Capítulo 28

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—¿Qué haces aquí? —cuestionaba don Ariel—

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—¿Qué haces aquí? —cuestionaba don Ariel—. Creí que había sido claro contigo la última vez.

Jacob había llegado a su casa.

—Lo fue —respondió Jacob con seriedad—, solamente vine a traerle un presente a Raisa para la fiesta sorpresa, y a dejar algunas cosas que se habían quedado conmigo antes de lo que sucedió.

—¡Jacob, Jacob que bueno que viniste! creí que todo se saldría de control —decía doña Gabriela.

—Quedé en que Jacob no podía venir a la casa —agregó don Ariel, estaba confundido por la prisa que mostraba su esposa.

—Lo sé cariño, pero quedé en que Jacob me traería algunos arreglos hoy, para poder tener todo listo y hacerle una sorpresa a Raisa. No te quedes parado, mejor ayúdame y dale gracias a Jacob que siquiera tuvo la cortesía de venir después de la forma tan burda con la que lo trataste, espero que al menos hoy permitas que terminemos con lo acordado para que Raisa disfrute y se la pase bien.

—No se preocupe, no pretendo quedarme —dijo Jacob, en lo que ayudaba a doña Gabriela a bajar algunas cosas.

—Gracias, espero verte el domingo en la iglesia —respondió don Ariel.

Con ello dejó en claro que no era un problema que no pudiera haber solución, y solamente estaba sucediendo que estaba desconfiado por lo que había visto.

—Claro.

Don Ariel hizo un gesto de aprobación y se dirigió al patio de su casa, en dónde estaban preparando todo para el cumpleaños de Raisa.

—Gracias por venir y traerme los arreglos —expuso doña Gabriela—, te preparé un plato con la comida que serviremos hoy, me hubiese gustado que estuvieras, pero ya ves —dijo.

—No se preocupe, soy feliz si Raisa lo es.

—Sabes que puedes contar conmigo Jacob, yo confío en que lo sucedido fue solamente un error.

—Créame que lo fue, y gracias por la comida —sonrió.

Doña Gabriela se sentía culpable de no poder hacer más para que su esposo permitiera nuevamente a Jacob ser el novio de su hija, entendía las razones que tenía don Ariel para dudar, pero ella tal cual se lo dijo a Jacob, dudaba que todo fuera tal y como su esposo creía.

La mamá de Ingrid se había puesto de acuerdo con doña Gabriela para distraer a Raisa ese día después de la escuela y llevarla a casa, hasta las seis de la tarde cuando la fiesta sorpresa comenzaría. Algo que, por ser entre semana, se estrechaba a una invitación solamente para los familiares y amigos cercanos, eso sí, la decoración que había elegido doña Gabriela era hermosa y le daba un toque especial al día.

—Espero esta sea la última vez que haces algo con ese muchacho —indicó don Ariel, mientras terminaba de colgar algunos globos.

—Sabes que nunca me gusta contradecirte, pero creo que estás exagerando. Ese muchacho como le dices creció en esta casa prácticamente; ambos lo conocemos y aunque no dudo de lo que viste, si creo que más que alejarlo nuestro deber como cristianos debe ser apoyarlo.

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