Capítulo 7: Sin citas

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• Jean •

-¿Cómo te fue en tu cita de ayer? -preguntó Marco con una sonrisa, a punto de llevarse la cuchara con su desayuno de vuelta a la boca.

-¿¡Huh!? -exclamé- ¿Cita?

-Sí, Jean. -dijo Eren al otro lado de la mesa, exagerando las palabras en un tono de burla- Con esa chica de Dokanes.

Me congelé por un momento, sin saber qué decir. Rose y yo no habíamos tenido una cita, sólo acordamos un día para vernos, porque jamás había suficiente tiempo con el mercado y los entrenamientos. Eso fue todo.

-Ni siquiera recuerda que nos dijo que iría con ella -continuó Eren, dirigiéndose a Armin esta vez- Te dije que lo había inventado para que creyéramos que las chicas le hacen caso.

Las tonterías que decía ese idiota me trajeron de vuelta a la realidad, haciendo que reaccionara de inmediato y salpicara de mi bebida en la mesa.

-Oye imbécil, ¿qué te pasa? -solté molesto- Yo nunca les dije que era una cita.

-Pero, ¿que acaso no fuiste a ver a Rose? -preguntó Armin confundido.

-Sí ¿Qué con eso? -dije.

-¡Nada! -interrumpió Marco con las manos alzadas para calmarme- Tienes razón, Jean, nosotros nos confundimos. Sólo olvidemos esto y terminemos de desayunar.

Lo volteé a ver alzando una ceja, dudoso de su repentino cambio de actitud, pero hice caso de lo que dijo y seguí comiendo. El silencio se hizo presente sobre nuestra mesa durante ese rato, sólo con el sonido de los trastes y la charla del resto de los cadetes de fondo. Cuando terminé mi plato me levanté, asintiendo con la cabeza hacia Marco.

-Nos vemos -le dije y comencé a caminar hacia la salida.

-No lo presionen... -fue lo único que alcancé a escuchar del pecoso.

Nadie volvió a mencionar el tema el resto del día, por lo que decidí no darle importancia. En las semanas siguientes las cosas siguieron siendo igual de tranquilas y yo continuaba alegrándome cuando coincidía con esa chica bajita y despeinada, quien siempre lograba sacarme una sonrisa luego de un mal día o un entrenamiento particularmente innecesario y agotador.

La vida diaria en la tropa 104 era cansada, molesta, aburrida y desesperante, pero al menos había encontrado personas especiales. Una que me animaba con su charla y personalidad, pero que tendría que dejar atrás cuando me largara para siempre de este lugar; y el gentil y desinteresado de cabello negro, que esperaba pudiera unirse a mí en la Policía Militar.

• Rose •

Conforme pasaba el tiempo, la amistad entre Jean y yo se volvía más fuerte, haciendo que no pudiera ignorar el cariño que había llegado a sentir por ese chico. Aun con esa actitud orgullosa e impulsiva que solía mostrar, sabía que cuando estábamos juntos él se permitía relajarse y dejar las apariencias, al menos la mayor parte del tiempo.

Había momentos en que me sorprendía a mí misma buscándolo con la mirada por las calles o esperando ansiosa los días en que nos veíamos por las tardes. Justo ahora caminaba distraída junto a Cristina, mirando a las personas que salían dando vuelta en las esquinas, en caso de que alguna de ellas fuera Jean.

Después de salir de la escuela, mi amiga y yo tomábamos el mismo camino rumbo a nuestras casas. Cristina era una chica de piel clara, más alta que yo, de cabello rojizo y una risa que podía escucharse a kilómetros. Actualmente teníamos unas clases juntas, pero nos conocíamos desde que éramos pequeñas y salíamos a jugar y nadar al río que quedaba cerca de Dokanes.

Hasta ese momento las dos habíamos estado en silencio, cada una pensando en sus propios asuntos. Pero entonces habló, distrayéndome de mi búsqueda inconsciente del chico castaño.

-Darius estuvo viéndote mucho hoy en clase -dijo divertida, mirándome de reojo.

-¿Qué? -solté, tardando en comprender lo que había dicho- Estás inventando cosas.

-¡Claro que no! Creo que le gustas -continuó entusiasmada- Aunque es muy tímido para invitarte a salir, pero yo puedo darle un empujón si tú estás interesada.

Salir con chicos, eso es algo sobre lo que no había pensado mucho. Claro que algunos me parecían lindos, pero qué implicaba salir con uno, ser su novia.
En realidad no estaba interesada en la idea, mis días estaban completos con todo lo que ya hacía.

-No estoy buscando novio ni nada parecido -dije volteando hacia la pelirroja.

-Eso es comprensible... -dijo mirándome con los ojos entrecerrados- Pero no te creo. ¿Hay otro chico, no es cierto?

-¿Huh? ¡No! -respondí de inmediato, sintiendo que comenzaba a ruborizarme.

-¡Por supuesto que lo hay! -afirmó con un gesto de sorpresa- No me digas que es ese cadete con el que te topas en el mercado.

Ya antes había mencionado a Jean entre mis pláticas con Cristina, pero en estos meses habíamos tenido temas más importantes de qué hablar que el hecho de que él y yo hubiéramos comenzado a encontrarnos en otros lugares y no sólo por casualidad.

Pero Jean no tenía ninguna relación con el tema. Sí, quizás fuera guapo y divertido, y me agradaba verlo, pero no pasaba nada entre los dos y eso no iba a cambiar.

-¿Qué tiene que ver él? Es un amigo -algo me inquietaba con lo que sugería la chica, aunque no sabía qué. Noté que aún me veía sin estar convencida y agregué- Además, se irá de aquí en poco más de un año, lo único que le interesa es conseguir una vida en el interior. Así que no importa lo que yo... lo que creas.

Cristina bajó la mirada, hizo una pausa y volvió a girar el rostro al frente, comentando despreocupada.

-Sin chicos, entonces -y siguió hablando con muchos ademanes y un tono de diversión- En realidad Darius es un poco idiota, pero pensé que sería grosero decirlo. Todos los chicos lo son, si lo piensas bien; es una de las razones por las que ellos no me interesan.

Solté una risa y asentí, pasando ahora a hablar sobre chicas. Llegamos al punto en que nuestros caminos se separaban y nos despedimos. Avancé por el par de calles que quedaban hasta mi casa, sin voltear a ver a ninguna esquina.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora