Capítulo 30: Te he dicho, te acompaño, te quiero

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• Rose •

El castaño y yo estábamos sentados en el sillón, disfrutando de un rato libre que ambos teníamos. Hace varias semanas que había comenzado a venir con la Legión para ayudar en los experimentos de Eren, y una de mis cosas favoritas al respecto era pasar tiempo con mi novio.

—¿Te he dicho cuánto me gusta el color de tus ojos? —dije acomodando el cabello que caía sobre su frente. Apretó los labios y subió la vista, pensativo.

—Mmm no lo creo —respondió sin poder ocultar una sonrisa.

—Siempre cambian un poco, a veces son color café muy suave, otras veces son como ámbar y de vez en cuando se ven increíblemente dorados.

Apoyé mis brazos en sus hombros, aún jugueteando con su cabello. Sus ojos reflejaban la luz que entraba por la ventana y sus labios se habían separado ligeramente. Estaba a punto de besarlo cuando...

—¡Rose! —gritaron Eren y Mikasa al unísono.

Solté un suspiro y me separé de Jean, dándome vuelta a tiempo para ver al ojiverde entrando a la sala hecho un remolino y a la pelinegra caminando despacio tras él. Me habría resultado cómico si Eren no me hubiera interrumpido como siempre.

—¡Dile a Mikasa que puedo entrenar como todos!

—No, dile a Eren que está débil por los experimentos y debe...

—¡No escuches lo que dice! —interrumpió con fuerza— ¡No estoy débil!

Me puse de pie y pasé la mirada de uno a otro, analizando lo que parecía una pelea de niños pequeños. Tomé aire y exhalé con fuerza antes de responder.

—La verdad yo preferiría que descansaras —dije encogiéndome de hombros— No quiero que ese sangrado de nariz regrese.

—¿¡Qué!? ¡Pero la misión es en sólo unos días! ¡Tengo que estar preparado!

—Por eso tienes que dejar que tu cuerpo sane —comentó Mikasa estirando la mano hacia el brazo de Eren. El ojiverde volteó a verla con cara de enojo, apartándose de su alcance en el movimiento.

—¡Mira quién lo dice! —la apuntó con el dedo— Tú hacías abdominales menos de una semana después de fracturarte las costillas.

No negaré que él tenía razón al reclamarle eso. Aún no me explico cómo Mikasa no se hizo más daño aquella vez. Siguieron hablándose a gritos cuando miré a Jean y arqueé una ceja, a lo que él respondió simplemente negando con la cabeza mientras sonreía. El castaño ya había presenciado muchas discusiones entre esos dos a lo largo de los años, y aparentemente esta era una de las divertidas.

—Bueno, ¿qué es lo que ocurre con ustedes? —dije elevando la voz— Ninguno de los dos se preocupa por su propia salud, sólo les importa lo que hace el otro.

En ese momento Eren giró el rostro hacia mí con los ojos abiertos como platos, y apretó los dientes, mientras que Mikasa bajo la mirada y se sonrojó de forma apenas perceptible.

—¡Aghh! ¿¡Qué es lo qué dices!? —protestó él— Sólo déjame entrenar, anda.

—¡Bien!, tú ganas —cedí, alzando los brazos en señal de derrota— Te haré una prueba de esfuerzo y si los resultados son buenos, puedes practicar con tu equipo de maniobras... ¡Pero sólo por un rato! —agregué con firmeza. Eren celebró soltando un aullido de alegría y apretando el puño, luego giró sobre sus talones y salió de la habitación.

—¡Armin, prepárate para ser vencido por mí! —lo escuché gritar mientras se iba. Mikasa me dirigió una mirada de "No me dejes lidiar sola con eso" y lo siguió.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADAWhere stories live. Discover now