Capítulo 54: ¿Estás ahí?

320 58 15
                                    

• Jean •

Otro hachazo.

Reiner comenzó a maldecir por lo bajo, tirando una y otra vez sin poder sacar la hoja de metal del tronco que había intentado partir en dos. Algo difícil de creer para un tipo con semejante fuerza bruta. El problema era otro.

-¿Necesitas ayuda, debilucho? -pregunté con una sonrisa divertida, aunque no pareció escucharme.

-Lo estoy haciendo otra vez... Es un maldito deja vu... -se quejó, más para sí mismo que hablándome a mí. Me acerqué.

-¿Qué cosa?

-Esto. -Señaló con los brazos abiertos a nuestro alrededor- Estar en un territorio que no es el mío, trabajando para que la gente pueda subsistir, mientras hablo con dos amigos sobre nuestra culpa en tal situación y qué mierda haremos ahora.

Volteé discretamente a mi espalda. Connie estaba escuchando también, unos metros más atrás de nosotros. Tras una respiración profunda habló en voz baja desde su lugar:

-Al menos esta vez puedes ser honesto. -El rubio tragó saliva, adoptando esa postura que indicaba que estaba a punto de pedir disculpas. Connie lo detuvo con un gesto con la mano- No lo dije por eso. Hablo de que esto es horrible, pero agradezco no tener que llevar la carga de fingir ser algo que no soy por mi pueblo. Estarás bien esta vez, Reiner. Lo haremos bien.

-Además... -tanteé- Hubo demasiados factores involucrados, y al final la decisión de iniciar el Retumbar fue de Eren. No fue nuestra culpa.

-Pero ¿cómo puedes decirlo tan segu...?

-No. Fue. Nuestra culpa -lo interrumpí- Porque de no hacerlo sé que terminaría como tú, y antes muerto. -Cerró la boca, derrotado. Connie pasó a mi lado, regañándome con la mirada fuera de la vista del rubio, para luego llegar con él y ponerle una mano en el hombro.

-Tal vez sea mejor que vuelvas a la casa. Descansa un poco y más tarde podrías ayudar a Pieck con la organización de las rutas de entregas de víveres.

El hombre vaciló un segundo, pero finalmente asintió y tomó el hacha y la mochila que traía. Después de despedirse emprendió el breve viaje de regreso a la ciudad en la que nos alojábamos.

Sí, definitivamente Connie tenía razón en que era mejor se esta forma. Reiner había estado gritando en sueños las últimas tres noches. Según Armin, su compañero de cuarto, el mayor terminó por preferir quedarse despierto para no arriesgarse a tener alguna pesadilla sobre Eren, Marco o Bertholdt, que eran las más recurrentes.

Claro que, todos teníamos de esas. Una pequeña parte de mí pensaba que era justo que él las sufriera. Pero entonces esa voz en mi conciencia decía que, en tal caso, era justo para cada uno de nosotros. Mi amigo lo entendió antes que yo, tal vez por el remordimiento de conciencia que le ocasionó el casi alimentar a su madre con Falco. Pero, como fuera, su ejemplo me ayudó a hacer las paces con los exguerreros, hasta donde era posible.

Me disponía a seguir con mi trabajo de cortar leña, tarareando la melodía de una canción que llevaba años conmigo, como un mantra que me tranquilizaba. Sin embargo, noté que Connie aún tenía la vista fija en el camino por donde se fue Reiner. El ceño fruncido y la mandíbula apretada.

-Es muy injusto... -Apenas tuve tiempo de preocuparme de que se refiriera a algo relacionado con el rubio cuando pasó a explicarse-: Aun después de todo lo que sucedió, siguen viendo a los eldianos como una raza de demonios. Y entiendo más que nunca el odio a la isla porque están aterrados; pero todas las personas aquí sufrieron lo mismo y ninguna es responsable del Retumbar. Entonces ¿por qué sólo a nosotros nos tratan bien?

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADAWhere stories live. Discover now