Capítulo 13: Confesiones

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• Rose •

Luego de un tiempo sin ver a mi mejor amiga, Cristina y yo habíamos acordado encontrarnos en la orilla del río donde solíamos jugar de niñas. Yo estaba sentada con los pies en el agua cuando la escuché llegar, volteé para saludarla con la mano y me respondió el gesto. Al llegar a donde estaba, dobló la tela de su pantalón y se sentó junto a mí.

—Hola, mentirosa —dijo como si nada.

—¿Huh?

—Me oíste bien, dije ¡mentirosa! —gritó, exagerando sus gestos.

—¡Oye!, ¿qué te pasa?

—¿¡A mí!? La cosa es ¿qué pasa contigo? —reclamó, a la vez que me apuntaba con el dedo— Por meses has estado yendo de un lugar a otro sólo para estar con Jean Kirschtein, "tu amigo", con quien insistes en decir que no tienes nada. Pero sabes qué, ayer mi hermana me dijo que ella y sus amigas del club de lectura los vieron en la biblioteca muy cariñosos hace unos días.

Mis mejillas estaban ardiendo. Es cierto que habíamos ido a la biblioteca, pero no era como lo hacía parecer. Un día lo llevé ahí antes de ir al mercado porque encontré un libro en el que se mencionaba el mar, aunque no explicaba nada al respecto. Hace tiempo me había confesado que el libro del que me habló en realidad era de Armin, pero creí que de todas formas podría interesarle lo que había hallado.

—¡Te dije que no hablaras sobre el mar! —me regañó Jean cuando saqué el libro del estante.

—¡Cállate! —dije en voz baja, cubriendo su boca con mi mano— Sólo veamos qué dice.

Estuvimos ahí unos minutos, hablando en susurros y estando uno junto al otro mientras pasábamos las páginas del libro. Al final no encontramos nada y nos fuimos juntos, pero tampoco había sido como lo retrataba Cristina.

—Bueno, eso no pasó así... —empecé a explicar.

—¿Cuándo le vas a decir que estás enamorada de él?

Quedé muda, sorprendida por lo directa que fue, aunque debí haberlo visto venir de su parte.

—Yo no... —me miró con incredulidad, no podía mentirle— No le diré nada, eso no cambiaría las cosas. Sí somos sólo amigos... que se gustan, pero se va en cuatro meses así que no hay nada más qué hacer.

—Se me ocurren muchas cosas que podrían hacer...

—Hablo en serio —dije lanzándole una mirada cansada— Se sonroja si lo miro y siempre aparta la vista —omití que yo hacía lo mismo— Dejaré las cosas así.

—Bien, como quieras —cedió en un tono poco convincente.

Cambiamos de tema y seguimos charlando entretenidas hasta que me dio una palmada en el brazo.

—Ahí viene otro de tus chicos —dijo sonriente.

—¿Qué?

Seguí su mirada y de inmediato volví a girar el rostro hacia el río. Darius caminaba llevando una carretilla a unos metros de nosotras.

—¿Y si se te declara? —susurró en broma.

—Ay, por favor. No hemos hablado en meses ¿No crees que ya lo superó?

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora