71. Tremenda DIOSA

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Me veo al espejo y salto de alegría.
No puedo creerme que esta preciosidad que hizo Bea sea mía. Tengo que pagarle por esto, porque como la cosa siga así, básicamente va a rehacerme el armario entero.
Miro una vez más el vestido verde esmeralda y no puedo evitar hacerme fotos en el espejo. El estampado es liso, con dos pequeños fruncidos entre la zona de las caderas y el escote que hace que se marque más la cintura. La zona del escote es muy acentuada, de forma que no puedo llevar sujetador porque se vería, pero lo más bonito y rompedor llega cuando bajas a la zona de la falda, porque tiene una asimetría que hace que una mitad sea más larga que la otra, dando el efecto de raja que deja la pierna al descubierto.
Acompaño este look con un colgante simple, unos buenos labios rojos, botines negros con plataforma y un pequeño bolso negro. Finalmente me recojo el pelo en una cola de caballo y me pongo máscara de pestañas.
Recibo una llamada perdida de Bea, la señal de que ya está abajo esperándome. Antes de ir quiero hablar brevemente con Héctor de cómo explicarle a Bea que no vamos a estar más los tres juntos, pero cuando pego en su puerta no está. Debe haberse ido ya.
Carlos se ha ido en el coche con Luis. Quería venir conmigo, pero le dije que necesitaba todavía cierto tiempo para comentar al grupo nuestra relación, si es que puede llamarse así.
Cuando bajo, Bea está con un divino vestido rosa de gasa que tiene un lazo en el cuello y se abre en una falda con un poco de vuelo. Lleva el pelo rojo recogido también en una cola alta y sigue llevando sus icónicos labios rojos a juego con los tacones. La verdad es que la combinación de rojo y rosa le queda llamativa a la par de estupenda.
—Creo que debo estar soñando porque... ¡ESTOY VIENDO A TREMENDA DIOSA! —grita Bea acercándose y dando vueltas observando mi vestido.
—Pues creo que la que estoy soñando soy yo, porque literalmente estoy viendo a Afrodita. Las leyendas cuentan que era rubia, pero yo puedo verificar que es pelirroja —le guiño el ojo y miro su estupendo vestido.
Nos abrazamos con cariño.
—Me alegra mucho que te quede bien, estaba preocupada por si había metido demasiado de cintura —le brillan los ojos de emoción.
—¡Tienes que dejarme que lo pague! No puedes estar haciéndome ropa tan fantástica gratuitamente —la cojo del brazo y comenzamos a caminar hacia la calle.
—¿Te recuerdo que me regalaste una máquina de coser que cuesta una millonada? ¡Además me vas a ayudar a llevar las redes! Por no hablar de que accediste a ser una de mis modelos... Está más que pagado —me guiña el ojo.
Voy a preguntar si vamos a ir al centro en mi coche, cuando una figura esbelta que juega con unas llaves me da la respuesta. Héctor. Y por esto mismo me gustaría haber hablado antes, para no tener este momento incómodo, aunque igualmente íbamos a vernos en la discoteca.
Héctor está distraído jugando con las llaves y me fijo en su look, permitiéndome pararme un poco más de la cuenta para analizarlo.
Bea me susurra que la chaqueta que lleva es la que le hizo. Es una gabardina gruesa que queda por encima de las rodillas y con botones muy anchos de color dorado. En la parte del cuello lleva bastante caída y en las mangas tiene a la altura de las muñecas una línea fina roja que le da un toque sutil de color. Lo acompaña todo con unos vaqueros negros, botines negros y una camisa de cuello alto negra. Lo único que resalta de color son los anillos que adornan sus manos, esos anillos que cada vez que se los pone me parece salvajemente sexy.
Felicito a Bea por el trabajo y Héctor repara en nosotras.
Analiza nuestros vestidos y aparentemente casi me ignora, cosa que me enfurece, pero finjo indiferencia. Me da igual que no me mire.
—Pelirroja, evidentemente estás preciosa. ¿Cuando hacemos la sesión? Porque si volvemos perjudicados, podríamos dejarla para mañana si quieres —le dice Héctor.
—¡Vale! Porque creo que voy a volver muy perjudicada —ríe— ¿Mañana, Abril? —me pregunta ilusionada.
Pongo mis labios en una línea recta sin saber qué decir. Miro a Héctor buscando respuesta. Él me asiente brevemente y aparta la mirada.
—Claro, sin problemas.
Esta vez soy yo la que se sube en el asiento de atrás, quiero estar todo lo lejos que pueda de Héctor.
Bea le habla ilusionada de todos los proyectos que tiene mientras yo aprovecho mi sitio privilegiado y observo a Héctor por el espejo del coche.
Su expresión se ve calmada. Le sonríe a Bea de forma sincera y dulce, como hacía conmigo en muchas ocasiones. La mira con cariño y yo siento una calidez especial en el pecho. Bea es afortunada de tenerlo como amigo. Como novio habrá sido la peor escoria en la faz de la tierra, pero reconozco que Héctor siempre ha sido el mejor amigo que se podía tener, dispuesto a ayudar a todo el mundo sin pedir nada a cambio.
Cierro los ojos y me permito esconderme un poco en el pasado. En ese pasado que me cambió.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now