7. El ruido que necesita

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No he dormido nada.

Me he pasado la noche dándole vueltas a lo que pasó ayer. Me confié. Me confié demasiado. Me agarré a los últimos avances, y me dejé llevar por unos ojitos pequeños a los que no soy capaz de decirle que no. Y sé que lo hice mal. Me salió mal. No debí prometerle nada. Creo que ella no entiende muy bien por lo que estamos pasando... y si encima yo le hago el lío, imaginaos. No podemos decirle un día que necesitamos estar separadas para reconciliarnos, y al día siguiente jurarle que todo volverá a ser como antes.

Esta mañana he intentado explicárselo. Mi fallo ayer, y por qué su madre se fue. Aunque no sé si he conseguido librarla de la culpa que sentía... Pobre Elena. Siento tanto que tenga que aguantar todo esto...

—¡Mamá, ha sido súper guay! —exclama desde su sillita, ubicada en el asiento trasero de nuestro coche. Para compensar el marrón de ayer, la he llevado a un parque de bolas nuevo. Mi hija se merecía un día de verano como cualquier niño normal. Un día feliz de vacaciones sin tener que estar en medio de un drama, ¿no creéis?

—¿Sí?

—¡Sí! ¡Quiero ir otra vez! ¡Y que venga Pablito!

—Le preguntaremos a sus papás, ¿vale? —la miro por el espejo retrovisor. Tiene todo el flequillo pegado a su frente, y los cachetes encendidos. Se agarra a los cinturones de su sillita y juega con ellos mientras mira con curiosidad por la ventana—. ¿Quieres que vayamos a cenar una buena hamburguesa tú y yo?

—¡Sí! ¡Al burguer! —chilla sonriente—. ¡Pero pon música, mamá!

—Si es que eres hija mía—murmuro yo a la vez que enciendo la radio. Suena un piano, una melodía que he escuchado más de una vez. Sin embargo, no consigo identificar qué canción es.

Para serte sincera te he echado de menos, me atrevo a decirlo. Te confieso que ahora duele esta distancia, y el frío.

Vale, es Vanesa Martín con un cuchillo muy largo con destino mis venas.

—¡Vanesa! —celebra Elena. El taste de mi niña. Y el oído. Le ha bastado un verso para reconocer a la cantante.

Yo seguí tus pasos por más que negara volver a sentirlos. Y me guardé tu voz entre mis cosas...

Su voz... entre mis cosas. Pupa.

Aún conservo tu hueco entre las madrugadas, y dejo una luz encendida en la casa... Por si tú vuelves buscando la historia que ayer me contabas.

Me sé esta canción. La he escuchado mil veces. Sin embargo, la manera en la que la estoy sintiendo ahora es totalmente nueva. Cada verso me duele, cada palabra conecta conmigo. Casi podría jurar que es la primera vez que la oigo. El poder de la música, esta vez destrozándome.

Y luego yo, que sé de viajes y noches calladas, me hago la tonta y te abrazo a mi espalda...

Vale, Vanesa Martín, una cosita. O paras, o quemo todos tus discos. Por favor ya con el dedito en la llaga.

Porque este amor es a prueba de bombas, no se conforma ni se queda quieto, abre los ojos y a ratos te nombra.

A prueba de bombas. Nuestro amor es a prueba de bombas. Por supuesto que lo es. Es más fuerte de lo que pensamos. Siempre acaba ganando. Y lo ha demostrado a lo largo de nuestra vida. Cuando las cosas no iban bien, ahí estaba nuestro amor superviviente. Cuando llovía y no veíamos el sol tras las nubes, ahí estaba nuestro amor valiente. Cuando nadie creía en nosotras, ahí estaba nuestro amor invencible. Cuando nos decían que no íbamos por buen camino, que lo nuestro no saldría bien, ahí estaba nuestro amor desafiante.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Onde histórias criam vida. Descubra agora