Capítulo 41: Pienso, luego digo

548 67 15
                                    

Jean

Mayo del 853.

Abrí las puertas del armario para sacar una de mis camisas, con el tiempo había dejado varias aquí y no quería usar la misma de ayer que ya estaba sucia. Terminé de vestirme y me abrochaba el cinto cuando Rose entró a la habitación, con el cabello mojado y cubierta solamente por una toalla. Su piel brillaba por las gotitas de agua que quedaban sobre ella. Estaba radiante.

—No me mires así —dijo divertida, aunque ruborizándose. Caminó hacia el tocador y volvió a hablar— Y, amor, cuando uses mi cepillo tienes que quitarle tus cabellos.

—¿De qué hablas? Yo nunca...—alzó las cejas, viéndome escéptica por el espejo— Bien, lo haré.

—Gracias —soltó contenta, para regresar a peinarse.

Unos minutos después bajamos a desayunar. Masticaba mi segundo pan con mantequilla cuando pensé en que a este paso iba a acabar con la comida de Rose. Debía ir luego a reponer todo lo que había estado consumiendo de su despensa. Seguía distraído en mis pensamientos hasta que se levantó, llamando mi atención.

—Quiero ir a visitar a mi mamá pronto, hace un tiempo que no la veo, y en su última carta dijo que me hizo algunos vestidos, lo que en parte es su manera de decir que quiere que vaya —comentó con una suave risa mientras lavaba su plato, y siguió— Tú deberías visitar a tus padres también, la última vez que los viste fue cuando fuimos a almorzar.

—Ellos dos no me extrañan tanto, ya los veré después.

Quizás sería bueno visitarlos, a mi mamá seguro le encantaría, más si llevara a Rose. Aunque si de por sí hacía cosas para avergonzarme, era aun peor cuando llevaba a Rose. Decidí reflexionar sobre eso en otra ocasión y recogí mis trastes.

Cuando vi que la castaña empezó a caminar en dirección a la puerta le tapé el paso y la tomé de la cintura, acercándola a mí e inclinando mi cabeza a su altura.

—No nos vayamos todavía, he estado ocupado desde que iniciamos con la construcción del tren y casi no te veo.

Su cabello olía a lavanda. Se sentía tan suave contra mi mejilla.

—Dormimos juntos prácticamente todas las noches —replicó con una sonrisa.

—Quiero también los días —dije separándome y haciendo un puchero.

Estaba actuando demasiado cursi, pero ella provocaba eso en mí.

—Aww, ven aquí —me besó rápidamente, pero yo sostuve su rostro entre mis manos para llenarlo de pequeños besos. Luego de cerrar los ojos y casi dejarse llevar se movió hacia atrás— ¡No! Sólo nos estás retrasando, otra vez.

—Tenemos mucho tiempo...

—¡Ya me voy! —declaró colgándose su bolso— Tú cierra.

Solté una carcajada y tomé mis cosas, para salir tras de Rose y ponerle el seguro a la puerta con mi llave. Casi nunca la usaba porque siempre que venía aquí era junto a mi novia, pero me gustaba tenerla. Me gustaba que ella hubiera decidido dármela.

▪︎  ▪︎  ▪︎  ▪︎

No estuvimos mucho tiempo en el cuartel antes de que Armin comenzara a decirnos qué hacer e insistiera en ponernos a trabajar en lo que el tonto Eren nos había metido.

—Si ya estamos todos, podemos irnos —dijo Armin— No hemos hecho suficiente avance y la comandante opina que estamos atrasados.

El rubio y sus dos amigos se fueron para preparar el transporte, despidiéndose de Rose antes de salir.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora