Raisa y Jacob, desde su infancia, son dos almas destinadas a encontrarse. Raisa proviene de una familia cristiana y Jacob de una familia con problemas de drogadicción y en dónde Dios, no ha sido precisamente algo más que una palabra.
A pesar de su...
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Conocí a Raisa desde que éramos pequeños, era la hermana dulce y amable del pequeño diablo que estudiaba conmigo: Margot, una niña pesada, desagradable y desabrida que llevaba día tras día muñecas espantosas. Disfrutaba arrancándole la cabeza cada vez que la presumida hablaba sobre lo costosas que eran.
En algún momento de la vida fuimos amigos, pero luego todo cambió. Mi vida cambió y si deseo seguir avanzando es mejor que borre todo aquello, que me recuerda el tiempo en el que viví con mis padres, luego que mis abuelos fallecieron. Mi tío Facundo me dio un nuevo estatus, una posición en la que ya no soy el niño miedoso que jugaba con una niña en una casa del árbol y que creía que con ir los domingos a la iglesia con los Brino, mi papá dejaría de golpear a mi mamá y ella dejaría de consumir.
No, ahora sé muy bien en dónde estoy parado.
—Estás bastante pensativo —saluda Magnolia.
—Sí, estaba pensando en ti —sonrío.
—Así, ¿En qué pensabas?
—Escuché que habrá una fiesta el fin de semana y quiero llevarte conmigo.
—Me moriría por ir, pero... ¿Qué te parece si hacemos otros planes más placenteros?
—¿Cómo cuáles?
—No lo sé, pero no me parece muy entretenido ir a la fiesta —sonríe con picardía.
Llevamos quizás ocho meses saliendo y por primera vez me sorprende que diga que no, a ir a una fiesta.
—Tú sabes a qué me refiero, somos novios es algo normal.
—Tienes toda la razón —la halo hacía mí y antes de que la bese, se distrae observando a Raisa.
—Mira, allí va la menor de las Brino —ríe.
Especialmente Magnolia tiene serios problemas con Margot, por lo que Raisa no puede escapar de su radar.
—No importa, mejor hablemos de la fiesta ¿Vamos?
—Sí, sí vamos. Está bien, pero sabes... me irritan —comenta nuevamente.
