76. Los pestiños de la Rafi

6.5K 330 258
                                    

Hay tradiciones de familia que se repiten de año en año.

Momentos que disfruto en el presente, en el ahora.

Pero que soy consciente, serán mucho más valiosos en el futuro.

Cuando ella ya no esté.

Cuando esto solo sea un bonito recuerdo que invocar con un olor, con un sabor.

El de los pestiños. El de mi madre.

La Rafi es así de agorera. Desde que tengo uso de razón, la recuerdo enseñándonos a hacer estos dulces mientras repetía una y otra vez: que no se pierda la receta cuando yo farte, que es de vuestra tatarabuela.

De tanto oírlo, me ha convertido en otra agorera que piensa en lo mucho que la recordaré cuando haga la receta y ella no esté. Cuando saboree la miel o el olor inunde la cocina. Sé que volveré a estos momentos. A estos recuerdos que cada año construye conmigo.

Y esta vez, también con mi hermana.

—Ay, qué bien que este año puedo hacerlos con vosotras, como en los viejos tiempos—suspira Marina—. Como nunca queréis esperarme a que venga en navidad...

—Mi arma, ¿¡cómo vamo' a esperá a que sea navidá!? Los pestiño' en la casa de los Reche se han hecho siempre en el puente, que nos dure tol mes. Dile a tu pare que no hay pestiño' hasta nochebuena, díselo, díselo.

—Bueno, pues hacéis unos poquitos y cuando yo venga hacemos el resto, porfa.

—Ezo zí, que ya no me quearán a mí mucha' navidade' que pasá...

Lo que yo decía.

—¡Ay, mamá, no empieces! Siempre igual.

—Zi es verdá, hija. Que Dios me coja confesá, pero tengo una edá ya que...

—¡Natalia, ven, te necesitamos! —la llamo.

—¿¡Mi mujer solicita mi ayuda!? —derrapa en la cocina de mi madre. Ella arruga la nariz en cuanto entra. No puede con el olor a pestiños recién fritos. No lo soporta. Es algo superior a ella.

—Dile a mi madre que está en la flor de la vida y esas cosas que solo si las dices tú la señora se ríe—le pido, y ella me besa con una sonrisilla.

—Mi Rafi es una adolescente madurita. Tiene las piernas para hacer gimnasia rítmica—bromea, besuqueándole el cachete.

—¡Oh, qué tonta eh! Plazas de toro' tengo en las rodilla. Gimanzia ni gimnazia... —se aparta escandalizada.

—Anda ya, que yo he toreado ahí y sé de lo que hablo, ¿te acuerdas, Rafi? ¿Eh?

—¡NATALIA! —consigue hacer gritar y sonrojar a mi madre.

—Predilección por su nuera—se queja Marina en cuanto Natalia nos abandona para seguir jugando con los niños.

—Po' zí. Ze lo ha ganao' a pulzo la chiquilla.

—Eso no te lo voy a negar—ríe, pasándole a mi madre otra tanda de masa para freír.

—Mi Natalia es más güena que el pan. La pena que tengo yo es no verme dao' cuenta ante'... Lo que os hise sufrí, me cago en la má.

—Mami, no... Que estaba siendo un momento muy bonito—le pido, abrazándola con las manos hacia arriba para no mancharla—. Eso fue hace muchísimo tiempo. Estás más que perdonada.

—Zi ya lo zé.

—Si ya lo sabe, pero le gusta revolcarse en el dolor y el drama. Es una Reche.

—Mira quién fue a hablar—me río.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now