73. ¿Quieres casarte conmigo?

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Este año estoy navideña.

Y es raro, porque es un espíritu que me cuesta sacar.

No soy ningún cringe. O Grinch, como se diga.

De hecho, siempre me gustaron mucho las luces. Los jerséis navideños. Las cenas familiares.

Lo que pasa es que, cuando creces, hay recuerdos imborrables que te llevan a otras navidades.

Más inocentes: a las de cuando eras pequeña.

Más tristes: a las de Pamplona, pero sin mis padres.

Más felices: a las de mi casa, pero con Mikel.

Más oscuras: ya sabéis cuál.

Cuando te haces mayor, las navidades pasan a ser un estado de nostalgia en continuo movimiento. De la sonrisa a la lágrima, y de la lágrima a la sonrisa.

¿Veis cómo este año estoy navideña?

Tanto, que he sucumbido a una de esas películas románticas llenas de gorritos, nieve, árboles imposibles y luces. Muchas luces. Además de las malas, de las que echan por la tele a la hora de la siesta con un doblaje que apesta a producción barata. Con una trama predecible, para que te duermas. Por eso la ponen a esta hora. Pero yo no soy de siestas, y aquí estoy, tragándomela con sus anuncios y todo.

En el fondo me he enganchado.

A veces un poquito de cursilería navideña no viene mal, ¿no? Y más en estas fechas, a punto de llegar el puente de diciembre... Ambientadísima estoy.

Hundida en el centro de mi sofá por una manta tres veces más grandes que yo. Mi niña dormida a un lado, con sus piernecillas sobre las mías, y mi otro amor echando babas en mi hombro.

No puedo estar más navideña. Ni más a gusto.

Ojalá pudiera hablar con el protagonista de la peli y decirle que luche por la chica. Por formar una familia con ella. Solo con que sea la mitad de feliz que yo, ya te va a merecer la pena, Chris. Y mientras él lo sigue consultando con un elfo, yo acaricio la mejilla de mi mujer con una mano, y con la otra arropo el costado de mi peque. No las cambiaría por nada. Ni por ese trono que puedes heredar, Chris. Te lo aseguro.

Sí, perdón, no estáis aquí para leer lo que pasa en una película tonta de... ¡Ay, por fin se ha dado cuenta! ¡Y va directo a su pueblo!

Se parece muchísimo al de la yaya de Nat. Cuando hemos ido por navidades, me ha parecido como que entraba en una película de estas. Pinos y bosque vestidos de blanco, casitas de cuento, el olor a castañas... El alumbrado navideño.

¡No, no me metáis en un flashback que estoy viendo la...! Ya, sí, yo me lo he buscado. Pues nada, habrá que dejarse llevar.

No sé en qué navidad estamos, porque hace tanto frío como siempre. La plaza aún no tiene la fuente, así que Elena todavía no ha nacido. Entonces este flashback no es del año en que Natalia salió de reina maga, que era mi primera hipótesis... Ni tampoco puede ser mi primer año en Pamplona, porque ya no está el puesto de churros.

He dicho que me iba a dejar llevar, ¿no? Pues ya está con las especulaciones, vamos a disfrutar de una peli mucho más buena que la de la tele. La de mi vida.

Uy, estoy fatal hoy...

—Mira que eres saboría con tu familia... Tenías que haberles dejado venir.

—Saboría, esa es nueva—sonrió Nat, apuntándoselo mentalmente en su diccionario de expresiones andaluzas—. Eso es como malaje, ¿no?

—Más o menos, sí. Malaje y saboría, que llevan desde el verano deseando verte y tú vas y...

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