46. Otras alas

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Un susurro a gritos.

Su voz iluminando la oscuridad, el camino hacia un nuevo día.

Un susurro infantil que reclama mi atención.

Su ruido inconfundible, capaz de sacarme del sueño más profundo.

Y del mismísimo infierno.

—Mamáaaaaaaaaaaaaaa—vuelve a llamarme en ese tono que tanto me gusta. El tono que solo usa para secretos, y cuando no hay luz.

Abro los ojos, pero no la veo. Ah, hostia, que estamos en la cama volante de la caravana. Uf, necesito despertarme.

—Mamáaaaaaaaa.

El gatito de peluche de mi hija se estampa contra el techo. ¿Qué? Ahora cae a mis pies. Oigo golpecitos metálicos, y su voz que me vuelve a llamar.

—La niña—musita mi mujer, abandonando mi pechito calentito.

—Duerme un poco más. Yo me encargo—le pido, arropándola con la manta para que pose su cabeza en la almohada.

Debe de ser muy temprano, y ayer ya tuvo bastante con el turno de las seis. Dejo un par de besos en su mejilla. Una sonrisa somnolienta me responde.

—Buenos días, bichi—le digo, asomándome por el final de la cama. Ahí está, al filo de la escalera esperando a que baje. Qué buena es. Cualquier niño se hubiera saltado la prohibición de no acercarse a la escalinata esta—. Toma tu gato.

—Sí que estabas tronca, mamá—se queja al atrapar a Queen—. Llevo cien horas llamándote.

—Es finde, tía. Podríamos haber dormido un poquito más, que ayer bien que te quejabas cuando te desperté para ir al cole—le digo mientras bajo por la escalera.

—Pero me despertao'—se encoge de hombros.

—Aaaay, mi bichito madrugador—la cojo en brazos para dar y recibir mis cariñitos de buenos días—. Te quiero.

—Yo más—susurra, apretándose a mi cuello.

—¿Tú qué me vas a querer más? Eso es imposible.

—Mamá, tengo una pregunta.

—¿Tan temprano? ¿Podemos lavarnos la carita antes? Mira qué legañotas tienes.

—Vale.

—Venga—cedo, metiéndonos en el baño para darnos un agüita en la cara—. Ahora que ya parecemos personas despiertas, cuéntame, ¿qué es eso que te inquieta?

—¿Qué?

—Tu pregunta.

—Aaaaah. Que si en esa cocina de caravana podemos hacer las tortitas de súper sábado para mami.

—¡Es verdad, que es sábado! Madre mía, hija, estoy empanada. Claro que se pueden hacer tortitas. Lo que no sé es si mami se acordaría ayer de comprar los ingredientes.

—Seguro que sí. Es mami.

—Po' también es verdad.

Elena y yo rebuscamos por los muebles de la cocina de la forma más sigilosa que sabemos para no despertar a Alba: lo que viene siendo bien poco. Esto de vivir sin puertas complica muchas cosas. Demasiadas, diría yo.

—Nada, tronca. No vamos a poder hacerlas. Vístete y damos una vuelta por el pueblo, a ver si encon...

—Mirad en la puerta de la nevera—musita una voz adormilada desde la cama volante. Ya la hemos despertado. Mucho tardábamos.

Ohana - (1001 Cuentos de Albalia)Where stories live. Discover now