35. Hablemos de educación

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De todas las llamadas que podría recibir, esta es la que más miedo me da.

No, no son los pesados de Jazztel. Esos llaman a la hora de la siesta.

Esta es mucho peor.

Es ver el nombre en la pantalla y ponerme a temblar.

Nunca sabes qué te van a decir. Qué puede haber ocurrido para que tengan que telefonearte.

Y aunque el tiempo entre que suena el móvil y lo coges es mínimo, no imagináis la cantidad de situaciones horrorosas que una cabeza de mamá asustada (e hipocondríaca) puede generar: se ha puesto enferma. Fiebre alta, mocos, dolor de garganta. Se ha caído en el recreo. Pierna rota, brazo, labio. Le han pegado. Ojo morado.

—¿Qué pasa?

—Hola, Natalia, te llamamos del co...

—Ya, ya—interrumpo nerviosa—. ¿Qué le pasa a mi niña?

—Nada, tranquila. Necesitamos que traigas una muda de ropa. Se ha hecho pis encima.

—¿Que se ha hecho pis...? Pero si Elena controla perfectamente, no entiendo.

—No te apures, mujer. A veces los niños de esta edad se distraen jugando y se les olvida que tienen que ir al baño. Ahora te contará la profesora.

—Vale, voy para allá.

Me alegra que no haya sangre de por medio, ni huesos torcidos. No solo por mi debilidad ante este tipo de situaciones, es que no hay nada peor que ver a un hijo sufrir.

Vuelo hasta el colegio lo más rápido que puedo. Es la hora del recreo. Lo sé porque conozco el horario, y por ese griterío infernal que viene del patio. El secretario con el que he hablado me indica que están en el baño al lado de su clase.

El cole de Elena es amarillito, aunque la pared apenas se ve. Está repleta de dibujos y manualidades que los niños van haciendo durante el curso. Están ordenados por temáticas: el sistema solar, los seres vivos, la prehistoria...

Tras dos pasillos llego al baño. Es entero blanco, salvo por las cabinas que esconden los retretes, pintadas de un amarillo chillón. Todas están abiertas. En la última veo a la seño de mi hija agachada. Oigo a mi niña lloriquear.

—Ay, mira, cariño, tu mamá ya está aquí—le dice antes de salir.

—¿Qué ha pasado, profe?

—Pues que estábamos haciendo un juego que le encanta a Elena en clase, ¿verdad? —mira al interior de la cabina. Yo me asomo. Está desnuda de cintura para abajo sentada en el váter. Tiene los ojitos cargados de llorar y un pucherito que llega hasta el suelo—. Y por no perdérselo se ha aguantado el pis hasta que no ha podido más.

—Ay, mi amor—me arrodillo frente a ella y le cojo las manos. Elena esconde su mirada. Parece avergonzada.

—Pero ya le he dicho que no pasa nada. Ahora mamá te pone unos pantalones limpitos y sales al recreo a jugar—la calma.

—Gracias, profe Elena—le digo. Ella nos sonríe antes de dejarnos a solas.

—Mamá, ha sido sin querer—musita entre lágrimas.

—Ya lo sé, cariño. No llores—le acaricio las mejillas húmedas—. Ha sido un accidente.

—Yo no quería hacerme pis... Es que se me ha escapao'.

—Lo sé, peque... Pero no te puedes aguantar tanto. Te lo tenemos dicho. Si tienes ganas, tienes que pedirlo—le explico suavemente. Ella se pone de pie para que le ponga unas braguitas limpias.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora