54. Halloween 4: Lo que pasa en halloween se queda en halloween

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Héctor:

El edificio está a rebosar. Un desfile de universitarios borrachos nos recibe, pero nosotros vamos directamente a nuestra planta. Abril intenta irse a su habitación, pero la retengo. Hay una cosa que nos queda por hacer. Llevo toda la noche pensando en hacerlo.
Abro mi habitación y la hago pasar pese a sus protestas de irse a dormir. Veo como se tensa mientras voy al armario para sacar el foco y preparar la cámara.
Aparto las cosas de una pare desnuda y regulo las luces ante su atenta mirada.
—¿Qué se supone que haces?
—Preparar un set para tu sesión de fotos —le sonrío con picardía.
—No —da un paso hacia atrás.
—Abril, estás luciendo el primer modelito de Bea, creo que lo sensato es que los subas a las redes. Hay que comenzar.
—Yo no soy modelo.
—Pero estás buena, y te recuerdo que has posado para mí cientos de veces.
Abril era la modelo de todas mis sesiones. Cada vez que quería probar técnicas nuevas la llamaba. Fotos que están en una caja encima de mi armario.
—La condición es que tú también tienes que posar. En solitario y juntos —sonríe.
Debería haber previsto que lo usaría en mi contra.
—Ni de puta coña el mundo va a tener una foto de mí vestido de pirata. Ni de putísima coña.
—Me debes algo —me sonríe con maldad.
—¿Y no te lo puedo pagar con un puto orgasmo? —me humedezco los labios y recorro su cuerpo al completo.
Abril se sonroja levemente y por un segundo, aunque soy ateo, rezo porque me diga que sí, pero finalmente se niega. Y por esto no creo en Dios.
—Sabes que para el feed sería una pasada posar juntos, vamos a juego —trata de convencerme.
Voy a objetar, pero no soy capaz. Cuando tiene razón, no puedo hace nada. Estas cosas venden.
Comienza la sesión.
Como en los viejos tiempo, le indico cómo tiene que posar. Es guapísima y la persona más jodidamente sexy que he visto en mi maldita vida. Al cabo de unos minutos, le digo que haga lo que quiera. No sé si es por el alcohol, o porque ahora es más atrevida, pero juega con su pelo y con sus curvas de una forma que me hace enloquecer.
Pone una de sus piernas encima de la silla que le coloqué y hace como si subiese ligeramente su falda, dejando los labios entreabiertos. Mi deseo aumenta por segundos mientras no paro de inmortalizarla.
En la siguiente, se sienta en la silla de lateral, con las piernas apoyadas en el reposabrazos mientras apunta con el revólver directamente a la cámara.
En un punto me tiro al suelo mientras Abril gatea como un felino y se queda tan cerca de la cámara, que veo a la perfección su escote que hace que mi temperatura aumente de forma drástica. La necesito tanto que me duele.
Aparto la cámara unos segundos y sus ojos bajan a mis labios. Se acerca unos centímetros y sin apenas notarlo, me roba la cámara.
Comienza a fotografiarme y me dejo llevar por su preciosa risa. Poso para ella lo mejor que puedo y tras unos minutos toca cambiar.
—Bien, ahora juntos —coloco la cámara en el trípode.
Primero nos ponemos espalda contra espalda y sacamos las pistolas recreando la escena de Sr. y Sra. Smith.
Después, la cojo por la cintura y la pego a mi pecho, sujetando a la altura de mis caderas una de sus piernas. Abril me apunta a la sien mientras yo alzo su mentón con mi pistola.
Nuestras miradas buscan los labios del otro insistentemente, pero siempre conseguimos separarnos a tiempo.
Con una sonrisa que hace que desee desnudarla, me sienta en la silla y se sienta encima de mi piernas, mirando a cámara
—Vaya, vaya... si llegas a decirme que la sesión sería así, no habría hecho falta que te cobrases el favor —susurro en su oído.
Bajo a través de su cintura y veo como la pequeña falda se sube al límite. Trago saliva con dificultad.
La cámara para de hacer fotos y se da la vuelta quedando completamente subida a mi regazo. Recuerdo cómo suele ser su ropa interior y me muerdo el labio para evitar que note lo que me provoca.
Me roba el sombrero y se lo pone con aire juguetón.
—A mi me queda mejor.
—No lo dudo.
Pasa la espalda por mi pecho y sube lentamente hasta acabar en mi cuello. Yo me centro en su escote y humedezco uno de mis dedos para borrar el maquillaje que trata de borrarme de su piel.
—¿Tratabas de ocultarme? —le sonrío con burla.
—Las imperfecciones tienen que taparse —me susurra al oído con una de sus manos apoya en mi pecho.
