Capítulo 29: Bienvenidos

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• Jean •

Estaba asustado, realmente nervioso. Debía actuar como lo haría en una misión normal: analizar la situación con la mente calmada y pensar antes de actuar.

Puedo con esto.

Di vuelta en la biblioteca y avancé tres calles más, deteniéndome en la casa con una bugambilia al frente, tal como me había dicho Rose. Alisé mi ropa una última vez antes de tocar a la puerta.

—¡Jean, bienvenido! —saludo la señora Valter en cuanto me vio— Pasa, pasa.

Antes de todo el caos de hace unas semanas, Rose me había invitado a cenar a su casa para que conociera a su mamá. Gracias a que los miembros de la Legión ya no éramos fugitivos ni nada por el estilo, este parecía un buen momento para hacer actividades que la gente normal acostumbraba.

—Buenas tardes, señora Valter. Qué gusto conocerla —dije entrando en la habitación, ella apenas tuvo tiempo de sonreír cuando recordé el ramo de flores que llevaba en la mano— ¡Ah!, e-estas son para usted.

—Muchas gracias. Y el gusto es mío, Jean.

Unos días atrás les había contado a mis amigos sobre esta cena y lo nervioso que estaba. Armin fue quien sugirió lo de las flores, porque según él eso es lo que alguien educado haría.

—Causaras una buena primera impresión, estoy seguro —me animó el rubio cuando estábamos en el comedor aquel día.

—Aunque si de verdad esperas agradarle a la señora, deberías dejar de salir con su hija —dijo Eren— ¿Quién en su sano juicio te querría de yerno? —Connie soltó una carcajada y chocó el puño con el otro idiota.

—Lo harás bien, Jean —intervino Mikasa después de lanzarle una mirada amenazante a Eren.

De vuelta en el presente, la mamá de Rose estaba en la cocina colocando las flores en un jarrón, mientras que yo me había quedado de pie junto a la puerta. Nunca sabía qué hacer en situaciones sociales y siempre me sentía algo incómodo al principio. Eché un vistazo rápido por la sala y me di cuenta de que Rose no estaba aquí ni se escuchaba en el piso de arriba. Avancé un par de pasos confundido y entonces la señora Valter volvió a hablar.

—Tendrás que disculpar a mi hija. Debió salir del hospital hace un rato, pero seguro que ya no tarda.

—Oh, no se preocupe, señora. Yo lo entiendo.

—Y dime Johanna. No necesitas ser tan formal.

—Claro. Johanna, entonces —caminó hasta un sillón y señaló al otro con un gesto de invitación.

—Por favor, siéntate —eso hice, y después hubo un silencio prolongado hasta que ella siguió hablando— Así que, Jean, ¿cuáles son tus intenciones con mi hija?

¿Los adultos hacían ese tipo de preguntas? ¿Qué clase de respuesta esperaba de mí?

—Humm... yo...

—Escucha, desde que su padre no está, yo he cuidado de Rose sola. Y pienso seguir cuidándola cuanto sea necesario —dijo pausadamente— Pareces un buen chico, Jean, en serio; pero eso no me asegura que no vayas a lastimarla. Es lo único que te pido, que me asegures que no vas a lastimarla.

—Jamás lo haría —solté de inmediato, y me corregí— Jamás lo haré. Rose es muy importante para mí, sólo quiero lo mejor para ella.

—Me alegra que estemos de acuerdo —respondió con voz más suave, al parecer satisfecha con mi respuesta— Disculpa si te asusté, pero entenderás que es el trabajo de una madre preocuparse.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADAWhere stories live. Discover now