106. Día 9: desayuno

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Héctor:

Solo ella consigue hacer que mis demonios desaparezcan para más tarde despertarlos, pero creo que estoy preparado para exorcizarme, o eso me gustaría.
Creí que alejarme era lo mejor para no pensar en aquello, pero desde que volvió, me di cuenta de que odio más el hecho de que no esté, que el hecho de que me recuerde al peor día de mi vida.
Quizá esta vez pueda ser distinta. Ya no puedo obviar más lo evidente, sobre todo después de lo que pasó anoche. No tuvimos una noche tórrida de sexo y fin, sino que conectamos después de cinco largos años. Nos demostramos mucho más que mera atracción física, o al menos, eso sentí. Aún así no soy capaz de decirme esas palabras en voz alta, darle etiqueta a lo que siento, porque me aterra volver a ahogarme por mi pasado.
Son apenas las siete de la mañana y no puedo parar de mirarla. Es tan jodidamente preciosa que me duele el pecho. Estamos completamente desnudos y abrazados. Me da miedo su reacción al despertar, por si se arrepiente de esto. Pánico a que volvamos a la dinámica de desprecio mutuo.
La abrazo contra mi pecho y aprovecho para besar su coronilla. Si pudiese detener el tiempo, de todos los instantes que hemos vivido, me quedaría con este. La sensación de volver a tenerla después de haberla perdido en una chute de adrenalina que no lo puede igualar nada.
Abril aún dormida se abraza a mi pecho y sonríe contra él. Mi corazón se acelera y miro insistente sus labios, pensando en las ganas que tengo de besarla y prometerle que voy a ser mejor, pero no sé si puedo hacerlo, no hasta estar medianamente seguro.
Este es nuestro último día y no pienso desaprovecharlo. Solo hoy voy a olvidarlo todo y esforzarme por no ser un gilipollas y quitarme todas las barreras. Hacerla feliz.
Me deshago de sus brazos a regañadientes y le doy un último beso en la frente.
Busco mi ropa interior y me pongo a preparar el desayuno. Sé que no es algo muy elaborado, pero al final no tengo más que pan de sándwich y queso con jamón york. Aún así intento presentarlo lo mejor posible. Sirvo el café con una cucharada y media de azúcar, justo la cantidad que le gusta y lo preparo todo en la bandeja que venía la caravana. No es lo más romántico del mundo, pero es lo que hay.
Me quedo bloqueado cuando pienso en por qué mi esfuerzo en hacerlo romántico. Tengo que soltar la bandeja e intentar relajarme y pensar en la resiliencia que tanto ansío.
Nunca volveré a ser ese Héctor, pero como me dijo Abril, nunca lo volveré a ser, al igual que mañana en parte no seré el mismo que hoy.
Puedo hacerlo, aunque sea solo un día.
Vuelvo a coger la bandeja y suspiro antes de continuar, quedándome unos segundos de pie con miedo a cómo reaccionará. Nuestros últimos encontronazos de este estilo se resumieron en yo huyendo de su habitación o de la cama. Nunca nos hemos enfrentado a la mañana siguiente.
Suelto la bandeja en el mueble que hace de cabecera y acaricio suavemente su hombro desnudo. Quiero besarlo, pero me contengo.
Abril abre poco a poco los ojos y de pronto se tensa, cubriéndose más de lo que está con la sábana y mirándome descompuesta.
Tiene mirada de "huida" por lo que reacciono rápido.
—Tienes dos opciones de desayuno —aparento total tranquilidad.
Ella frunce el ceño al verme actuar así y me observa con duda.
—Tienes el desayuno normal, que consiste en lo mismo de lo que nos hemos estado alimentando los últimos nueve días, o tienes el desayuno con final feliz, que consiste en que te dé el primer orgasmo del día.
Las manos me comienzan a sudar de los nervios al ver como abre los ojos como platos. Debo ser un gilipollas al haberle propuesto lo último.
—¿El primero del día? —alza la ceja divertida— No creo que cierta parte de tu cuerpo aguante todo un día —se sonroja metiéndose conmigo.
Por un segundo me quedo totalmente prendando de su sonrisa.
—¿Eso significa que quieres montártelo conmigo todo el día, princesa? Porque si cierta parte de mi cuerpo falla, mi lengua puede seguir haciéndote maravillas.
Se pone nerviosa y noto como aprieta ligeramente sus piernas, haciendo que me parezca adorable y sexy a partes iguales.
Cojo la bandeja y se la pongo delante.
—¿Quieres un sándwich de jamón york y café soluble? —le sonrío.
—Me apetece otra cosa —sonríe con picardía.
Pregunto solo por el placer de escuchar como lo dice, alejando la bandeja a sabiendas de lo que va a pasar.
—A ti.
No hay más. En unos segundos arranco la manta de su cuerpo dispuesto a desayunarla de todas las formas posibles. Que me elija a mí es la cosa que más me pone de este maldito mundo y pienso demostrárselo.
Mis labios se apoderan de sus pechos, haciendo que se endurezcan a mi tacto y mis manos recorren su vientre desnudo notando como se tensa cada centímetro de su piel. Reprime pequeños gemidos que me enloquecen y me dispongo a hacer que gima tanto mi nombre que se quede afónica si hace falta.
Cuando mis dedos se adentran en ella y mi lengua recorre su cuello, suelta un suspiro de satisfacción que me hace estremecer. Es tan jodidamente perfecta...
Mis ganas de besarla incrementan y me veo obligado a ir descendiendo los besos para no cometer una locura, aunque esto en sí lo sea.
Me apodero de su parte más íntima a la vez que mis dedos incrementan la velocidad. Nunca me había gustado tanto mi nombre como hasta ahora, dicho por sus preciosos labios.
Saco mis dedos de ella y nuestras miradas se encuentran. Los lamo a conciencia y su mirada se oscurece totalmente. Vuelvo a introducirlos para volver a lamerlos ante su atenta mirada.
—Necesitas mejores vista, princesa.
Tiro de su cuerpo hasta dejarla en el borde de la cama y me arrodillo ante ella, quiero que vea como disfruto de su cuerpo.
Ella se sienta y abro sus piernas al completo. Avergonzada por tanta exposición las intenta cerrar, pero le demuestro cuánto me gusta y cuánto la deseo.
Su respiración se vuelve pesada y agarra mi pelo con desesperación.
—Para,Héctor, me voy a...
—Hazlo en mi boca —le ordeno.
Cuando intuyo que va a llegar al clímax, pego mi boca al máximo y bebo de ella cogiendo su cintura de forma firme.
El suelo y las sábanas están empapados, al igual que yo, pero no me importa. Lo único que importa es sus mejillas sonrojadas, su pelo revuelto y toda ella desnuda, perfecta y preciosa.
—Yo ya he desayunado —le guiño el ojo.
Me mira totalmente sorprendida por lo que acaba de pasar y se tapa el rostro avergonzada. Nunca podré cansarme de esto.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now