Con la pistola, vuelvo a levantarle el mentón para dejar nuestras miradas a la misma altura. Le prometí que esto era la guerra. Levanto la caderas y me presiono contra su zona húmeda y caliente. Abril se aferra a mi pecho y entreabre sus labios temblorosos. Se siente tan bien notarla sobre mí, que me encantaría hacer mucho más de lo que tengo pensado hacer.
—Quizá acabes con tantas que no tengas maquillaje suficiente —le susurro.
—Quizá seas tú el que tenga problemas.
De imprevisto, se acerca a mi cuello y succiona de forma salvaje. Gimo sin poder evitarlo. Su sonrisa victoriosa me enerva y excita a partes iguales.
—Un pequeño regalo —me sonríe.
En venganza cojo sus caderas y la aprieto más contra mí. Suelta un pequeño gemido ahogado y esta vez soy yo quien sonríe. Mis pantalones son tan finos que la noto a la perfección.
Nuestras caderas comienza a moverse más de la cuenta, ocasionando que ambas zonas empiecen a palpitar y el deseo vaya creciendo.
—¿Eres consciente de las caras que pones cuando estás encima de mí? —muerdo mi labio con satisfacción.
—No te lo creas tanto —reprime un gemido—. Tú estás peor que yo —dice entrecortada.
—Voy a demostrártelo.
Alargo el brazo y cojo la cámara instantánea.
Abril intenta huir, pero en un segundo la tumbo en el suelo y con una mano agarro sus dos muñecas. Intenta soltarse, pero aprieto aún más el agarre.
—Te lo voy a preguntar solo una vez Abril. ¿Quieres irte? Si es así vete, pero si no, pienso hacer que te corras encima mía. Tú decides.
Sus ojos se abren ligeramente y sus mejillas se sonrojan al instante. Noto cómo su respiración se entrecorta ligeramente.
—Seré yo la que lo consiga —me reta.
Deslizo mi erección por su ropa interior mientras sigue inmovilizada. Con mi otra mano, deslizo mis dedos por su pintalabios hasta emborronarlo, de forma que todo sea lo más sucio posible. Introduzco dos dedos en su boca.
Recorro su cuello con mi lengua y creo un surco de mordidas y succiones que hace que su cuerpo tiemble por completo. Llego a la zona cercana a sus pechos y dejo un sendero de moretones que la llevan al límite, mientras su lengua se desliza por mis dedos, haciéndome desear que otra cosa ocupase sus perfectos labios.
Saco los dedos y cojo la cámara para enfocarla.
—Gime para mí,  Abril —le ordeno.
Cada clic de mi cámara es un gemido que brota de sus labios. Las fotos instantáneas comienzan a caer a nuestro alrededor mientras intensifico mis movimientos y disfruto de sus suplicas para que no pare. No quiero parar. No puedo.
Suelto sus muñecas para poder maniobrar, pero con un movimiento de cadera, ella acaba encima y me roba la cámara de nuevo. 
Se aprieta aún más contra mí y esta vez es ella quien lleva el ritmo. Noto cómo palpita contra mí y tengo que morderme el labio para no suspirar de placer.
—Me toca. Vas a suplicarme para que no pare —sonríe con satisfacción.
Me aferro a sus caderas mientras dispara la cámara. Nos movemos como animales, con un ansia feroz que nos consume.
Deja la cámara a un lado y comienza a marcar mi cuello con un salvajismo que me hace sentir un dolor que solo me excita más. Gimo su nombre mientras hundo mis dedos en su piel, notando la fina tela de su ropa interior entre mis dedos.
La falda se le sube completamente y veo su ropa interior de encaje transparente. No puedo más. Gimo e intento meter mis manos por su costura, pero Abril me lo impide.
—Se mira pero no se toca.- le digo acentuando mi movimiento de caderas.
Dejo las manos por encima de la ropa y ayudo a que sus movimientos sean más amplios. Nuestros cuerpos comienzan a temblar y dos gemidos se escapan de nuestros labios cuando lo hacemos. Noto cómo ella se vacía encima de mí, empapando todo a su paso y me estremezco.
Paso los dedos por su muslo, impregnado de su líquido  y lo llevo a mi boca, saboreando cada parte de ella. Nada en estos cincos años ha sido igual. Nunca me he sentido así.
Después, vienen los arrepentimientos. Abril se levanta y comienza a recoger las fotografías donde salgo yo al igual que yo hago lo mismo con las suyas.
—Lo de esta noche... —necesito saber qué es esto.
—No ha pasado —sentencio—. Oficialmente ya no somos el capitán capullo ni su grumete sexy. Lo que pasa en Halloween se queda en Halloween.
—Me parece bien.
Abril sale corriendo de mi habitación mientras me quedo con una sensación de vacío que hace años no sentía.
Miro el disfraz empapado al igual que el suelo y suspiro. Como se entere la Pelirroja que hemos hecho esto con sus disfraces, nos mata.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora