31. Un amor para toda la vida (II)

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Este cap está muy conectado al anterior... (Muchas referencias, ya veréis). Digamos que "se entienden mejor juntos", por eso el título.

—Esto se acaba, Sevilla... —dice con pena, mordiéndose el labio cuando el público lanza un apenado noooo—. Yo tampoco quiero irme... Ni la banda, ¿verdad? ¡Nosotros nos amarraríamos a nuestros instrumentos y estaríamos haciendo música pa' vosotros to' la noche! —chilla intensamente, ganándose otro de los aplausos de la gente—. Esperamos, eso sí, volver muy pronto por aquí... Gabi os debe una. Lo conozco desde hace mucho tiempo y sé perfectamente que os compensará por lo que ha pasado. Aunque le cueste la vida, os lo prometo. Y yo... Yo qué queréis que os diga, Sevilla... Os lo debo todo. Mil gracias por quedaros conmigo y con los chicos a disfrutar de las últimas canciones del show... Me habéis cumplido un sueño, en serio... Esto para mí ha sido un sueño. Lo siento por mi jefe y su garganta—ríe, mirando atrás. Quizás Gabi esté por ahí. La guitarra suena, la batería también lo hace. Despacio, sugerente—. ¡¿Vamos a por las dos últimas?! ¡Pues todo el teatro arriba, que no se diga! ¡Arriba, arriba, arriba! ¡Elena, salta que yo te vea, mi vida!

—¡Yaaa! —ríe mi hija, dando saltitos sobre su asiento. Yo bailo agarrada a ella sin saber a dónde acudir.

No sé si mirar a mi mujer, que emocionada lo da todo en sus últimos minutos de gloria... O al inmenso teatro entregado a ella. Solo veo sonrisas perennes, bocas que siguen la letra de la canción. Niños que saltan sobre sus padres. Parejas que agarradas siguen el ritmo pegadizo de su piano.

Es increíble lo que ha conseguido Natalia en una sola noche. Qué digo... En apenas veinte minutos de concierto.

Se ha ganado al público de Gabi. Estas personas habían venido para escucharlo a él. Seamos honestas. Jugaba en desventaja... Y aun así se los ha metido a todos en el bolsillo. Bueno, es mi mujer, albayas... ¿Qué no conseguiría ella?

Solo le ha hecho falta su inseparable piano. Su habilidad para conectar con las personas. Su don: la música.

No puedo estar más orgullosa de ella. Soy una pesada, pero es que no puedo parar de sentirlo, pensarlo, decirlo. Estoy orgullosísima de ella.

—¡Abuelo, baila! —le anima su nieta con toda la inocencia del mundo. Mi padre se cruza de brazos, apalancándose en la silla.

—Mu' bien, Elena, dile algo al soso de tu abuelo, que a ti sí te escucha—ríe la Rafi sin dejar de grabar.

—¡Venga, abuelo, baila conmigo! —repite sonriente. Él refunfuña.

—Déjalo, cariño—le pido, pero Elena se libra de mi agarre para cruzar el palco de puntillitas. Cuando llega hasta su abuelo, le obliga a deshacerse de su cruce de brazos. Ella solita se encarga de movérselos mientras se parte de risa.

Al final nos contagiamos los tres.

Eso sí, el señor Rafael no levanta el culo de la silla. Concentra sus esfuerzos en no sonreír mientras su nieta lo trata como a una marioneta.

—A ver, Sevilla, una cosita—frena la canción al terminar el segundo estribillo. La música pasa a ser un colchón. Bajita, suave, transitoria. Mira a sus compañeros. Ellos asienten sonrientes. Me da que esto está preparado—. Ahora viene una parte con un montón de coros... así... potentes... Gabi siempre mete al público y queda espectacular. En serio, pelos de punta—guiña al batería—. El problema es que a veces la peña no pilla bien el ritmo y... Sale un truño. Pero aquí... Esto es Sevilla, cojones. ¡¡Nos vais a arrancar la piel!! —gruñe—. Escuchadme, esto dice así: ¡OoooOoh, oh! ¿CÓMO ES?

¡OoooooOooooO, oh!

—Eh... —ladea la cabeza decepcionada—. Pero señores... Que mi hija con cin... casi seis años tiene más ritmo que vosotros—vacila. Elena carcajea traviesa—. Lo hago otra vez, venga. ¡OoooOoh, oh! ¿QUÉ?

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now