada por el grupo de cadetes que venían conmigo.

—Bueno —me rasqué la nuca volteando a verlos de nuevo— yo no los llamaría amigos, más bien son... mis compañeros.

—¿Dices que viven juntos y haces todo con ellos pero no son tus amigos? —preguntó incrédula— ¿Qué les hiciste para que no te quieran?

—¡Oye! No les hice nada, sólo... somos muy diferentes —respondí a la defensiva— Mira.

Me paré detrás de ella y la sujeté por los hombros para girarla un poco. Ella me lanzó una rápida mirada confundida, pero no dijo nada. Me di cuenta de que quizás me excedí con la confianza, ya que, después de todo ni siquiera nos habíamos tocado antes. Apenas estaba considerando la idea de soltarla cuando volteó hacia mí otra vez, ahora con lo que parecía algo de rubor en sus mejillas.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADAWhere stories live. Discover now