Capítulo 43

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—Una mirada de reproche se fijaba en don Ariel, doña Gabriela entraba a la cocina y con sus brazos cruzados solamente lo observaba

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—Una mirada de reproche se fijaba en don Ariel, doña Gabriela entraba a la cocina y con sus brazos cruzados solamente lo observaba.

—Mi hija se acaba de ir y que quede claro que está vez no me importa lo que digas o pienses, si quieres echarme hazlo, pero Raisa puede venir las veces que quiera —añadió sin reparo.

—Está es su casa —tragó saliva—, puede venir todas las veces que quiera.

Limpió sus lágrimas de inmediato.

—Gracias.

Fue seca.

—Gabriela no podemos permitir que Raisa siga en esa vida, debemos hacer algo. Mañana mismo hablo con el abogado para buscar la forma de revocarle la emancipación y ese absurdo matrimonio del que habla. Está claro que está perdida.

—Sí, es una lástima que lo notas hasta ahora. Pero me parece bien, ya es hora de que comiences a hacerte responsable de algo —respondió y salió de la cocina.

Don Ariel estaba profundamente arrepentido de haberle pedido a Raisa que se fuera, jamás había sido delgada, siempre había luchado con la báscula, pero ese día al verla era claro que algo no andaba bien. Y, más que un cambio físico, con su actitud gritaba que algo sucedía; estaba exaltada, histérica.

Y al contrario de la intranquilidad y preocupación que había dejado en su familia, Raisa estaba feliz, sonreía con la idea de que ya tenía algo valioso en sus manos con lo que podría conseguir algo de dinero y abastecerse.

Por supuesto que jamás le mencionó algo referente al telescopio a Jacob.

***

Las visitas de Raisa a la casa de sus padres se volvieron más frecuentes de lo que ellos mismos esperaban, eso sí, en tiempos cortos. Solamente llegaba, estaba una hora y se iba, fue clara las razones por la que las hacía luego que doña Gabriela comenzó a notar que algunas de sus joyas comenzaron a desaparecer, pero guardó silencio y sufrió en silencio.

Don Ariel ya había intentado la forma de hacer que Raisa volviera con ellos, pero era algo difícil. Incluso en las clínicas de rehabilitación en las que preguntaron, la respuesta parecía absurda, pero era realista: "Ella tiene que venir por su propia voluntad"

La relación con Jacob marchaba bien de cierta manera, él ya había notado la adicción de Raisa e intentaba por todos los medios posibles mantenerla alejada de la misma mercancía que su tío distribuía. Incluso se negó a hacerse cargo de las entregas como lo comenzó a hacer al principio, y se encargó únicamente de hacer los pagos respectivos. Claro que sabía que Raisa estaba consumiendo, pero ignoraba que consumía más de lo que se suponía. Él creía que la podía controlar, de la misma manera que ella creía que aún lo controlaba.

Sofía en cambio había podido controlarlo un poco más, hasta que su papá falleció; luego de eso, llegó al límite.

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Entre 2 billones de GalaxiasWhere stories live. Discover now