99. Día 6: no me gusta socializar

1K 85 5
                                    

Miro fijamente el colgante desde hace más de media hora.
No sé dónde está Héctor, pero agradezco tener este momento de intimidad, porque estoy muy jodida y confusa.
Ni siquiera me he atrevido a ponérmelo, tan solo lo sostengo mirando cada cristal, cada reflejo que centellea.
Suspiro y me tiro en la cama, con una mezcla de sentimientos que no consigo comprender, por lo que llamo a Carlos, lo que se siente en ese momento como "correcto".
—¡Feliz Navidad, Mayo! —su risa esta vez no consigue animarme todo lo que debería.
—¡Feliz Navidad, Charlie! ¿Qué te ha traído papá Noel? —intento sonar todo lo animada que puedo.
—Nada. Mi familia ve como una grandiosa idea dar los regalos un día antes de clases. Malditos reyes magos —finge indignación.
—Agggg no me hables de ello. NUNCA he comprendido como la gente prefiere reyes antes que papá Noel... ¿Nadie piensa en los niños? —finjo su misma indignación.
—Bueno tú y yo... tenemos ya canas en ciertas zonas que mejor no menciono —se ríe.
—Canas tendrás tú. Yo estoy felizmente depilada, lo sabes perfectamente.
Más risas, pero aún así, soy incapaz de sacarlo de mi cabeza. Las llamadas con Carlos suelen funcionar. ¿Cómo un simple colgante es capaz de nublarme por completo? ¿Es porque soy materialista, o porque quiero creer que es mucho más de lo que realmente es? Me aterra estar olvidando poco a poco todo el daño que me hizo.
Hay un momento de la conversación en la que me siento distante y apenas lo escucho.
—Me entristece —vuelvo a conectar.
—¿El qué?
—Que estés sola en estas fechas tan especiales y ni tengas un regalo.
Y más mentiras. Vuelvo a mirar el collar. Es precioso.
Le digo que no se preocupe y cuelgo al minuto. No puedo seguir manteniendo una conversación con el chico con el que me acuesto pensando en mi ex.
Me visto y decido dar un paseo por la playa. Ni siquiera desayuno.
Cuando salgo, me siento un poco en la hierba que hay frente a la playa. Escucho que alguien me llama a la lejanía. Es María. Me pide que me acerque.
—¡Feliz Navidad, querida Abril! —me sonríe alzando una taza de té.
La felicito también y me siento a su lado para acompañarla.
—¿Un poco de té? —saca un pequeño vaso de plástico de una bolsa y me echa un poco.
Tomo un sorbo y me atraviesa un escalofrío al notar el calor en contraste con el frío.
—Son la nueve y media. ¿No es muy temprano? Te acostaste tarde —me sonríe.
Y hubiese dormido hasta el medio día, de no ser porque de repente no he sentido ese calor tan agradable en la cama. Héctor se fue temprano y yo no he podido volver a dormir por su ausencia.
—¿Sabes que nos hemos acostado a la misma hora? —me río.
—Ya sabes, las personas mayores dormimos menos —me guiña un ojo.
—Oh, vamos, tú no eres mayor —le sonrío.
Miro continuamente a todos lados, con miedo y nervios de encontrarme con él.
—Tranquila, el chico se ha ido a dar un paseo —me mira con una extraña sonrisa en el rostro.
Le sonrío incómoda y bebo un sorbo para rellenar el silencio.
—Abril ¿puedo hacerte una pregunta?
Vaya... ¿Querer? No quiero, pero asumo que tengo que aferrarme a la gran llamada "educación".
—¿Por qué finges que no te importa?
Escupo el té en la taza y me da un ataque de tos digno de un camionero que lleva veinte años fumando un paquete de cigarrillos diario.
—¡Chiquilla! Tampoco quiero que te ahogues —se ríe a la vez que me da golpecitos en la espalda.
Cuando consigo recuperarme, vuelvo a beber un sorbo para retrasar lo que quiera que sea este interrogatorio.
—No me importa, ya te explicamos lo de...
—Lo del concurso, sí sí, me quedó claro —se ríe— ¿sabes lo bueno de hablar con desconocidos que probablemente nunca vuelvas a ver? Que lo que digas se queda en el mayor de los secretos —me guiña el ojo.
—Me puso los cuernos —creo que es suficiente para zanjar el tema.
—¿Hace cuánto? —pregunta con curiosidad.
—Cinco años —aparto la mirada.
De nuevo me invade una oleada de frustración al recordar todo. Imágenes de él y Andrea se revuelven en mi mente, echando fuego a mis peores demonios.
—Eso es bastante tiempo —dice para sí misma.
—¿Mucho tiempo? ¡Me humilló! —exploto sin querer. Miro horrorizada a María, que no parece molesta—. Lo- lo siento —me disculpo avergonzada.
—No debes disculparte por estar herida. Cada uno perdona a su debido tiempo —me sonríe.
¿Perdonar? ¿Cómo puedo perdonar que me humillase? Hay cosas que nunca se pueden perdonar, y así se lo hago saber.
María se queda callada unos segundos, sopesando sus palabras, porque aunque no lo reconozca, estoy bastante nerviosa, y se me nota.
—Te voy a dar un consejo, basado totalmente en mi experiencia y mis creencias, eso no quiere decir que sea lo correcto, pero aquí lo tienes. Cinco años puede llegar a ser mucho tiempo. Creo que las personas cambiamos continuamente. A veces, cometemos actos egoístas o injustificables, pero eso no significa que no tengamos la capacidad de mejorar, cambiar e incluso odiarnos por ello.
—No se arrepiente. Me lo dejó claro en una discusión que tuvimos —se me coge un nudo en la garganta.
—En una discusión —matiza.
—¿Y?
—A veces, cuando tenemos miedo a ser heridos, tendemos a herir primero. Instintos primarios —se encoge brevemente de hombros.
—Él no tiene miedo —pongo los ojos en blanco.
—Pues como finja la mitad de bien que tú... Puede que tenga bastante miedo —me sonríe dulcemente por última vez antes de volver a la caravana porque la llama José.
No. Yo finjo porque no me queda otra. Si tiene miedos no tienen que ver conmigo. Lo di todo por él.
Termino el té y cuando sale le devuelvo la taza agradecida.
Quedamos para almorzar todos juntos y aprovecho para dar un paseo por la playa. Me encuentro a André que vuelve de correr.
—¡Buenos días! —me sonríe asfixiado.
—¡Feliz Navidad!
—Hostias sí... Eso. Feliz Mavidad —se da un golpe en la cabeza regañándose—¿Vas a dar una vuelta?
—Sí.
De nuevo me siento incómoda. No me gusta socializar tanto antes de la diez de la mañana.
—¿Puedo acompañarte? La verdad, creo que necesito juntarme con gente de mi generación —se ríe.
Acepto, solo porque sé que si voy sola, no voy estar completamente sola, ya que el fantasma de Héctor me va a acompañar.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesحيث تعيش القصص. اكتشف الآن