70. Tensión sexual

1.2K 102 3
                                    

El tiempo pasa y cada vez estoy más cerca de ese viaje en caravana que asumo que haré en solitario.
Intento no pensar mucho en ello, pero la realidad me golpea, y esa realidad es que debo organizarlo ya todo, aunque sea con la deprimente idea de hacerlo sola.
Subo a mi habitación con una bolsa con el conjunto nuevo que ha preparado Bea para esta noche, ese en el que lleva varias semanas trabajando. Estoy expectante por ver como es, como siempre mantiene el misterio y ella se hizo otro, al igual que a Héctor. No sé cómo decirle que Héctor y yo ya no somos ni amigos y que no creo que le apetezca hacer una sesión de fotos en la que esté yo.
Esta noche intentaré decírselo, a ser posible antes de salir para la discoteca.
Llego a mi planta y me sorprendo al ver a Luis apoyado contra mi puerta, con la mirada perdida en el suelo y las manos metidas en los bolsillos.
Me fijo en que ha perdido músculo y está más delgado. Una punzada de dolor me atraviesa, porque acabo de ser consciente de que lo echaba de menos y él se alejó completamente de mí, aunque para ser justa, yo tampoco hice nada por él. Ese maldito bloqueo que me entra porque no estoy acostumbrada a estar pendiente a nadie.
Cuando me ve se reincorpora y se cruza de brazos visiblemente nervioso.
—Hola
—Eh... Hola —contesto incómoda.
Nos quedamos en silencio y miramos al suelo.
—¿Esperando a Héctor? —intento romper el hielo.
—Realmente a ti —me mira a los ojos.
Lo suponía, sino no estaría en mi puerta, pero aún así me pongo nerviosa.
—Lo siento Abril. Desde que Bea y yo lo hemos dejado... estoy perdido, y me he dado cuenta de que te he ignorado completamente cada vez que nos hemos cruzado.
—Vaya... Yo... La verdad, te iba a echar el discurso de que creía que éramos amigos y que me has fallado, pero siendo totalmente sincera, te he fallado también. Así que... ¿entramos a mi habitación, comemos chocolate y hablamos de por qué somos tan pésimos amigos? —le sonrío.
—Me parece genial —me devuelve la sonrisa.
Entramos y exactamente es eso lo que hacemos. Hablamos durante la próxima hora de todo lo que nos ha sucedido y llenamos mi habitación de envoltorios de chocolate.
Él me cuenta lo perdido que se siente sin Bea, lo enfadado que se encuentra a ratos y le hablo de las distintas etapas del duelo. Me evitaba porque le recordaba demasiado a Bea, y no quería hablar conmigo porque no iba a poder evitar preguntar por ella, y quería intentar superarlo.
Yo le cuento que no sé como lidiar con esta situación por mi falta de costumbre en el ámbito de la amistad. También le hablo sobre mi preocupación de que solo me viese como la amiga de su novia y no como una amiga de verdad. Él me tranquiliza diciendo que ha echado de menos hablar conmigo y que me considera su amiga independientemente de Bea.
—Oye... Si estás tan jodido por Bea... ¿Por qué no lo has mostrado? —me aventuro a preguntar.
—¿Orgullo? ¿Respeto a ella? No lo tengo claro —se encoge de hombros.
—Pero en el baño aquella vez...
—Sí, en ese baño todos cometimos errores... ¿no? —señala mi altercado con Héctor.
—No sé de que hablas —me encojo de hombros.
—Vale... lo dejo ahí —me hace el favor—. Pero sí, me dejé llevar porque la quiero demasiado... Y es tan guapa... —parece frustrado.
Y estas son las cosas que no entiendo del amor. ¿Por qué dos personas que se quieren tanto tienen que estar alejadas? El amor se supone que debe ser fácil y dar felicidad, no causar este dolor que reconozco tan bien reflejado en los ojos de ambos.
Un choque de realidad me hace temblar cuando me doy cuenta que no es lo mismo. Bea y Luis sí se quieren, dicho por ambos, pero Héctor y yo solo nos odiamos, reconocido por ambos también. Esto no tiene nada que ver con el amor.
—No lo comprendo que dos personas que se quieren acaben de esta forma —me levanto enfadada y me apoyo contra el escritorio.
—Yo tampoco lo entiendo, pero creo que al final es lo mejor. Al menos para ella — suena derrotado.
Quiero gritarle que no es lo mejor para ella, que la he visto completamente rota y desolada, pero no me corresponde a mí decirlo. No puedo romper la confianza de ninguno de los dos. Es difícil ser amiga de dos personas que antes estaban juntas.
—¿Por qué no la has apoyado? —me vuelvo a sentar a su lado.
—No es que no la apoye, es que... me da miedo, Abril. Soy una persona que odia apostar sin saber dónde voy a acabar. Que la persona más importante de mi vida haga esta locura a un solo año de terminar la carrera... No lo entiendo. No entiendo por qué no termina antes esto, que es solo un año —parece enfadarse.
—¿No piensas que a lo mejor es ella la única que puede decidir sobre qué es mejor? Lo que es mejor es algo subjetivo Luis, solo puedes apoyarla o no —pongo una mano en su hombro.
Luis se sume en sus pensamientos y parece asentir con decepción así mismo.
Yo abro otra barra de chocolate y me la como en un respiro. Estoy agobiada con todo.
—¿Y tú y Héctor? —pregunta de repente.
—Yo y Héctor nada.
—¿Soy el único que nota la tensión sexual que tenéis desde la tercera planta? —sonríe divertido.
—Tensión sexual resuelta. Además... estoy... mmm.... Conociendo a Carlos —aparto la mirada avergonzada. Recuerdo de pronto cada momento de sexo desenfrenado en esta habitación y la sangre empieza a hervirme. Odio que haya colonizado todo este lugar, el que se supone que es mi sitio personal. Al final hizo justo lo que me prometió, no puedo ver mi habitación de la misma forma.
Luis abre los ojos como platos y yo me muerdo la mejilla por dentro.
—Un segundo... ¿cómo que tensión sexual resuelta? ¿Os lo habéis montado? —su voz rezuma sorpresa.
Mierda. No me he dado cuenta que básicamente es lo que he insinuado. No lo sabe ni Bea.
—No seas mal pensado. Me refiero a que ya hemos roto del todo, aunque no hubiese nada que romper. Nos peleamos y fin —intento sonar todo lo auténtica que puedo.
Luis me mira con sospecha y yo sonrío inocentemente.
—Bueno, como sea... Me alegro por ti y por Carlos —me sonríe.
Hablamos un poco más hasta que llega la hora de vestirme. Esta noche se supone que vamos a salir todos juntos, por raro que suene. Bea se ha autoconvencido de que puede ver a Luis sin venirse abajo, y que es una tontería disolver el grupo y que haya mal rollo solo por ellos dos.
Por otra parte yo estoy muy nerviosa, porque además de Bea, Luis y Héctor, el resto del grupo no sabe lo mío con Carlos y no sé si quiero que se sepa, no quiero que todo parezca demasiado serio cuando estamos empezando, además... Carlos y Héctor en la misma sala no me hace especial gracia.
—Nos vemos en un rato —me dice descompuesto.
—No te preocupes, creo que sois dos adultos funcionales y saldrá todo bien —intento tranquilizarle.
Me da inesperadamente un abrazo y se lo devuelvo feliz.
—Gracias por todo enana —me acaricia la cabeza.
Echaba de menos a Luis.

Ex, vecinos y otros desastres naturalesWhere stories live. Discover now