69. El fin de una gira

10.8K 402 547
                                    

Nunca pensé que pasaría tan rápido.

Que llegaría el fin, como ocurre con todos los principios.

No consigo asumir que esta noche será la última.

El último concierto.

El final de una gira que ha marcado mi vida.

Una experiencia que me ha revolucionado y evolucionado en todos los sentidos posibles. En el musical, por supuesto. Pero también en el personal.

Puedo decir que he crecido como persona, como mujer, como pareja, hasta como madre. Esta gira me ha hecho plantearme muchos aspectos de mi vida, de mi yo.

Ya no soy la misma Natalia que inició gira en Madrid.

Y puedo decir que me alegro. Me alegro muchísimo.

Porque todo lo que ha cambiado, ha sido a mejor.

Me miro al espejo del camerino. A los ojos, sin pudor. Me busco el alma. El alma que late ahora, y el alma que latía aquel mayo en el que comenzaron los conciertos...

A diferencia de hoy, aquella Natalia no tenía la mirada fija. Le temblaba. Estaba nerviosa, ansiosa. Era la primera vez que tocaba en un sitio tan grande, para tanta gente... Era la primera vez de aquella gira que llevábamos preparando durante meses. Y aunque esa noche intentaba esconderlo, también estaba algo triste. Decepcionada. Alba y yo ya no vivíamos juntas, nuestro tiempo acababa de empezar... Y, aun así, hasta minutos antes de salir, estuve mirando el móvil por si recibía algún mensaje que dijera: lo siento, te quiero, estoy en el tren, ya vamos. Elena y yo vamos a ir a verte.

Pero no hubo mensaje.

Bueno, sí, una notificación sí que me interrumpió mientras me analizaba en el espejo:

Julita: sé que te prometí que iría a verte cuando vinieras a Madrid, pero no pensé que sería tan pronto, Nat. Alba me necesita con ella este finde. Diga lo que diga, las dos sabemos que le duele no estar ahí contigo hoy.

Julita: Seguro que más adelante puedo escaparme a verte a alguna ciudad con playita, ¿vale? Te mando mil besos y nueve toneladas de mierda para que todo vaya muy bien. Saludos de las niñas también. Te queremos, tata Nat.

Yo: claro que lo entiendo. Y te agradezco que estés con ella. Ya vendréis a verme, pues anda que no hay conciertos este verano... Un beso para las tres.

Menuda bajona, ¿no? Con lo que yo disfruto tocando para mi gente. En ese inicio de gira eché de menos a muchas personas. A demasiadas. Sentía que por muy lleno que estuviera el teatro, nunca sería suficiente para reemplazar las ausencias de esas butacas.

Yo, que tan acostumbrada estaba a que vinieran a verme cuatro gatos. Pero cuatro gatos que se sentían orgullosos de mí al escucharme cantar, y eso para mí era como llenar el puto Wanda Metropolitano. Así soy yo. Ese era mi mejor público, el que más me gustaba.

Pero aquella noche en Madrid, yo solo debuté para mis pamplonicos, los que nunca me fallaron. Incluido el autónomo ocupado de mi tito Manu. Debuté con mi banda, los que me habían devuelto la chispa de la música. Debuté para los primeros fans de Gabi, del disco que juntos habíamos cocinado.

Y os juro que esa noche fui feliz.

A pesar de todo, de que me faltara una pieza que yo consideraba esencial, de los gatos extraviados, llegué a sentirme feliz, satisfecha y jodidamente orgullosa de mi trabajo.

Reconozco que me daba miedo no sentirme así. Que sin Alba... Nada podría ir bien, nada tendría sentido. Pero me equivocaba. Sin ella, también había un mundo para mí. Y esa es una de las cosas más importantes que he aprendido en este tiempo. Que siendo un equipo somos imparables, pero por separado, también podemos serlo.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now