26. Mudanzas

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Tres cepillos de dientes mojados.

Tres toallas en el tendedero.

Tres tazas en el fregadero. Cuatro platos manchados de chocolate.

140 kilos bajando por el ascensor.

Tres puertas que se abren, y tres que se cierran.

Dos cinturones y una sillita abrochados.

Pablo Alborán amenizando el viaje para mi tortura. Mis dos voces favoritas siendo una sola para mi disfrute.

Cambio de emisora para enfadarlas. Infalible. Me gritan, me río. Elena se cruza de brazos, Alba me mira risueña. Les devuelvo a su cortavenas.

—Qué canción más larga—resoplo.

—¡Y en el último rayo de lúuuuuuu! —aúlla mi hija. Su madre y yo estallamos en carcajadas. Menudos agudos tiene Elenita. Ni Sia.

—Nos ha salido una lobita como su mamá—me pincha. Ya estamos otra vez con la coñita de las canciones de Natalia 2007. Siempre me perseguirá. Siempre—. ¿Qué vamos a hacer entonces, cariño?

—Vamos a por tus cosas primero.

—¿Por qué no hacemos algo divertido con la niña y luego ya...?

—No, prefiero hacer la mudanza antes—cabeceo. Alba me acaricia el muslo mientras conduzco. Le cogería la mano, pero me pondría una multa.

—¿Ahora eres tú la responsable? —me hace sonreír. Veo a Elena por el espejo. Sigue aullando.

—Me contaminas—susurro.

—Vamos a disfrutar del día y después nos encargamos de eso, anda. O mañana, qué más da... —me ruega—. No hay prisa.

—Es que quiero sentir que estás en casa ya. Y si tus cosas siguen en la de Julia... —me encojo de hombros. Los dedos de Alba se quedan estáticos en mi pantalón negro—. Parece una tontería, pero... No sé. Me quedaría mucho más tranquila si sé que tu ropa está mezclándose con la mía en nuestro armario. ¿Me he puesto muy poética?

—¿Cuándo no? —ríe, activando de nuevo las caricias. Yo le agarro la mano y dejo un par de besos—. Nat, al volante...

Po' ya me ganao' la multa... Mira que os lo avisé. ¿Por qué no me habéis frenado?

—Quiero cerrar esta etapa cuanto antes para que empiece la nueva, Alba...

—Vamos a por mis cosas entonces. No quiero que te pases el día con la cabeza en otra parte. Hoy tiene que ser un sábado muy especial—me susurra, alzando la voz al final de la frase para hacer partícipe al bichito, que se limita a sonreírnos. Qué bonita está con sus dos colitas. Tan bien peinada. La vuelta de mami se nota hasta en el pelo de Elena.

—Mira, se me ocurre otra cosa. Mezclamos los planes, ganamos las dos. Mudanza y disfrute. Primero recogemos lo que tengas allí, lo metemos en el maletero, y nos vamos a celebrar. En vez de salir a cenar, vamos a comer al mediodía con toda la mudanza en el cochecito, y ya cuando nos cansemos nos vamos pa' casa a desempacar.

—Me parece un plan estupendo.

—¿Ves como a veces pienso, cariño?

Llegamos a la casa de Julia. Mi hija se mete en el cuarto de las gemelas para jugar mientras Alba y yo nos encargamos de recoger. Me ha tocado limpieza. Y nunca pensé que disfrutaría tanto limpiando unas cristaleras, fregando un suelo y quitando polvo. Pero sí. Lo estoy haciendo. Porque recoger esta casa significa cerrar una etapa. Ella ya no volverá aquí de lunes a viernes. Lavar estas sábanas significa que ya no las necesitará, porque Alba dormirá en las mías, las nuestras. En nuestra cama. Vaciar este frigorífico significa que mi mujer no tendrá que comer más aquí, porque lo hará en nuestro hogar. A la vuelta del trabajo, antes de irse, o en los días de descanso.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now