Capítulo 45: Mirada hacia el futuro

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• Rose •

Mi piel estaba roja por donde había pasado la esponja con demasiada fuerza. No era suficiente. Seguí restregando mi cuerpo hasta que las puntas de mis dedos se arrugaron por completo y todos mis poros ardían. Finalmente me enjuagué y me vestí con el camisón de pijama que Jean había bajado por mí. La tela en mi espalda se empapaba por el agua que escurría de mi cabello. No importaba.

—¿Te encuentras bien para subir las escaleras? —preguntó el castaño desde la sala.

—Sí, estoy bien. No te preocupes tanto.

—Claro, disculpa.

Exhalé con fuerza. Habíamos llegado a la casa a mitad de la noche, estaba exhausta y ya quería caer dormida y olvidar que todo esto había pasado. No podía ni siquiera empezar a hacerlo con Jean tratándome como si fuera de porcelana. La pierna golpeada dolía cuando me apoyaba en ella, por lo que subí a paso lento, sabiendo que mi novio no me quitaba la mirada de encima para asegurarse de que estuviera a salvo del peligro mortal que era llegar al segundo piso.

Quité la cubierta de la lámpara, dejando que la habitación se iluminara al instante, y me metí a la cama mientras Jean se cambiaba de ropa. Cuando terminó se acercó a mí con paso dudoso. Alcé las cejas.

—¿Puedo dormir contigo esta noche?, ¿o te sentirías más cómoda si me quedo abajo?

—Basta —sentencié cansada, cerrando los ojos— Te dije que estoy bien.

—Lo siento.

—Tampoco te disculpes. Sólo... —me miraba atento, yo me sentía al borde de quebrarme— Sólo ven aquí y abrázame.

No lo pensó dos veces y apartó la manta para acostarse a mi lado. Me rodeó con sus brazos y se pegó más a mí, envolviéndome con su calor corporal. Oculté mi rostro en su cuello y aspiré. Jean siempre se esforzaba por oler bien, aunque hoy no era su mejor día (tampoco el mío, si somos honestos). Aun así, el aroma era tan familiar que me tranquilizaba.

—Debes dejar que me preocupe —dijo en voz baja, su barbilla topando con mi cabeza— Es parte de mi trabajo como novio. Yo siempre dejaba que lo hicieras —reí por la nariz.

—Sí, tienes razón.

—Aunque trataré de preocuparme en silencio y no actuar raro.

—Gracias, en serio —me separé para poder verlo— Por cierto, ¿que pasó con esa silla rota abajo?

—Ah, sí, eso. Ya sabes cómo se pone Armin cuando se enoja.

▪︎  ▪︎  ▪︎  ▪︎

Con apenas una protesta de Jean, al día siguiente fui al cuartel a trabajar. Realmente no tenía que hacer mucho esfuerzo y me servía para distraerme, que era lo que quería desde antes de que esos hombres aparecieran para llevarme.

Algunos soldados me saludaron al pasar. Se portaban amables, pero ninguno mencionaba nada de lo ocurrido. Sospechaba que Jean tuvo algo que ver. Entré a la enfermería con el castaño a mi espalda, abrí la ventana y comencé a rebuscar entre los papeles que guardaba en un archivero. Mientras sacaba un legajo tras otro, hablaba con la vista en el cajón.

—La próxima semana es día de vacunas, así que debo revisar cuántas dosis necesitaremos y...

—Rose, yo... —volteé a verlo y dio un paso hacia adelante— Sobre nuestra conversación pendiente.

Me congelé.

Antes él planeaba tener nuestra charla sobre hijos, en una tarde tranquila y sentados a la mesa, ¿y ahora trataba de hacerlo en el mini cuarto de donde podía salir corriendo al minuto siguiente? No estaba segura de si quería saber la conclusión a la que había llegado, o si lo que diría sería por las razones correctas.

Por favor, vuelve | Jean Kirschtein | TERMINADAWhere stories live. Discover now