Capítulo 58: La respuesta es sí

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• Jean •

—... y aunque las palabras no basten para expresar lo que siento por ti, espero que este acto lo haga —recité de memoria—. Rose, me harías el hombre más feliz del mundo si aceptaras convertirte en mi esposa. ¿Qué dices? —Ella alzó las cejas con hartazgo, aburrimiento o ambos.

—Barato —soltó, antes de levantarse y dar la vuelta. 

—¿¡Huh!? ¿¡Y ahora por qué, Annie!? 

Me puse de pie también, impidiéndole el paso de regreso a la casa desde el patio. Esta era la tercera propuesta que le decía, y ninguna le había gustado. De hecho, parecía odiar cada una más que la anterior.

—Quiero irme ya. Pídele ayuda a Connie o Reiner.

—No puedo, se burlarían de mí y luego seguro que se les sale hablar con Rose cerca —protesté, apenado.

—¿A Armin?

—Siempre está ocupado. —Abrió la boca, pero me adelanté a su siguiente sugerencia—: Pieck también se reiría de mí y lo sabes. Por favor, Annie, eres la única que no le contaría de esto a nadie —Rodó los ojos con un bufido. Metió las manos al bolsillo de su sudadera.

—Suena bien. Todas suenan bien, muy lindas —empezó, respondiendo a mi pregunta de hace un momento— Pero funcionarían con la propuesta de cualquiera, no hay nada que sea únicamente de ustedes.

—Es que ya gasté muchas declaraciones personales, no se me ocurre nada romántico que no le haya dicho ya.

—No tiene que serlo, idiota. Sólo que signifique algo para ambos, que represente ese compromiso del que hablas, aunque no suene cursi ni muy rebuscado.

Compromiso. Esa era una palabra digna de grabarse en mi mente con fuerza. Puede que la antigua Titán Hembra no fuera una persona que hablara mucho, pero podía ser bastante certera cuando se expresaba. 

—Ya, entiendo a lo que te refieres...

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Así que esperé al inicio de la siguiente semana, día en que Rose no iría a trabajar al refugio. No quería intervenir con su tiempo de descanso, pero necesitaba que estuviera libre para proponérmele como había planeado. Por la mañana avisé a los otros que le llevaría unos papeles a firmar a un general que vivía no muy lejos de ahí. Hecho eso, le pedí a la castaña que me acompañara en la caminata, y ella accedió. Usé todas mis fuerzas para ignorar los gestos de apoyo y sonrisas obvias que me dedicaban los idiotas de Reiner y Connie, quienes aparentemente adivinaron mis planes, y salí de la casa con el anillo en mi bolsillo. 

Una vez en marcha, Rose me tomó de la mano con un movimiento tan natural que fue como si su cuerpo estuviera programado para eso de la misma forma en que necesitaba dormir o respirar. No nos soltamos en todo el camino de ida. Sin embargo, en cuanto dejé los papeles y volví a su lado, supe que el regreso sería mucho más difícil: mis manos estaban sudando y mi corazón se había acelerado. Sentía que cada segundo de espera era agonizante, pero pude resistir hasta el punto en que debíamos desviarnos.

—Vayamos por este lado —sugerí. Mi voz temblaba.

—¿Y eso por qué? —cuestionó curiosa Rose.

—Quiero hacer una parada en un lugar que encontré. 

El árbol no era parecido, ni de lejos. Otra especie, mucho más bajo y con menos hojas; pero también estaba torcido y tenía unas grandes rocas al lado. Y en el momento en que Rose tomó su lugar, sentándose en una de ellas, el cuadro volvió a ser como el de hace seis años. Me analizó por un momento, mas no dijo nada aún. Me senté junto a ella y hablé mirándola a los ojos:

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADAWhere stories live. Discover now