70. Una gran historia de amor

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No me gusta despertar sin ella.

Y si es después de una noche como la de ayer, menos todavía.

Debería estar prohibido.

Tras una madrugada pasional, solo concibo amanecer sobre su cuerpo.

Sin la ropa, sin aire entre nosotras.

Con sus piernas enredadas en las mías, con su piel haciéndome de sábana.

Y sus bufidos inconfundibles rebotando en mi sonrisa más temprana.

Pero bajo ningún concepto debería despertar así: en la cama vacía en la que anoche terminó la gira.

A ver si es que sigue con el jueguecito de ayer... Yo la fanática que se cuela en su habitación y ella la gran estrellita que va por ahí rompiendo corazones. Vale, lo pillo, necesito desayu...

Las carcajadas de mi mujer me hacen incorporarme de la cama. ¿Pero qué le pasa a las... siete de la mañana?

¡Cállate, que vas a despertar a tu mujer! Es que yo no sé qué te hace tanta gracia. Bueno, sí, sí que lo sé.

No para, aunque ahora creo que se está tapando la boca porque su risa suena más acolchada.

Me acabas de cambiar la vida, tronco. No te imaginas cuánto.

—Pobre Alba, la que le espera...

—¡Y a ti, bribón!

¡NO ME VUELVAS A PELLIZCAR EL CULO! —alza la voz Gabi tras un grito agudo—. Vuelve a la cama, payasa.

—Y tú también deberías dormir algo, campeón, que eres un puto campeón. Crack. Ídolo de masas. ¡El mejor cerrador de giras de la historia, sí! Cómo lo petamos anoche, chaval. Cómo lo petamos.

—¡Que te pires a dormir!

Las carcajadas de Gabi se cortan de raíz. Nat debe de haber cerrado la puerta.

—¡Coño, qué susto! —grita al encontrarme sentada en la cama.

—Qué te gusta un albornoz de hotel—me trago una risa al verla cubierta por uno de esos.

—Y a ti lo que hay debajo—me guiña el ojo, abriendo las solapas de la prenda para que compruebe que está tan desnuda como la dejé anoche.

Gatea por la cama hasta que me alcanza. Primero lo hacen sus labios, y después su cuerpo, que me tumba y me encierra entre su piel y las sábanas.

—¿Qué quería Gabi tan temprano?

—Hostia, Albi. Hostia—bufa entre risas.

—¿Qué pasa?

—El Gabi, que se ha follao' a tu Alborán—culmina el notición con una pedorreta incontenible.

—¡¿Gabi?! ¿Con...?

—Así han sido las cosas, y así se las hemos contado.

—Entonces... Madre mía, pero... ¿Ha sido así...? ¿De solo una noche, o...?

—Po' no sé, aunque Gabi ya pasa de rolletes, ¿eh? Él quiere un novio como tú, un Albo, siempre lo dice. Anda, mira, pues igual sí que ha encontrado su Albo... Albo-rán—se ríe con una ternura tan bonita que le tengo que perdonar el chiste.

—No me lo puedo creer—suspiro—. Esto es... muy fuerte. Es que imagínate que salen, Nat. Podríamos ser amigas de... ¡Madre mía, que lo de la barbacoa que decía Julia puede hacerse realidad! ¡Alborán en su jardín! Dios mío, verás cuando se entere... Le va a dar algo.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن