45. Mi orden desordenado

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No me gusta el turno de las seis de la mañana.

No me gusta despertar sin ella.

Cuando suena su alarma me vuelvo a dormir. Mi cabeza tiene aprendido que ese sonido no va conmigo.

Noto su beso, el que nunca falta antes de salir de la cama. Pero estoy tan frita que cuando voy a devolvérselo son las ocho. Y sus labios llevan dos horas fuera de casa.

No me digáis que no es frustrante.

Me he levantado triste. Ella no está, y este fin de semana no tenemos concierto. Y me duele la cabeza. No sé si es del tequila de anoche, o es que está cambiando el tiempo.

Lo bueno del turno de las seis, es que Alba llega para el almuerzo y ya no vuelve a irse. Ya es nuestra hasta el lunes. Lo cual sería la hostia si tuviéramos que viajar a alguna ciudad para tocar. Pero no. No hay gira este finde. Y eso me pone triste. ¿Qué voy a hacer con mi vida cuando se acabe?

Lo bueno del turno de las seis es que me encuentro el café hecho junto a uno de sus post-its. A mi mujer le encanta dejar notitas cuando se va. Y a mí leerlas. Hoy nos dice: ¡Por fin viernes! Que tengáis un día maravilloso. Os quiero.

¿QUÉ? ¿Y QUÉ HAGO DE COMER? Ah, esperad, hay otro post-it en la nevera: no prepares nada. Hay que gastar los filetes de pollo. Te quiero x2.

Fantástico. Mañanita libre for me.

Pero antes de eso tengo que llevar a mi hija al cole.

—Buenos días, coshita mía.

—Nooooooo—se da la vuelta, escondiendo la cabeza bajo la almohada. Los viernes son horribles para ella. Está agotada. Y lo peor es que ni siquiera puedo animarla con un: ¡venga, que mañana nos vamos de concierto!

No supero, ¿eh?

—Venga, bichito, no te hagas la remolona. ¿Quieres cereales o tostada?

—Quiero troncar todo el día.

—A Gabi le encantó tu dibujo—le digo, acariciando su espaldita por dentro del pijama. Qué calentita está—. Lo ha puesto en su Instagram y todo.

—¿QUÉEEEEE? ¿PARA QUE LO VEAN TODOS LOS FANS?

—Sí. Es que ha sido el regalo que más le ha gustado. Ahora te lo enseño mientras desayunamos—le prometo, consiguiendo con la oferta que saque la cabeza de debajo de la almohada. Pequeños avances—. Vamos a ponerte el chándal.

—Ese no.

—¿Por qué no? Es el que te sacó mami anoche.

—Porque ayer llevé ya una camiseta azul.

—¿Y qué pasa?

—¡Que no quiero ir siempre del mismo color!

—Y solo tiene cinco años—murmuro para mí—. ¿Morado le parece bien a la señorita?

—¡Morado, sí, morado!

—Levanta los bracitos.

—Mami ya me deja vestirme sola—se cruza de brazos cuando voy a quitarle el pijama.

—¿No podemos jugar a que eres un bebé? Echo de menos a mi bebito que se hacía caca encima, puuuuuuf—finjo lloriquear, haciendo pedorretas en su cuello. Elena se parte de risa mientras intenta apartarme—. Vale, vale. Vístete sola, chica grande.

—Puedes hacerme los cereales mientras. Mami siempre se va a hacer el desayuno cuando me estoy vistiendo para ir más rápido.

—¿Siempre de qué? Pero si hace dos días te llevé yo, y...

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu