41. Todo

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No me siento las piernas.

Tengo la nuca empapada.

La garganta seca. El estómago vacío.

Los brazos cuelgan de mis hombros por inercia.

No puedo con el turno de tarde.

—¿Otra vez tengo que trabajar mañana? El idiota este no se entera de cómo hacer los turnos.

—Ya. A mí quería ponerme el fin de semana—le digo a mi compañera, que revisa los nuevos turnos en la pizarra de la sala de enfermeros.

—Dadle unos días de confianza al pobre chaval. Está aprendiendo—sonríe Alberto. ¿Se ha notado mucho que son amiguetes y que le va a conceder los días libres que pida? Sí. Pienso igual—. Y tu hija ya es grandecita, Alba. Podrías darnos a nosotros algún finde de los tuyos.

—Imposible. Vamos de gira con mi mujer.

—Joder, tía. Qué egoísta eres...

—Oye, Alberto... Que Alba es la primera que se ofrece siempre para cambiarnos el turno cuando lo necesitamos—le regaña Luisa.

—No ha cedido ni un solo fin de semana este verano. Ni uno.

—He tenido un verano complicado—musito.

—Mira, Alberto. Tú no tienes ni idea de lo que cuesta conciliar familia y trabajo, así que cállate la boca—interviene furiosa. Ella sí sabe por lo que he estado pasando. Él no. A ese no le doy ni un miligramo de información sobre mí—. Será que no te coges tú domingos para ir al fútbol... To' los que quieres.

Con una exhausta sonrisa le agradezco que me defienda. No tengo yo ahora ganas de aguantar al capullo de Alberto. Nunca le ha parecido bien que tenga una especie de "inmunidad" los fines de semana. Es un envidioso. De esas personas que lo quieren todo, que no les importa pisotear al de al lado para conseguirlo. Pues lo siento, imbécil. El fin de semana es para mí. Para estar con mi familia. Bastante tiempo me pierdo ya de ellas con estos turnos infernales.

No soy una egoísta. Es lo peor que me podría haber dicho... Porque si de algo peco yo precisamente, es de pensar en los demás antes que en mí. Soy la tonta que cubre a mis compañeros porque saben que yo nunca les digo que no. ¿Eso es ser egoísta? También he cedido algún domingo por cumpleaños o bodas. He perdido un día integro de mi pequeña para que alguien sople sus velas. Por supuesto que llegará un momento en el que renunciaré a ese privilegio. De hecho, cuando no es periodo escolar pido que me traten como a una igual... Pero tal y como estamos, necesito esos días para poder ir con Natalia a sus conciertos.

Sería un fastidio que justo ahora quisieran quitarme mi comodín.

No lo permitiré.

—Ea, adiós—ríe Luisa cuando Alberto abandona la sala sin despedirse. A la edad de mi compañera ya no se tienen pelos en la lengua, o eso dice ella. Lleva treinta años trabajando en el hospital, así que nada puede callarla. Es una gozada compartir turnos con Luisa. Nunca dejas de aprender—. No le eches cuenta. Es un niño de papá.

—No, ya... Lleva años echándome en cara que siempre libro los findes.

—Pues si tanto le gustan los fines de semana, que se hubiera buscado un trabajo de oficina de lunes a viernes. Aquí hay que apechugar con lo que toca.

—Y tanto que hay que apechugar—suspira Elvira, uniéndose al descanso. Esta es de mi edad. Estuve con ella de primero a tercero, de hecho, aunque nunca fuimos amigas en la universidad. Tampoco puedo considerarla ahora como tal. Sigue teniendo la etiqueta de compañera—. ¿Vosotras habéis terminado ya?

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now