51. Los Reche y yo

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Pasear por este paseo marítimo es un clásico de nuestros viajes a Estepona.

Es nostálgico, es especial.

Si no lo fuera, también sería un clásico. ¿Quién coño no pasa por el paseo marítimo de un pueblo costero? Es de 1º de guiri.

Pero para Alba y para mí, venir aquí es más que un acto turístico.

Es revivir el verano en el que nos conocimos, y los que vinieron después.

Aquí se cruzaron nuestras vidas por segunda vez. Aquí casi me cargo mi guitarra para que esa chica no se me volviera a escapar. Aquí le robé el primero beso. Paseamos nuestro tonteo. Mis intentos fallidos por ir de su mano, sus intentos fallidos por no sonreírme.

También paseamos nuestro amor de hojalata cuando Marina y Francisco se instalaron aquí, convirtiendo el pueblo en el que nos conocimos en un destino que visitaríamos con frecuencia. Qué suerte la nuestra. Poder pasear por nuestro primer escenario cada vez que venimos a ver a la familia.

Enseñarle a la playa de nuestros primeros revolcones, cómo va madurando nuestra relación. Cómo nos trata el tiempo.

Porque por aquí también paseamos nuestros anillos relucientes. Nuestro recién estrenado compromiso.

Y una barriga que me hacía andar más lento.

Y una niña que ahora corretea jugando al pilla pilla con su prima, igual que un día jugué yo con su madre.

—En esa grieta se...

—Se tropezó la tita cuando la perseguías y le curaste la herida con cerveza. Nos lo cuentas todos los años—rueda los ojos mi sobrino. Alba me mira risueña, apretándome la cintura. No seas pesada, mi amor.

—Es que no puedo entender cómo no la han arreglado todavía. Que lleva la losa levantada doce años... o más. A saber la de gente que se ha estampao' ahí. Me pongo a escarbar en la piedra y saco la sangre de tu tía, y la de ochocientos más.

—Cada vez que hay elecciones prometen mejorar el paseo. Después se les olvida—suspira mi cuñado.

—Prefirieron gastarse el dinero en hacer un tobogán que te dejó el culete hecho fuego—le guiño el ojo.

No me pude reír más cuando me enteré de que mi cuñado había sido una de las víctimas del terrible tobogán. Espero que conozcáis esa polémica, ha sido de lo más sonado este verano. Todavía recuerdo el vídeo de la señora que salió volando. Literalmente. Ay, y que el pueblo se nos hiciera famoso por esa tontería, con lo bonito que es...

—Me tiré para verificar que era seguro antes de que lo probaran mis hijos. Y menos mal que lo hice.

—Papá, eres un héroe—le vacila David—. Un héroe con el culo quemao'.

—No es para tomárselo a risa. Estuve varias semanas viendo las estrellas cada vez que me sentaba.

—Mi papito, pobrecito—musita Marina con una burlona sonrisa.

—Tita, le tienes que pasar a mi madre las fotos que nos hicimos en la prueba de sonido. Que no se te olvide, porfa­­­­­­—tira David de mi camiseta.

—Sí, luego antes de irnos te dejo el móvil y eliges las que quieras.

—Vale. ¡Creo que ya sé cuál fue mi momento favorito! Cuando le pegaste una patada al taburete cuando te tocaba cantar. ¡¡FLIPANTE!! Fuá, soy un pesado, pero es que me encantó el concierto, tita Nat—se encoge de hombros. Mi niño. Está en bucle desde anoche—. ¡IRÍA CONTIGO A TODA LA GIRA!

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz