38. Los diseños de B

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Estoy emocionada. Espero que a Bea le parezca bien y le guste la idea.
Leo el nombre de nuevo "Los diseños de B". Es fácil y directo. ¡ME ENCANTA!
Ya hay cuenta en Instagram aunque está inactiva y estoy creando un blog a juego con Bea. ¿Qué hay más que la represente que el color rojo escarlata? El diseño es moderno con cortes rectangulares y predominan el color blanco con detalles en ese rojo tan particular.
Lo mejor que hice al empezar la carrera es hacer pequeños cursos todos los veranos, así que el diseño web y gráfico lo controlo bastante bien.
Llaman a mi móvil y es el repartidor, me ha dejado el paquete en recepción. Suspiro frustrada. Nadie va a subirme un paquete a un quinto sin ascensor, por supuesto, pero igualmente bajo emocionada. Me he gastado quinientos euros que voy a pagar a plazos, pero estoy feliz.
Cuando llego a recepción Pili me hace una seña con la mano.
—¡Rubia! Te han dejado aquí esto.
—¿Qué tal? —me apoyo en la mesita para hablar un poco con ella.
—Pues mal. Eras la única que me daba cotilleo y me has abandonado, pero te comprendo, por esos dos yogurines a tu edad, haría un pacto con el diablo —se ríe y le pongo los ojos en blanco.
—¡No salgo con nadie!
—No hace falta salir con nadie para darse un capricho —me levanta las cejas para intentar avergonzarme, pero ya la tengo calada.
—Mejor sola que mal acompañada.
—Mejor bien follada antes que amargada —suelta una carcajada ronca.
Vale, Pili gana, siempre gana. No puedo competir contra los ingenios pervertidos de esta mujer, pero juro que la adoro.
Me despido de ella entre risas.
La caja pesa muchísimo, me cuesta subirla pero después de varios descansos, lo consigo.
Cuando llego a mi planta me siento unos segundos en la escalera para recuperar el aire. Héctor sale del baño y me mira con el ceño fruncido. Con el moño y el pijama tengo que tener unas pintas espléndidas.
Cuando recuerdos de nuestra cena llegan en oleadas, doy gracias a la maldita caja por hacerme sudar, así no sabrá si estoy roja por la esfuerzo o por ser una pervertida.
—Hola.
—Hola. Eh... ¿estás bien? —me pregunta mirando a la caja y mi cara roja del esfuerzo.
—Asfixiada y al borde un infarto, pero bien —le muestro el pulgar para indicar que estoy bien.
—¿Tanto pesa eso? ¿Cuántos cargamentos de Satisfyers necesitas para olvidarte de mí? —se burla y se apoya contra la pared.
—¿No te has replanteado que quizá no te lo montes con andie porque no eres gracioso? —le sonrío con desdén.
—Quizá no me lo monto con nadie porque mi vecina siempre aparece en el momento y hora equivocados.
Le pongo los ojos en blanco y me levanto para ir a mi habitación. Estaba muy contenta y verle la cara me va a arruinar el día. Intento coger la caja, pero los brazos me ceden. Héctor la sostiene a tiempo.
—Vamos, abre que te la meto.
Abro los ojos como platos y me tapo la boca para no reírme.
—¡La caja! Dios de verdad, necesitas sexo.
—Hace poco iba a tener y me lo jodiste.
—Si quieres me ofrezco voluntario. No me gustaría que tanta desesperación afectase a un pobre desconocido.
La mera idea de pensar en ambos desnudos hace que el calor descienda por mi vientre y cierre las piernas.
—Eres un capullo —gruño mientras abro la puerta.
—Gracias, princesa —me guiña un ojo cuando pasa a la habitación.
Desenvuelvo la caja ante la mirada atenta de él. La máquina de coser es preciosa, de los mismos colores que el logo. Héctor ata hilos en seguida.
—¿Cuánto te has gastado?
—Mejor ni preguntes porque todavía se me descompone el cuerpo —bromeo—. Quiero que Bea lo consiga y estoy diseñándole un blog y redes sociales —sonrío entusiasmada.
—¿Puedo verlos?
Su interés me hace recordar épocas en las que se interesaba por todo lo que rodeaba a mi vida. Cualquier tontería que yo hiciese le resultaba interesante. ¿Fingiría también aquello?
Abro mi portátil y le enseño todos los diseños y logos que hice a lo largo de los días.
Se pasa una hora conmigo. Gracias a él consigo mejorar el resultado final. Como en los viejos tiempos, conseguimos que algo que ya era bueno, brille.
—Esto es una pasada, Abril. Creo que tu trabajo supera con crece el de algunas franquicias.
Me sonrojo y aparto la mirada. No estoy acostumbrada a los halagos, y si vienen de Héctor, ya ni puedo soportarlo. El corazón parece que se me va a salir del pecho.
—¿Un halago tuyo? ¿Tienes fiebre? —intento desviar la atención.
—Eres muchas cosas, Abril. Pesada, malhumorada, chillona, exagerada, entrometida... pero también la persona con más talento que conozco.
Sus ojos me miran con una seriedad que hace que mis ojos se humedezcan.
—Y tú eres un gilipollas, pero en el fondo, demasiado en el fondo, casi imperceptible, no eres tan gilipollas —se la devuelvo.
—Gracias —sonríe orgulloso.
—Las que tú tienes.- me burlo.
—¿Estás ligando conmigo? —arquea las cejas.
—¡Oh! No te lo tengas tan creído —le estampo la almohada en la cara.
Se lanza a por mí y comenzamos una guerra de almohadas.
En estos momentos soy capaz de olvidarlo todo. Solo reímos y jugamos como adolescentes.
Sencillamente somos el Héctor y la Abril de hace cinco años.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now