Capítulo 15: Escucho a alguien

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Köln de Corey Kilgannon es la canción que se tararea en este capítulo y que sirve de ambientación para el mismo.

• Rose •

-Y odio a las arañas, creo que ocho patas son más de las que cualquier ser vivo debería tener -dijo Jean, mientras pateaba una piedrita al avanzar.

-¿Qué me dices de los ciempiés?

El castaño se detuvo, con los ojos muy abiertos y el cuello tenso.

-No había pensado en eso -respiró con fuerza y sacudió la cabeza- Esas cosas no son naturales. Si por mí fuera, no existirían.

Solté una risa y le di un empujoncito para que siguiera caminando.

Jean y yo habíamos dicho que nos veríamos hoy en el campo junto a la ciudad, como solíamos hacer. Cuando llegué lo encontré esperándome con una de esas camisas de botones a las que ya estaba acostumbrada y un saco verde, mientras que yo llevaba un vestido de los simples que mi mamá había hecho para mí, pero que tardé una considerable cantidad de tiempo en escoger.

Durante un rato recorrimos las calles para pasar el tiempo mientras charlábamos, y seguimos así hasta que quisimos descansar. Entonces nos sentamos tras uno de los edificios de las Tropas de Guarnición. Ignoraba qué era lo que pasaba a detalle en ese lugar, pero sabía que ahí se encontraban las celdas en las que encerraban a los ebrios que se peleaban en los bares y que de ahí mismo era de donde salían los soldados también apestando a alcohol, aunque la gente de la ciudad parecía haber acordado ignorar ese detalle.

Con las espaldas recargadas en la pared de ladrillos continuamos hablando de temores y hábitos de nuestra niñez, hasta que en un momento ambos guardamos silencio, mientras el cielo sobre nosotros comenzaba a teñirse de naranja y las aves cruzaban volando de un edificio a otro.

-Es una vista muy bonita -dijo el castaño.

Giré para responder, cuando noté que tenía la mirada puesta en mí.

-¿De qué hablas?

-Pues Dokanes... es una linda ciudad -contestó volteando al frente.

-Claro -dije con una pequeña sonrisa- Desde aquí también tengo una bonita vista.

Sólo pasaron unos minutos, cuando Jean declaró en tono apagado que debía volver al centro de entrenamiento. Antes de que pudiera evitarlo, le dije que iría con él y me puse en marcha hacia el camino que debía tomar.

Entre la plática y las risas llegamos antes de lo que hubiera querido, deteniéndonos delante del portón en la cerca que rodeaba el terreno de la escuela. Jean se paró frente a mí y miró hacia el cielo con el ceño fruncido.

-Esta oscureciendo, no debí dejar que me acompañaras hasta acá.

-Jean, sé llegar a mi casa de noche -protesté divertida- No avisé a qué hora volvería, pero no tengo pendientes por hacer, así que no hay problema con que llegue tarde -y agregué sin pensar- De hecho me quedaría más tiempo contigo si no tuvieras que irte.

Me miró por un segundo, sin ninguna expresión en el rostro, y se acercó más.

-¡Entonces hazlo! -exclamó tomando mis manos- Quédate.

-¿¡Qué dices!? Me gustaría, pero yo no puedo entrar y tú tienes que ir a reportarte...

-Entraré por aquí y luego saltaré la cerca que da hacia el bosque tras las cabañas -interrumpió, señalando el recorrido que planeaba seguir- Tú sólo tienes que esperarme de ese lado.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora