Capítulo 25: Ciudad Subterránea

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• Rose •

—¡Verga! Ya valimos verga —exclamó el doctor.

—¡Mylo! ¡Compórtate!

—A nadie le importan mis modales en este momento más que a ti, Karina —replicó el pelinegro mientras caminaba deprisa entre los pacientes.

Faltaba poco para que atardeciera cuando los soldados dieron aviso en la ciudad de que algunos titanes habían cruzado la Muralla Rose y toda la población debía ser evacuada lo antes posible. "No de nuevo" fue lo primero que pensé, e inmediatamente después me pregunté por la Legión. Su expedición había sido ayer por lo que hoy ya deberían estar de regreso, pero aún no sabía nada de ellos. No tenía ni idea de dónde estaba Jean, si seguía vivo o si tendría que enfrentarse a esta crisis al llegar.

En el hospital estábamos como locos buscando transporte y maneras de llevar a los pacientes más inestables. La desesperación y pánico se estaban esparciendo por la ciudad como pólvora, aun y cuando nosotros contábamos con muchos recursos. No quería ni pensar en la situación en la que estaban los pueblos más al sur y perdidos a lo largo de la Muralla.

—¡Rose! —mi madre estaba afuera de la entrada del hospital, sosteniendo a Appa de sus riendas.

—¡Mamá! Qué bien que estás lista —fui hacia ella y hablé de prisa— Quédate cerca de los soldados y no te separes de tu grupo...

—Espera ¿No vendrás conmigo?

—Me necesitan aquí. Y me sentiré más segura si te adelantas y dejas que Appa te lleve —me lanzó una de esas miradas de madre en la que muestran su desaprobación. Tomé su mano y traté de poner la mirada más confiable posible— Estaré bien. Voy detrás de ti.

Era probable que ella no quisiera admitirlo en voz alta, pero ambas sabíamos que yo había madurado lo suficiente como para valerme por mí misma. Fue por eso que me alentó a venir de regreso desde Karanese en primer lugar. Sin embargo, estar bajo la amenza de titanes no era algo que se afrontara con madurez. Aun así, yo tenía una responsabilidad que cumplir, y supe que ella lo entendió cuando bajó la mirada y suspiró con fuerza.

—De acuerdo... ¡Mylo, te encargo que cuides a mi hija!

—Mamá, no soy una niña —me quejé por lo bajo.

—¡Entendido, Johanna! —gritó el hombre a lo lejos, alzando un pulgar.

—Para mí siempre serás mi bebé —me dio un beso fugaz en la frente y acarició mi mejilla antes de volver a subir al caballo y avanzar.

La parte sur de la ciudad ya estaba prácticamente vacía, de manera que las personas comenzaban a amontonarse en las calles para escapar al norte. A unos cuantos edificios del hospital alcancé a distinguir la trenza rojiza de Cristina deslizándose entre la gente, con Darius a su lado, tratando de seguirle el paso. Sonreí ante la escena y volví al interior del hospital.

El recorrido fue estresante más que cansado. Cada sonido a lo lejos y cada sombra que se movía eran confundidos con titanes en un segundo, haciendo que casi se perdiera el control en un par de ocasiones.

Atravesamos por el Distrito sur de la Muralla Sina, Hermina, para dirigirnos a la Ciudad Subterránea, el único lugar en el que estaban admitiendo a los refugiados. Conforme la gente seguía llegando, nosotros y los habitantes de la ciudad teníamos que apretujarnos más y más en un lugar que de por sí ya batallaba para sostener a su propia población.

Nos asignaron áreas en las que podíamos quedarnos y un número bastante limitado de camas. Justo habíamos acabado de establecer a nuestros heridos y enfermos y me disponía a cerrar los ojos un momento para descansar, cuando noté al par caminando hacia mí.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADATempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang