Capítulo 35: Así que esto es el mar

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• Jean •

Rose dio una mordida al panecillo en su mano y soltó un suspiro al saborearlo.
Esta tarde decidí pasar a verla al hospital durante su descanso y llevar algunos bocadillos. Era una costumbre que adquirí en el invierno y que me gustaba seguir haciendo ahora, varios meses después, mientras aún podía.

—¿Y cómo van las cosas en la Legión, Jean? —preguntó Karina— Escuché que ya salieron de la Muralla María.

—Sí, fue una expedición muy interesante.

—No va a decir nada más —se quejó Rose, entornando los ojos hacia mí— Todo es "confidencial y secreto".

Eso es lo que le había dicho a ella cuando me interrogó sobre todo lo que pasó. Sin embargo, la verdad era que el mundo exterior era demasiado impresionante como para describírselo y ya. Sólo estaba esperando el momento apropiado para llevarla conmigo y que lo viera por sí misma.

—Bueno, ya se enterarán de todo con el tiempo, no se preocupen —respondí con una sonrisa que no alcancé a contener.

La mujer alzó una ceja hacia nosotros, pero no dijo nada más. Unos minutos después el doctor Shirogane entró a la sala. Al verme saludó con la cabeza y un gruñido que creo era amistoso.

—¡Ah, Mylo! Jean trajo pan, come uno —señaló Karina.

Eso pareció contentarlo. Se sentó a la mesa y luego de examinarlos con la mirada, eligió el que parecía tener más chocolate.

—Gracias, muchacho.

Otra victoria para los panecillos.

—Ya le caes bien, no tienes que traer comida cada vez que vienes —me susurró Rose. Me llevé la mano al pecho fingiendo haberme ofendido.

—¿Qué dices? Sólo soy amable.

—Sí, claro —respondió con una sonrisa, acercándose más.

—¿Dices que miento, linda?

Karina hizo un ruido con la garganta mientras seguía masticando y movió su silla para levantarse.

—Agarra tu pan y dejemos a estos tórtolos, Mylo —ambos nos sonrojamos.

—No, por favor, quédense —dije poniéndome de pie— De hecho yo ya tengo que irme —me incliné y le di un beso rápido a Rose, que seguía sentada— Te veo después.

—De acuerdo, cuídate mucho.

Fui a hacer unas compras en el mercado y volví al cuartel, donde los nuevos soldados de la Legión entraban y salían como era costumbre ahora. Sólo habían pasado unos minutos de que llegué cuando me crucé con Armin. Desde la vez en que fuimos al mar había estado llevando esa caracola a todos lados, y aparentemente hoy decidió pasearla en el interior.

—En verdad te gusta esa cosa, ¿no? —pregunté, siguió mi mirada y ladeó la cabeza avergonzado.

—Bueno, quiero mantener un buen recuerdo de ese día.

No titubeó en su respuesta y esbozó una sonrisa al hablar, pero yo había comprendido lo que estaba detrás de esa fachada, y no iba a dejarlo así.

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—¿Qué estás haciendo, Jean? —se quejó Sasha cuando los empujé a todos a una habitación llena de muebles y cerré la puerta.

Había reunido a mis amigos luego de pedirle a Hange que mandara al rubio a hacer alguna tarea por su cuenta.

—Creo que deberíamos ir de nuevo —anuncié— No como una misión, sino simplemente tratar de disfrutar el mar, por Armin.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora