50. La boda de su hermana

14.5K 605 568
                                    

Llevamos diez ¿cuánto falta? y ocho dame aguas.

Hemos echado tres partidas al veo veo y Elena una siesta de cincuenta minutos.

Solo hemos tenido que parar una vez.

Hemos cantado con los cantajuegos, recordando viejos tiempos. Pero también hemos repasado el disco de Gabi y mi mujer para el concierto de mañana. Y aunque la conductora ha protestado y se ha burlado de cada canción, hemos escuchado un disco de Pablo Alborán. Uno solo, tampoco queremos torturarla.

—¿Y ahora cuánto falta? —pregunta mi hija, abrazada a Queen en su sillita. Vaya, ya llevamos once.

—Queda un poquito menos que hace cinco minutos—le contesta Nat, mirándonos por el espejo interior. Yo también estoy detrás, al lado de la peque. Elena todavía es pequeña para ir sola en viajes tan largos, y mi padre si no va delante mal asunto. Se marea.

—¿Jugamos otra vez al veo veo? —le propongo, pero mi niña niega. Está harta de coche. Normal. Tres horas aquí metidas se hacen largas—. ¿Y una chuche? ¿Quieres una chuche?

—Vale.

—Una solo, que nos están esperando para merendar.

—Pero yo tengo hambre ahora...

—Ya vamo' a llegá, mi arma. Aguanta un poquito—resopla mi madre, otra que está agotada.

—Tas equivocao', era por el otro lao'—farfulla mi padre. De esas frases también tenemos una buena colección en este viaje. Vaya copiloto se ha buscado mi mujer hoy.

—Me gusta más este camino. La carretera está mejor.

—Pero ze tarda má'. Zi es que me tenía que habé dejao' conducí a mí.

—Abuelo, tú estás muy mayor ya para tantos kilómetros... —le rebate Nat con mucha sorna.

—¿Quiere' acelerá, que nos acaba de adelantá una L?

—Vamos a la velocidad que marcan las señales. Llevo una niña pequeña y dos jubilaos en el coche, Rafa. No es plan de jugar a ser Fernando Alonso.

—Aquí ze puee' corré, chiquilla. Pízale.

—Oy, Rafaé, cállate un rato ya. Me tiene la cabeza como un bombo. Natalia, hija, ¿puede poné el aire un poquito má fuerte?

—Claro que sí, lo que mi suegra mande.

—¡El aire no, que hace frío! —protesta Elena, y mi mujer detiene su acción.

—Pon la Zer un momento, a vé cómo va el Zevilla.

—Espera que termine esta canción, anda. Además, ¿qué más te da a ti lo que haga el Sevilla? Uh... no te habrás cambiado la camiseta ahora.

—¡¡YO QUE VIÁ ZÉ DEL ZEVILLA, NATALIA, PORFAVÓ!! Pero zi pierde y mañana gana er Beti', victoria reonda.

—Él tiene que está enterao' de to' la Liga, hija. ¿Me va a poné el aire, corazón mío?

—¡Que no, abuela, abre tu ventana si tienes calor! ¡NOOO, MAMÁ, NO QUITES LA MÚSICA!

Recordadme que para la próxima vez vengamos en dos coches. Por favor os lo pido, albayas. He hecho viajes a Pamplona más cortos que este. Suerte que ya estamos...

—¡Ya veo los pisos! ¡Mira, mami, mira! —celebra mi niña. Llevamos todo el camino diciéndole que eran la señal para saber que estábamos cerca. Las urbanizaciones, y la gran rotonda con el nombre del pueblo en letras blancas.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now