47. Postre

1.3K 117 0
                                    

Comemos en silencio en un juego de miradas y gestos sutiles. El ambiente está cargado y nuestras miradas se enfrentan continuamente sin saber por qué se buscan.
Cuando terminamos de comer me limpio rigurosamente los labios al igual que Héctor. No nos quitamos el ojo de encima, como si en algún momento alguno de los dos pudiese hacer algo que acabase con esta especia de tregua. Tratamos de impedir una guerra que en el fondo deseamos tener.
El camarero viene a recoger los platos y me mira sutil el escote, a lo que Héctor responde con un carraspeo y el ceño fruncido. Me sonrojo por su actitud y al menos me consuela que no le haya dicho nada.
El chico se retira para traer los postres y le meto una patada a Héctor. Se queja frotándose la zona.
—Por cavernícola.
—Te he protegido de que te miren las tetas —bufa.
—Llevas mirándolas toda la noche. No vayas de héroe, no te pega —me burlo.
—Y a ti te encanta que te mire, no finjas, princesa. La próxima vez en vez que sea una patada, que sea una caricia —me guiña un ojo.
—La próxima vez te aplastaré un huevo —me sonríe con desdén.
—Otra cosa nueva es que antes no te iba el sado. Me gusta —se relame los labios.
Es idiota. No hace otra cosa que pensar en sexo. Una parte de mí me susurra que soy una hipócrita, pero al menos yo no lo grito a los cuatro vientos.
No tardan en traer los postres. Una tarta de queso con mermelada de arándanos y tiramisú. El camarero joven que nos lleva atendiendo toda la noche sonríe amable y le devuelvo la sonrisa en compensación a la mala actitud de Héctor.
—Muchas gracias —corta Héctor nuestro intercambio —Adiós — dice cortante.
Se lo dije. Le pego otra patada pero coge mi pierna y la retiene bajo la mesa.
—Princesa... ¿no te dije que la próxima vez tenías que ser más suave?
Su mano se desliza delicadamente por mi gemelo, acariciándolo de forma que hace que me entre un calor sofocante y mis pechos reaccionen de forma visible, cosa que él observa con una pequeña sonrisa.
Apoya mi pie con aire divertido en el hueco que hay en su silla, sin llegar a tocarlo, pero muy cerca de él. Es mera provocación.
—¿No ibas a plantar tu pie en mis huevos en la próxima? —se ríe y suelta mi pie.
¿Cree que no soy capaz? Efectivamente no conoce a la nueva Abril.
Compruebo que nadie puede ver nada y lo hago.
Lo apoyo en su entrepierna y abre los ojos muy sorprendido. Ejerzo un poco de presión.
—¿Te ha comido la lengua el gato? —sonrío divertida.
—¿Qué haces? —traga saliva con dificultad.
Un poco más de presión. Noto como se va endureciendo al tacto.
—¿Yo? Simplemente cumplo lo que prometo. ¿Qué te pasa Héctor? —deslizo el pie notando su erección y la acaricio— ¿También eres un pervertido que le gusta hacerlo en sitios públicos? —sonrío.
—Estás jugando con fuego —se le oscurece la mirada.
—Con fuego no. Con tu entrepierna —lo corrijo.
Corto un trozo de tarta y me lo como saboreándolo sin dejar de mirar sus pupilas dilatadas. Lamo la cuchara provocativa y Héctor suelta una pequeña risita.
—¿Huelo a frustración? —aprieto un poco más esa zona, notando como palpita.
—¿Quieres jugar a esto? Porque a mi me flipan los sitios públicos princesa, incluso más que a ti.
De pronto doy un pequeño respingo cuando noto su pie en mi entrepierna y me pregunto en qué momento se ha quitado la bota sin que me dé cuenta.
Agarro su pierna para que no haga presión inútilmente.
Me imita. Coge un pedazo de su postre y se lo come de una manera que hace que enloquezca. Su pie hace presión contra mí y me agarro al filo de la mesa.
Por unos segundos deseo que su lengua esté sobre mi piel y Héctor se ríe, por lo que deduzco que debo estar demasiado sonrojada.
Ejerzo más presión en él y veo como se muerde sutilmente el labio. Me encanta que se muerda el labio. Me encantaba que gritase mi nombre mientras acariciaba cada centímetro de mi piel.
Seguimos comiendo en un baile de suspiros y jadeos silenciosos. El mantel es el único que nos oculta de lo que estamos haciendo, que nos encubre con su perfecto acabado con detalles de seda caoba.
Encuentra perfectamente mi parte más sensible y la masajea a la vez que firmemente deslizo hacia arriba y abajo su pantalón.
Seguimos comiendo, aunque en el fondo cada bocado de nuestro postre tiene una connotación salvaje.
Cuando lo acabamos, se acerca el camarero y me tenso.
Héctor sonríe y sigue masajeando la zona. Estoy a punto de llegar al orgasmo delante de la mirada inocente del muchacho.
—¿Desean algo más? —nos pregunta con una sonrisa educada.
—No sé... Sigo teniendo hambre. ¿Quieres algo más, Abril? —me mira Héctor masajeando con más intensidad.
No se refiere a la comida, pero solo ambos lo sabemos.
Meto las manos por debajo de la mesa e intento que pare sin que se note, pero eso solo hace que se mueva aún mejor y en un acto reflejo me muerda el labio y arañe sus piernas.
—Eh... No —es lo único que consigo decir.
Las piernas comienza a temblarme y Héctor lo nota porque mi pie sigue en él, pero parece gustarle.
—¿Necesita un poco de agua? —me pregunta el camarero al verme tan sonrojada. Me muero de la vergüenza.
—Sí, por favor tráele un poco de agua. Creo que se encuentra sofocada —le contesta Héctor ocultando una sonrisa de satisfacción.
Cuando se aleja, intento levantarme. Me siento demasiado húmeda y me arde todo el cuerpo. Necesito ir al baño con urgencia.
Héctor me sujeta la pierna para impedirlo, incrementando aún más los movimientos.
La vista se me nubla y los ojos se me ponen llorosos. Tapo mi boca con la mano y agarro con fuerza el mantel con la otra. Estoy esforzándome al máximo para no gemir.
Las lágrimas se deslizan por mi rostro y justo cuando estoy a punto de llegar al orgasmo, quita su pie, al tiempo que llega el camarero.
Levanto rápido la cabeza y lo miro. Respiro con dificultad y su sonrisa se extiende con un tono narcisista.
Agradezco el agua sin apenas mirar al camarero y justo cuando se va, Héctor se levanta, aparentemente con el zapato.
Pasa su brazo alrededor de mis hombros y me susurra con voz ronca antes de irse.
—¿Ahora quién está frustrada?
Suelto la respiración que estaba conteniendo justo cuando se va.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now