14. Chupitos de melocotón

1.6K 141 1
                                    

Bea me prepara una sopa de verduras mientras hablo con mi madre.
—Voy ahora mismo para allá —me dice preocupada.
—Por milésima vez, no hace falta mamá, estoy bien, te lo prometo.
—¿Cómo vas a estar bien? Necesitarás ayuda con la colada, las comidas...
—Me están cuidando estupendamente —la tranquilizo.
—¿Quién?
Bea me hace un gesto para que ponga el manos libres y le hago caso. Se presenta y tiene una pequeña conversación con mi madre. Le dice que ella va a estar conmigo en todo momento y que me está cocinando. Me ayuda a convencerla para que se quede tranquila en casa.
Cuando me vuelve a pasar la llamada, mi madre intenta indagar en su modo "cotilla" sobre mi nueva amiga, pero la corto rápidamente porque me avergüenza hablar de ello.
Bea sirve los platos y se sienta en el suelo a mi lado.
—Aún no me puedo creer nada de esto —sopla la sopa—. ¿Por qué no me llamaste?
—No quería molestaros —soplo también. Huele de maravilla.
—¿Crees que es más importante un polvo con el buenorro de mi novio que cuidar de mi amiga lisiada? ¡Has tenido que dormir con Héctor!
—No me lo recuerdes —contesto con frustración.
Evito contar todo lo que sucedió con la fotografía que guardo pegada con celo bajo mi almohada. No quiero recordar aquello.
Pruebo la sopa
Pruebo la sopa por fin e imito un orgasmo, porque está demasiado buena.
Bea hace una reverencia dándose besos a si misma y comemos tranquilas cambiando de tema. No quiero seguir hablando de Héctor.

Héctor:

Subo las escaleras y solo pienso en una cosa desde que he salido de trabajar. Mirar cómo está y recriminarle lo niñata insensata que es. No me puedo creer que haya desaparecido dejando las llaves en el puto suelo.
Aporreo la puerta y Bea me abre la puerta con evidente preocupación. Paso por su lado sin tan siquiera mirarla y busco a Abril que está en el suelo rodeada de cartas.
—¡¿Eres idiota?! ¡¿Sabes el susto de esta mañana al no encontrarte? ¡He estado desquiciado en el trabajo!
—Quizá si no te hubieses comportado como un capullo, no me habría ido —contesta tajante.
—Ah, que ahora es mi culpa que seas una entrometida de mierda.
Abril me fulmina con la mirada y de pronto Bea entra en escena y se pone frente a mí. Estupendo, ahora tengo que lidiar con dos chicas. Prefiero una patada en los huevos.
—Héctor te estás pasando —me señala con un dedo.
Intento calmarme. La conozco desde hace tres años, es buena persona, no se merece que la mande a la mierda por culpa de lo que Abril provoca en mí. Saca lo peor, eso que tengo enterrado en el fondo y que no quiero ver.
—Solo estaba preocupado —mascullo incómodo.
Bea, como de costumbre, defiende su posición y me pide ir a mi habitación para recoger los medicamentos de Abril. Abril y yo nos miramos brevemente y farfullo por lo bajo lo poco que la aguanto antes de abandonar la habitación.
—¿Me vas a explicar qué te pasa con ella? —Bea cierra la puerta de mi habitación.
—Estupendo, te ha pegado el ser una entrometida —me burlo mientras le tiendo la bolsa con las pastillas.
—No se merece que la trates así y lo sabes perfectamente.
No me lo dice claramente, pero sabe perfectamente lo que nos pasó hace años, aunque lo intente tapar con frases ambiguas.
Estoy a punto de reírme, pero decido reprimirlo. Nadie sabe una mierda y prefiero que siga así. Abril no va a desestabilizarme más, esto solo durará hasta que se recupere del maldito pie.
—Creo que ya te conoces la puerta —la señalo tras ella.
Vea abre la boca de par en par y sale indignada de mi habitación. Perfecto.
Intento entretenerme lo máximo posible para no pensar en la rubia que vive a unos metros de mí, porque me entran ganas de gritar y reventar media habitación.
Me repito una y otra vez que no pasa nada, que lo tengo más que superado, pero el vértigo que tengo en la boca del estómago me recuerda a la peor época de mi vida. Un fantasma que hace años que no me perseguía.
Me pongo a hacer deporte hasta que la llamada insistente de Luis me hace quitarme los auriculares y contestar con desgana.
—¿No pillas las indirectas? Si no te cojo, es que no quiero hablar.
—Vaya, has vuelto del trabajo más insoportable que de costumbre —se burla.
—Es porque tu novia y mi ex han decidido confabularse en mi contra.
—Seguro que te lo mereces.
Estupendo. Estoy hasta los cojones de esta residencia.
Luis recurre al chantaje emocional para obligarme de una forma u otra a ir al restaurante al que trabajo a por unas hamburguesas para intentar plantar la bandera blanca con las chicas. No pensaba hacerlo, pero me recuerda que he lisiado a Abril y no me queda de otra, porque cualquiera lo aguanta cuando se pone así.
Pego horas más tarde en la puerta de Abril y Luis me abre con una sonrisa que me encantaría borrar de sus labios. Tener amigos para esto.
Abril y Bea me miran serias para acto seguido comenzar a cuchichear.
—Vamos entra, son solo dos chicas indefensas —se burla Luis por lo bajo.
—Estar desnudo en una piscina repleta de pirañas, es menos peligroso que esto.
Me dejan un hueco entre mantas y cojines y comenzamos a cenar. Al poco tiempo, la música se escucha tras la puerta. La fiesta ha comenzado.
Ellos comienzan a hablar de cosas que apenas escucho. Yo miro la habitación de Abril, decorada en su totalidad por tonos rosas y pequeñas decoraciones por todas partes. Me pregunto si tendrá por aquí la foto, porque al volver del baño no la encontré por ninguna parte y quiero recuperarla.
Las conversaciones acaban enfocadas en la universidad y Bea me pregunta por mi carrera.
—Manda cojones que después de tres años no te aprendas el nombre. Comunicación Audiovisual.
—¿Tú a caso te sabes la mía?
—Te has metido en la boca de lobo tú solo —se burla Luis.
—Estás en tercero de "entrometida" —le guiño un ojo.
Me tira una patata frita que cojo al vuelo y me la como. Abril comienza a hablar de como en su carrera es una competición constante y no puedo reprimir recordar el instituto. Era evidente que Abril acabaría en esa carrera y estoy seguro que será la mejor de su clase.
—Seguramente seas la más competitiva de tu clase —le sonrío recordando los viejos tiempos
—¡Eh! No soy tan competitiva.
—Siempre lo has sido. En el instituto no paraste hasta ganar el concurso de collage. ¿Cuántos hiciste antes de presentar el definitivo? ¿Ocho? Creo que no hice más fotos en mi vida.
—¡Fueron solo siete! Y gracias a mi practicaste un montón, deberías agradecérmelo.
Es increíble que esto esté pasando. Creo que es nuestra primera conversación normal sin matarnos ni pullas de por medio. Por un segundo, me siento reconfortado.
Una hora más tarde Bea saca una botella para echar chupitos de melocotón.
En un principio pienso negarme a beber, pero si no lo hago, no podré soportar esta noche junto a ella.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now